Kendrick Lamar publicó el pasado viernes ‘Damn.’, su cuarto álbum, con colaboraciones de Rihanna y U2, un salto hacia un campo más abierto del mercado y la consagración popular del rapero.

En total 14 temas, con Rihanna ayudándole en ‘Loyalty’ y U2 para ‘XXX’. Son los dos nombres asociados a Lamar, que regresa después del éxito de ‘To pimp a butterfly’ (2015) y que fue elegido mejor disco del año por aquel entonces. Fue una irrupción cimentada en sus anteriores álbumes, pero entonces ya era parte de la élite. De este nuevo disco sólo se conocía ‘Humble’, que subió directo hasta el número 2 de la lista americana de Billboard.

Todo un logro, porque era la primera vez en siete años que un tema de rap lo conseguía. El anterior había sido Eminem con ‘Love the way you lie’, precisamente junto a Rihanna, que de nuevo podría traerle suerte a Lamar. Pero es un álbum muy distinto al típico producto del hip-hop. Lamar, como muchos otros miembros de la comunidad afroamericana, coloca la religión y a Dios en el centro de muchas cosas. A un europeo medio le chocará este acercamiento, que en la cultura norteamericana está mucho más extendido de lo que se cree.

Según él mismo dicjo en una entrevista a The New York Times, “vivimos un tiempo en el que excluimos un elemento clave de todo esto que llamamos vida: Dios. Nadie habla de él porque está casi en conflicto con lo que está ocurriendo en el mundo cuando nos referimos a la política, los Gobiernos y el sistema”. La influencia religiosa está presente en todo el álbum, un giro sobre los temas tradicionales del rap, que históricamente ha bamboleado entre gangsters, crimen, misoginia, violencia y reacciones contra la exclusión y el racismo.

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