Finalmente la subasta de eBay terminó por superarse a sí misma: el primer número de Action Comics en el que aparece Superman en 1938 se ha vendido por más de tres millones de dólares. 

El plazo de la subasta culminó el 24 de agosto y el precio final ya está listo: 3.207.852 dólares, es decir, unos 2,4 millones de euros. El récord anterior estaba en manos de Nicolas Cage, que se gastó una fortuna en varios números 1 y piezas de coleccionista de cómic. El cómic subastado se trataba del ejemplar mejor conservado del primer número de Action Comics, razón principal por la que ha alcanzado un precio tan alto en la subasta, que ha tenido un total de 48 pujas. El anterior propietario era Darren Adams, también dueño de la tienda Pristine Comics en Washington DC.

Se trata de un primer número mítico que ha sido tratado en multitud de ensayos, que ha aparecido incluso en películas y series de televisión y que es ya una pieza de coleccionista, no tan cara como otras (porque se hicieron muchos) pero sí una joya. Se publicó en junio de 1938 y apenas quedan decenas de ejemplares en todo el mundo. El sistema de pujas de eBay es muy particular y ha ayudado a alimentar la cifra: las mantiene abiertas mucho más tiempo (frente a los minutos efímeros de cualquier casa de subastas tradicional) y la avaricia retroalimenta a los posibles compradores. No hay que olvidar que un ejemplar idéntico fue vendido por tres millones de dólares, y en una subasta posterior, en 2011, llegó a alcanzar los 2,16 millones de dólares, cifra que podría superar la subasta de eBay con facilidad.

Sea como fuere, la cifra final será para un buen fin: la Christopher Reeve Foundation, creada por el mejor Superman del cine después de su accidente de equitación que lo dejó en silla de ruedas años antes de fallecer. Este número es considerado un mito junto con el siguiente, el primer número de Batman, en Detective Comics, y que fue publicado en 1939. Dos superhéroes, los dos pilares del poder de DC Comics y desde luego la época clásica y fundacional del cómic americano (porque el europeo nació, en parte, con Hergé tiempo antes). Tal es el grado de leyenda que tener uno es poco menos que presumir de poseer algo legendario. La creación de Jerry Siegel (guión) y Joe Shuster (dibujo) fue la piedra de toque que durante los años 40 se convertiría en una mina de oro para DC y para la industria editorial.

El lucrativo negocio de subastar cómics

El noveno arte da dinero, tiene una industria editorial más que asentada con ramificaciones en el cine, la televisión y los videojuegos, mueve casi tanto dinero como todo el mercado del arte junto (los royalties de Marvel, DC o los europeos Tintín y Astérix son sobrecogedoramente altos) y, por si fuera poco, ya se codea con los Van Gogh y Picasso. Que algún sector aún considere al cómic como algo menor y propio de niños es de una torpeza intelectual que orilla lo absurdo. Y si no que se lo pregunten a Christie’s, que ha consolidado con éxito la subasta de la que hablábamos el 13 de marzo pasado.

Pero Christie’s, que asegura haber superado varios récords en volumen económico con la subasta, no está sola. En realidad es de las últimas en unirse: ya lo hicieron antes Artcurial y Nere-Minet, pero sobre todo su competidora a cuchillo en este negocio tan opaco de las subastas, Sotheby’s. Siempre según Christie’s, una obra de Hergé para ‘Tintín en el Tibet’ original ha superado los 280.000 euros, otra de Uderzo para ‘El adivino’ (saga Astérix) escaló por encima de los 190.000 euros y finalmente otra suya para ‘Astérix en Córcega’ llego a los 145.000 euros. No hablamos de las millonadas de Picasso o Van Gogh, pero es un primer paso. En total la subasta rozó los 4 millones de euros en ventas. Todo un “pelotazo” que abre la puerta a un negocio que abrillanta los colmillos de las casas de subastas.

En EEUU ya es habitual que el cómic sea carne de subasta y coleccionista: con una producción tan alta desde los años 40, y con toda una religión fervorosa de clientes que se acuna de una Comic-Con a otra (las de San Diego y Nueva York, de las más importantes del mundo, si no las más…), es lógico que se haya convertido en un negocio de éxito. Baste recordar que el número 1 de Action Comics donde aparecía Batman superó el millón de dólares hace no demasiado, y que el de Superman subió por encima incluso de esa cifra. En Europa sólo está empezando pero se espera que algún día alcance el millón de euros, especialmente originales, por ejemplo, de Hergé. Y los autores españoles no se quedan atrás: Enrique Corominas o Ana Miralles (que vendió un original por más de 67.000 euros) estaban en la lista de creadores enfilados por Christie’s y varios marchantes.

Detrás de este auge figuran, sobre todo, coleccionistas y editoriales, que son las que tienen la sartén por el mango, sobre todo en el mercado francófono, habituado a comprar cómic. En España, a pesar de tener a algunos de los mejores autores de Europa, todo está en pañales. Sólo Francia y Bélgica facturan suficiente como para tener industria (se publican más de 5.000 nuevos títulos al año entre ambos países) y aún así no son suficientemente fuertes. Ni Gran Bretaña (dominada por filiales de EEUU) ni Alemania (con un mercado muy cerrado salvo por König y un puñado más), ni tampoco la gran Italia (la cuna de Hugo Pratt está por encima de España pero no llega al nivel francés) son capaces de dar impulso. La falta de un idioma común y la fragmentación editorial son parte del problema.