David Sánchez vuelve una vez más a sorprender con una mezcla desasosegante de mensaje, simbolismo, contención y sencillez. ‘Un millón de años’ se publicó el pasado 17 de marzo y es su sexta colaboración con Astiberri, con la que ya publicó obras emblemáticas como ‘Tú me has matado’, ‘No cambies nunca’, ‘Videojuegos’ o ‘Con dos huevos’.

IMÁGENES: Astiberri

No es la primera vez que hablamos de David Sánchez. Ya en 2014 hicimos un reportaje sobre él. Destacaba por sus ilustraciones para la editorial Errata Naturae, por su estilo limpio, simbólico y que en ocasiones recuerda al extraño mundo de Magritte. Quizás ésta última comparación, aunque haya que salvar muchas distancias, tiene mucho que ver con su triunfo: en un mundo donde parece que la verdad no importa, o al menos en el que muchos parecen haberse caído del guindo de la apariencia y la ilusión permanente en la que vivimos, las ilustraciones y obras de Sánchez son una buena sugerencia. El mismo autor que ha convertido muchas de sus ilustraciones en iconos posmodernos, y que le da una nueva definición a la palabra “desasosegante”. Una palabra difícil de pronunciar pero que es la que mejor resume lo estrafalario, barroco, sórdido muchas veces y otras tantas sugerentes.

Probablemente le conozcan mejor por esas portadas tan estéticamente bien diseñadas de la editorial Errata Naturae, y también muy probablemente por haberlas visto en carátulas de algunos discos, en medios de comunicación y por dos constantes: una, la línea clara tan bien diseñada, perfecta en la sencillez, y por el tremendo simbolismo desasosegante que carga cualquier creación de David Sánchez. Estamos ante un dibujante diferente, casi un hijo del diseño gráfico metido en el mundo del cómic. En la diferencia está parte del éxito de un autor, y David Sánchez es muy diferente. Astiberri presentó este marzo ‘Un millón de años’, nueva demostración de que se mantiene como lo que es: simbolismo, mensaje, línea clara, cierta forma de arte pop llevado a un nivel muy alto. En total serán 120 páginas, en cartoné, a color y desde el pasado día 17.

La sinopsis oficial, recogida de Astiberri, de ‘Un millón de años’ es esta: “Cielo, tierra y rocas. Un teléfono suena en el desierto. Brotan de la arena escarabajos azules, cíclopes, caníbales, animales practicando la cartomancia. Y Dios. Que sea el Alfa y el Omega, Yahvé o una energía amorosa e inteligente, la figura divina vertebra el nuevo cómic de David Sánchez y aparece como una fuerza inasequible, incomprensible, que tiene sus propios planes a pesar de los rezos y artimañas de los personajes para escapar a su voluntad. Para el guionista y teórico Santiago García, esta obra es de un realismo escalofriante, y está dotada de una precisión y una exactitud clínicas. Como un místico materialista, David Sánchez produce a través de sus viñetas una experiencia sensorial de una veracidad angustiosa”.

Viñetas de ‘Un millón de años’

La nueva entrega de Sánchez parece un salto entre el pasado y el presente, un legado envenenado en el que retrata al ser humano desde otro prisma, alrededor siempre de un Dios que se expresa a través del simbolismo y del animismo, con vehículos animales como la serpiente, el escarabajo o el águila, tradicionales. Y otros que no lo son tanto: una gaviota carroñera, un pulpo de tentáculos anillados o un cerdo enmascarado. Personajes sometidos a experiencias místicas en un cómic dominado por el desierto y que repite, una vez más, el esquema de perturbación del lector que obliga a leerlo varias veces. Eso es algo que se ha repetido varias veces a lo largo de su producción, especialmente en las dos obras gráficas que mejor le han definido, ‘Tú me has matado’ y ‘No cambies nunca’.

Sánchez ya fue premiado en el Salón del Cómic de Barcelona en 2011 como Mejor Autor Revelación por ‘Tú me has matado’, compilación de sus historias cortas para la revista El Manglar (Dibbuks) y que ya dejó ese regusto amargo, crudo, cruel y hasta cierto punto sádico que es marca de la casa. Una primera muestra del talento para el “desasosiego”. De fondo estaba la religión. Una visión muy norteamericana de la misma, incluso: asesinatos misteriosos, sheriffs corruptos, misioneros evangélicos, alucinaciones persecutorias… Sánchez confesó que se le vino a la mente la idea cuando unos Testigos de Jehová tocaron en su puerta para transmitirle “la verdad”. Un mensaje muy poderoso y oscuro mezclado con una estética pop y de línea clara que lo hace parecer inofensivo. Pero que es todo lo contrario. La ambientación salió también de otra de las pulsiones de Sánchez, la música norteamericana de los 50 y 60, fuente de inspiración para el desarrollo estético de la obra, que tiene continuas reminiscencias del cine de aquellos años, de la estética de la superpotencia en sus mejores años.

Pero luego Sánchez dio otro giro en 2012 con su segunda obra, ‘No cambies nunca’, una obra futurista donde la ciencia es el tema de fondo y que transcurre en Seúl en tres tramas paralelas que terminan uniéndose. En ‘No cambies nunca’ se unen una científica lleva a cabo un experimento de alto riesgo y de consecuencias funestas; un médico se hace cargo de un bebé monstruo y necesitará droga dura para sobrellevarlo; una pareja se encuentra en la carretera con una mujer de piel verde… Lo siguiente es una ligazón insana donde se repite el mecanismo de dejar el cuerpo del lector en ese lugar hostil e inhóspito que es el desasosiego. Y ya sabemos todos que nada crea más adicción que lo extraño y doloroso, porque si no el terror no existiría. No se trata tanto de eso como de crear algo psicológicamente chocante, y esta obra es, por ahora, la cima de ese estilo donde se cruzan bebés que desearías ahogar en la bañera con experimentos demenciales y la dignidad humana agarrada con pinzas y a la intemperie.

La tercera fue ‘La muerte en los ojos’, definida por el autor como un “cóctel de drogas con una sesión de ouija, que sucediese en España, y que todo tuviera el ambiente de las últimas películas de Buñuel”. Apenas 24 páginas mareantes en las que se mezclan múltiples influencias cinematográficas y culturales que sólo eran el anticipo al siguiente salto de Sánchez, ‘Videojuegos’, que abrió la colección sobre leyendas urbanas “apropiadas” y revisitadas por varios autores para la editorial Astiberri. La elección de Sánchez fue Polybius, aquella máquina recreativa psicodélica con efectos supuestamente devastadores en la mente de los jugadores, y manejada por unos extraños hombres vestidos de negro. Lo que más le interesaba era ese componente de manipulación a través del ocio electrónico, el control mental subliminal mediante mensajes ocultos (una de las fascinaciones de la propaganda moderna) y los trastornos que podía ocasionar, un mundo de pesadillas.

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¿Quién es David Sánchez?

Nacido en Madrid (1977), es ilustrador, dibujante y diseñador. Polivalente, su trabajo va desde ejercer de creador de la marca de camisetas Mong T-Shirts (para la que sigue diseñando dos colecciones anuales) a uno de los mejores ilustradores literarios de España, con grandes servicios para ‘El destripador’, de Robert Desnos, publicado por la editorial independiente Errata Naturae. Una editorial con la que mantiene una cadencia de trabajo encomiable, hasta el punto de que se convertido en la imagen de marca de esta casa y sus libros. Sánchez ha puesto imagen a casi todo: antologías, ensayos, novelas… Se encarga de hacer el diseño de colecciones de esta editorial y de las portadas de todos sus títulos. Pero no es servidor de un solo cliente: su característico estilo, primer paso para tener una carrera, diferenciarse, ha paseado también por El País, El Semanal, EP3, Man, Calle 20, Rolling Stone, Shangay Express, El Manglar o Público.

En novela gráfica lleva a penas siete años. Astiberri fue la casa con la que apareció, en 2010, ‘Tú me has matado’, que le valió el premio al autor revelación en el Salón Internacional del Cómic de Barcelona. Su siguiente obra, ‘No cambies nunca’ (Astiberri, 2012) fue nominada a mejor obra de autor español en el mismo salón. Después llegarían ‘Videojuegos’ (Astiberri, 2013), ‘La muerte en los ojos’ (Caramba, 2012), y esas dos obras maestras simbólico-lingüísticas que son ‘Con dos huevos’ (2014) y ‘Cagando leches’ (2015), los dos diccionarios de jerga española que publicó con Astiberri y textos de Héloïse Guerrier.

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El simbolismo llevado al extremo

‘Con dos huevos’ y ‘Cagando leches’ son dos piezas muy elocuentes de lo que puede llegar a hacer un buen ilustrador. Es sencillo: reunir todas las expresiones típicamente españolas, castizas en su mayoría, desde insultos combinados a frases tan estrambóticas y tan genuinamente ibéricas como “Partirse el culo”. Ambos diccionarios visuales, publicados en 204 y 2015, tienen una misión muy concreta: convertir en imágenes simbólicas expresiones populares en español que son traducidas al francés y al inglés en el propio texto de Héloïse Guerrier, francesa que estudiaba nuestro idioma y que se quedó sorprendida por la cantidad de expresiones endémicas ibéricas, y sobre todo su relación con lo escatológico y lo gastronómico. Un híbrido extraño entre curiosidad bibliográfica, matrimonio bien avenido entre ensayo e ilustración, libro divulgativo y originalidad trilingüe.

Por ejemplo: “Poner los cuernos” hace referencia a cuando el señor feudal ejercía el derecho de pernada (acostarse con la recién casada primero), con lo que se obligaba a poner una cabeza de ciervo en la puerta de la casa. La asociación ya la hacen ustedes. O “Manda huevos”: traducción mal hecha de “mandat opus”, expresión latina que significa “necesidad obliga”. A un lado el texto y la explicación de su origen, y al otro la imagen de David Sánchez. Pera que se hagan una idea: “Partirse el culo” se convierte tras el tamiz mental de Sánchez en un payaso con una sierra serrándose entre las nalgas. Así es esta obra diferente, que entretiene, arranca sonrisas pérfidas y le da la vuelta a la etimología y la convierte en un chiste intelectual. El resultado es una suerte de colección de greguerías muy particulares. Y como casi todo en España, la muerte, el sexo y lo escatológico se dan la mano sin problemas: “Estirar la pata”, “Planchar la oreja”, “Dar el coñazo”, “Joder la marrana” (literal, una cerda en primer plano que es montada por un tipo anodino, y que fue de las que más sorprendió a Guerrier)…

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