El Museo Guggenheim Bilbao abrió el pasado 6 de octubre la exposición ‘Anni Albers: tocar la vista’ (hasta el 14 de enero de 2018), un recorrido detallado por la obra de una figura pionera del arte textil, a lo largo de siete décadas.
Realizada en colaboración con la Fundación Josef y Anni Albers, el itinerario de la muestra constituye una aproximación cronológica a la obra de Albers, a la vez que permite observar las conexiones entre periodos y series de trabajos diversos, dando cuenta de motivos e ideas recurrentes y realizaciones fugaces. La muestra refleja asimismo cómo, en el caso de esta artista, el material y las técnicas de trabajo preceden y guían a la idea y definen un desarrollo en cada caso.
Conocida especialmente por su papel pionero en el arte textil o fiber art, por sus innovaciones en el tratamiento de las tramas y por su búsqueda permanente de motivos y funciones del tejido, Albers fue una autora clave en la redefinición de la figura del artista como diseñador. El suyo fue un arte inspirado por la cultura precolombina y la industria moderna, que trascendió las nociones de artesanía y labor propia del género femenino.
La vida de Anni Albers (Berlín, 1899 – Orange, Connecticut, 1994) estuvo marcada por una gran intimidad con los materiales y las técnicas que guiaron su trabajo. Estudió en la vanguardista Bauhaus de Weimar a partir de 1922, institución donde conocería a su marido, el pintor Josef Albers, y donde llegaría a dirigir el taller textil en 1931. Tras el cierre de la institución por el partido nazi en 1933, el matrimonio Albers se trasladó a Carolina del Norte, Estados Unidos, donde ambos fueron contratados como profesores de una escuela libre que se convertiría en referencia de la modernidad artística americana, el Black Mountain College.
Desde allí, Anni Albers continuó combinando el trabajo pedagógico y la experimentación artística, a la vez que produjo algunos de los textos hoy considerados clave en el desarrollo del arte textil contemporáneo. Tras exponer sus colgaduras (“Wall Hangings”) y tejidos pictóricos (“Pictorial Weavings”) en numerosas muestras individuales (incluyendo el MoMA de Nueva York y otros museos norteamericanos entre 1949 y 1953, y el Massachussets Institute of Technology en 1959), Albers comenzó a explorar distintas técnicas de grabado en 1963.
En las múltiples técnicas de impresión gráfica, Albers encontró un nuevo espacio de investigaciónvisual, que a partir de finales de los años sesenta reemplazó por completo a su labor relacionada con el tejer. A través de serigrafías, aguatintas, litografías y ediciones offset, la artista pudo perseguir por otros medios conceptos visuales que estaban ya presentes en muchos de los dibujos preparatorios de piezas textiles anteriores. Así encontró el elemento ideal para probar nuevos patrones compositivos y operar casi infinitas variaciones en ellos.
Durante las décadas siguientes y hasta el final de su carrera, Anni Albers realizó diversas colaboraciones con talleres y compañías de producción textil con las que buscó poner sus diseños al alcance del gran público, mostrando así su compromiso con el ideario perenne de la Bauhaus: entender las prácticas de arte y diseño como un solo campo, y producir prototipos que permitan una difusión igualitaria de las formas artísticas.