Noruega alberga en este archipiélago el mayor depósito aséptico de semillas y ADN vegetal del mundo, “por si acaso”. Fue uno de nuestros primeros reportajes de Ciencia y uno de los más peculiares de todos.
Por Luis Cadenas Borges
Primavera de 2010, arranca la rueda de la previsión humana. Holocausto, guerra, meteorito, fusión de los polos… no importa, mientras haya plantas, habrá vida. Y mientras haya semillas, habrá plantas. Siguiendo esta cadena lógica, los científicos noruegos diseñaron años atrás, con apoyo de organizaciones internacionales, el mayor silo profundo de semillas del planeta, pensado para albergar hasta tres millones de esas pequeñas piezas de relojería natural que podrían germinar de nuevo en el futuro para salvarnos. Porque, ya sin ciencia-ficción, ésa es la razón por al que se creó el Banco de Semillas de Svalbard, en el corazón del ártico escandinavo. Enterrado en la dura roca del norte, sería capaz de soportar incluso el impacto directo de una pequeña cabeza nuclear. Su característica esencial es la resistencia: el silo incluye dos estancias excavadas en la roca arenisca a 130 metros por debajo del nivel del mar a las cuales se accede por un túnel de 120 metros de largo, todo recubierto con paredes de hormigón armado, diseñado todo el entramado para resistir durante al menos 100 años la fuerza de tsunamis y terremotos, bombas, invasiones de virus y hasta un aumento del nivel del mar por culpa del calentamiento global. Las muestras se conservarán a una temperatura de -20° y -10° mediante un sistema de refrigeración, pero incluso en caso de una caída del sistema energético se mantendrían a -6° gracias al ambiente natural de la propia estructura, protegida por una gruesa capa de permafrost o hielos perpetuos.
Según el jefe y padre del proyecto, Cary Fowler, director de la Fundación para la Diversidad de los Cultivos Globales, este silo es el “mejor congelador del mundo”, y también el más caro: más de dos millones de euros y varios meses de trabajo sirvieron para poner en marcha este cinturón de seguridad para la Humanidad. Y detrás, la FAO, la principal institución alimentaria del planeta, dependiente de la ONU y que ha puesto todo su afán en esta particular Arca de Noé vegetal. Es difícil imaginar un lugar más idóneo que la tierra helada de Svalbard para albergar este banco mundial de semillas. Por una parte, se trata de un lugar remoto, alejado de cualquier conflicto. De hecho, existe un tratado internacional por el cual se considera una zona desmilitarizada. Además, las condiciones de permafrost en la zona, y el hecho de que la roca de la montaña escogida para su ubicación se mantiene fría las 24 horas durante todo el año, convierte a la bóveda en una especie de congelador natural. Y su principal misión no es otra que garantizar,a toda costa, que la biodiversidad natural se mantenga: en perspectiva, para cuando se lleno y albergue más de 4 millones de semillas, será el almacén garante de que todo vaya bien. De hecho la única amenaza por las Svalbard, zona libre de grandes movimientos sísmicos y volcánicos, y totalmente desmilitarizada, son los osos polares. Más allá de eso, sólo hielo, frío y ciencia. Y nuestro futuro.