Martín Chirino, uno de los escultores clave de la segunda mitad del siglo XX, nacido en Las Palmas, invade amistosamente Tenerife con su talento de forja. 

Fundación CajaCanarias se marca ahora mismo el gran tanto de acoger una de las grandes exposiciones de un escultor clave en Canarias y también en la historia del arte reciente, al menos en el campo de la escultura. Tanto por su talento y su trabajo con el hierro, su marca de estilo y “su” material preferido, como por su relación con movimientos y grupos como fue El Paso. Hasta el 31 de enero estará en la sede de la fundación en Santa Cruz de Tenerife con 57 obras predilectas del artista, que ya ocupó el Círculo de Bellas Artes de Madrid hace un año con otra exposición en su honor. En la exposición ‘Crónica del viento’ hay piezas que abarcan desde principios de los 50 con roca volcánica hasta la última de 2013, si bien él sigue trabajando en la forja.

Chirino fue miembro del grupo El Paso, importante eslabón del arte contemporáneo español durante la posguerra y que reunió a un grupo de jóvenes artistas que dieron un salto adelante para romper con la oficialidad vulgar del franquismo y de su arte protegido que había rebajado en gran medida el potencial de España. Ellos supusieron la apertura a las corrientes artísticas más importantes de Europa y América y un espíritu de renovación. Chirino compartió movimiento con  Saura, Canogar, Feito, Millares, Ayllón, Juan Francés, Serrano, Suárez y Rivera. Según él escultor la idea central era muy antigua, de Leonardo da Vinci nada menos: “Ni un día sin una línea”, es decir trabajo, trabajo y permeabilidad hacia lo de fuera para engrandece lo de dentro.

Dos ejemplos de la forja en hierro y Martín Chirino

El hierro forma parte indisociable de su carrera, igual que el arte de la forja del mismo. Transformar la materia tan pesada e inerte como el metal en piezas ligeras llenas de esa fuerza que agranda la idea del viento y la naturaleza. Chirino utiliza estos materiales para crear obras abstractas y figurativas en diferentes fases, pero siempre con el ímpetu de darle ligereza, de ser ese “viento” del que habla siempre y que corresponde al leitmotiv básico del veterano artista. También implica movimiento, y ascensión desde una situación menor hacia otra mayor, idea que bien podría haber sido su aportación a aquel grupo que intentó superar la mediocridad cultural del franquismo.

Chirino se siente más que realizado y está en la etapa final de su carrera y de su vida. Lo sabe y por eso creó la Fundación Martín Chirino en Las Palmas, en el Castillo de La Luz, donde se hospedan parte de sus piezas predilectas y que fue acondicionado por el estudio de arquitectos de Fuensanta Nieto y Enrique Sobejano. Premio Nacional de Artes Plásticas en 1980, su obra se exhibe en el Metropolitan Museum Art y el Guggenheim de Nueva York, así como el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid o el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona.

Las espirales de Chirino

Aparte del hierro, su gran amor personal y artístico, con el que ha logrado compenetrarse a la perfección, las formas geométricas, y más concretamente la espiral, es otro de los rasgos definitorios. Un marchante siempre busca en los artistas algo diferente. Todos, al final, hacen lo mismo, pero siguiendo diferentes caminos. Cuando un artista consigue ese toque que le hace diferente y reconocible, entonces es cuando se crea el artista de verdad. Chirino se decidió por el hierro, pero también con la espiral, que domina las formas a partir del material. El canario siempre ha hablado de la forja como un lugar mítico y emotivo, como los viejos herreros de antaño pero con una nueva dimensión, “el arte de dominar la materia” y de esa forma plasmar una idea en forma de obra única. Pero esas espirales son sobre todo preguntas, el desenvolvimiento de la vida humana. Un material, una forma, un artista. La combinación que ha dado lugar a Chirino en el mundo.

‘Lady Harmiguada’ (una de las obras de Chirino en Las Palmas)