Jonathan Demme abrió la dorada era moderna del thriller con un personaje inmortal, el doctor Hannibal Lecter, creado por el novelista Thomas Harris, y dos interpretaciones de Anthony Hopkins y Jodie Foster a la altura del despiadado e ilustrado caníbal. Hollywood se rindió a un género injustamente ninguneado por la crítica, pero que ha dejado varios de los mejores títulos en los últimos años.
-¿Qué tal, Clarice? ¿Ya han dejado de chillar los corderos?
¿Y usted, amigo/a lector/a, ya tampoco escucha los chillidos de los corderos?
Hannibal Lecter (Anthony Hopkins) telefonea a la agente especial del FBI Clarice Starling (Jodie Foster). Starling, tras culminar con éxito la operación de captura del asesino en serie Jame Gumb ‘Buffalo Bill’ (Ted Levine), acaba de recibir su placa como nueva integrante del FBI. Lecter, tras su asombrosa y brutal fuga en Memphis (asesinando a dos policías, arrancando el rostro a uno de ellos y sacándole las tripas al otro, al que cuelga como una mariposa), está vigilando, en un indeterminado país caribeño, al psiquiatra Frederick Chilton (Anthony Heald), con el que tiene cuentas pendientes tras ocho años internado en el Hospital Psiquiátrico de Baltimore. Pero Lecter no ha olvidado a Clarice.
Había colaborado, a su manera, en la investigación de los crímenes de ‘Buffalo Bill’ (cuya identidad conoce), una amalgama de tres asesinos en serie reales: Ed Gein, que arrancaba la piel a sus víctimas, Gary Heidnick, que retenía a mujeres en un pozo en el sótano de su casa, y Ted Bundy, que engañaba a sus víctimas con una falsa escayola para entrar a su camioneta, táctica que imita ‘Buffalo Bill’ en ‘El Silencio de los Corderos’. Bundy colaboró con el criminólogo Robert Keppel para atrapar a Gary Ridway, el asesino de Green River. Como Lecter con Starling para cazar a ‘Buffalo Bill’.
Pero, sobre todo, Lecter había creado una relación de respeto intelectual y curiosidad, más que de amistad o amor, con la entonces aspirante a agente del FBI Clarice Starling. Una relación cimentada en una particular visión del ‘quid pro quo’. Mientras Starling, licenciada en Psicología y Criminología con matrícula de honor, se acerca a la identidad de ‘Buffalo Bill’, Lecter, por curiosidad y diversión, al principio, y verdadero interés, después, descubre los aterradores chillidos de los corderos que atormentan a Starling.
Psiquiatra de profesión, Lecter abre el escondido y desconsolado subconsciente de la huérfana Starling, que se quedó sola a los diez años tras la muerte de su padre, policía de un pequeño pueblo de Virginia Occidental. La pequeña Starling vivió durante apenas dos meses en un rancho de Montana, con una prima de su madre y su marido. Conmocionada aún por la muerte de su padre, fue en ese rancho, en medio de la noche, donde nació su temor al horrible chillido de los corderos.
Hannibal Lecter-Clarice Starling: Una relación nada convencional
Clarice: Eran…, como chillidos. Algo parecido a los chillidos de un niño.
Hannibal: ¿Y qué hizo?
Clarice: Fui…, fui abajo, salí afuera, me acerqué al establo a escondidas, me daba miedo mirar dentro, pero tuve que hacerlo.
Hannibal: ¿Y qué es lo que vio, Clarice? ¿Qué es lo que vio?
Clarice: Corderos…, todos chillaban.
Hannibal: Estaban matando a los corderos lechales, ¿verdad?
Clarice: Todos estaban chillando.
Hannibal: ¿Y usted huyó de allí?
Clarice: No. Primero intenté liberarlos, les abrí la puerta del redil, pero no salieron, se quedaron allí quietos, sin querer escapar.
Hannibal: Pero usted sí que escapó, ¿verdad?
Clarice: Sí. Cogí un cordero y eché a correr muy deprisa.
Hannibal: ¿A dónde se dirigía, Clarice?
Clarice: No lo sé. No tenía ni comida, ni agua. Y hacía frío, mucho frío. Pensé, pensé que si al menos podía salvar a uno… Pero pesaba mucho, pesaba mucho. Había recorrido pocos kilómetros cuando me encontró el sheriff. El ranchero se enfadó tanto que me envió a vivir al orfanato de Bozeman (Montana). No volví a ver el rancho.
Hannibal: ¿Y qué fue de su cordero, Clarice?
Clarice: Él lo mató.
Hannibal: Aún se despierta algunas noches, ¿verdad? Se despierta en plena noche y oye chillar a los corderos.
Clarice: Sí.
Hannibal: Y cree que, si salva a la pobre Catherine (secuestrada por ‘Buffalo Bill’), podría hacerlos callar. Cree que, si Catherine vive, no volverá a despertarla en plena noche el horrible chillido de los corderos.
Clarice: No lo sé. No lo sé.
Hannibal: Gracias, Clarice. Gracias.
Un diálogo para la historia del cine y del thriller moderno. Aún chillan los corderos en los oídos de los espectadores como en el castigado subconsciente de la huérfana Clarice.
Un diálogo que evidencia que el thriller es mucho más que cine de género degradado, injustamente, por la crítica purista a simple entretenimiento, con las excepciones de subgéneros como el cine negro y el cine de ‘gangsters’. Incluso al mismo maestro del suspense, Alfred Hitchcock, le escamotearon, en su momento, buena parte del impagable reconocimiento que merecía.
Basada en la homónima novela de Thomas Harris publicada en 1988, ‘El Silencio de los Corderos’ corrigió, en cierto modo, el histórico ninguneo de la crítica por ese amplio y rico género llamado thriller, voz inglesa que significa asustar, estremecer, emocionar. Demasiadas emociones para pasar por alto un buen thriller.
‘El Silencio de los Corderos’ recibió una justa recompensa con cinco Premios Oscar: Mejor Película, Director (Jonathan Demme), Actor (Anthony Hopkins), Actriz (Jodie Foster) y Guion Adaptado (Ted Tally). Un brutal éxito que solo se había visto antes con ‘Sucedió Una Noche’ (Frank Capra), en 1933, y ‘Alguien Voló Sobre el Nido del Cuco’ (Milos Forman), en 1975. Y un brutal éxito que no se ha vuelto a repetir en los Oscar.
Y aunque la crítica, tras ‘El Silencio de los Corderos’, se ha mantenido torpemente tozuda a la hora de incluir a más thrillers en las listas de los principales premios, no se puede obviar que el género ha vivido una era dorada desde el estreno del filme de Demme, que llegó a las salas estadounidenses el 14 de febrero de 1991, hace casi 25 años, tras una ‘première’ en Nueva York el 30 de enero de 1991. ‘El Silencio de los Corderos’ llegaría a España medio año después, el 6 de septiembre.
El thriller se ganó el respeto gracias a ‘El Silencio de los Corderos’. Historias donde importa tanto la trama, donde no se ahorra en elementos terroríficos, como los personajes, con abundancia de elementos psicológicos. Y con unas cuidadas banda sonora, con el prestigioso Howard Shore como autor de la partitura en la película de Demme, montaje, fotografía y atmósfera.
Al éxito de ‘El Silencio de los Corderos’ le debemos una era en la que el género ha dejado algunas de las mejores películas de los últimos años: ‘Instinto Básico’ (Paul Verhoeven, 1992), ‘Pulp Fiction’ (Quentin Tarantino, 1994), ‘Seven’ (David Fincher, 1995), ‘Sospechosos Habituales’ (Bryan Singer, 1995), ‘Fargo’ (Joel y Ethan Coen, 1996), ‘Funny Games’ (Michael Haneke, 1997), ‘El Sexto Sentido’ (M. Night Shyamalan, 1999), ‘Memento’ (Christopher Nolan, 2000), ‘No es País para Viejos’ (Joel y Ethan Coen, 2007), ‘El Caballero Oscuro’ (Christopher Nolan, 2008), ‘Cisne Negro’ (Darren Aronofsky, 2010) y ‘Drive’ (Nicolas Winding Refn, 2011), entre otras.
Y no solo en el cine estadounidense. También en Asia, con ejemplos como ‘Memories of Murder’ (Bong Joon-ho, 2003) y ‘Oldboy’ (Park Chan-wook, 2003), y Europa. Al thriller le debemos la aparición del mayor talento tras las cámaras en el cine español en mucho tiempo, Alejandro Amenábar, con su sobrecogedora ópera prima, ‘Tesis’, (1996). Pero también otros directores como Enrique Urbizu, con títulos como ‘La Caja 507’ (2002) o ‘No Habrá Paz para los Malvados’ (2011), y Alberto Rodríguez, gran triunfador de los últimos Premios Goya con ‘La Isla Mínima’ (2014).
‘El Silencio de los Corderos’ abrió el camino. El filme, quinto en la taquilla del año 1991 tras ‘Terminator 2: El Día del Juicio Final’ (James Cameron), ‘Robin Hood, Príncipe de los Ladrones’ (Kevin Reynolds), ‘La Bella y la Bestia’ (Gary Trousdale y Kirk Wise) y ‘Hook’ (Steven Spielberg), recaudó 272,7 millones de dólares en todo el mundo, cuando apenas había costado 19 millones. Éxito redondo. Solo en España, ‘El Silencio de los Corderos’ llevó a las salas de cine a casi cuatro millones de espectadores y salvó, de paso, a la productora Orion Pictures, que estaba al borde de la quiebra.
La película de Jonathan Demme no fue, sin embargo, la primera aproximación al caníbal creado por Thomas Harris, un personaje inspirado en un cirujano mexicano, con el pseudónimo del doctor Salazar, al que Harris conoció, cuando trabajaba como periodista, en una entrevista con Salazar en prisión. El cirujano, que no era caníbal, tenía un cuestionable sentido de la moralidad, algo que heredó Lecter.
Harris ha dedicado cuatro novelas para narrar la vida del doctor Hannibal Lecter: ‘El Dragón Rojo’ (1981), ‘El Silencio de los Corderos’ (1988), ‘Hannibal’ (1999) y ‘Hannibal: El Origen del Mal’ (2006). Una saga literaria que ha generado una serie de televisión, ‘Hannibal’ (2013-2015) (NBC), y cinco películas: ‘Hunter’ (Michael Mann, 1986), adaptación de ‘El Dragón Rojo’; ‘El Silencio de los Corderos’ (Jonathan Demme, 1991), basada en la homónima novela de Thomas Harris; ‘Hannibal’ (Ridley Scott, 2001), que versiona la tercera obra de Harris, ‘Hannibal’; ‘El Dragón Rojo’ (Brett Ratner, 2002), nuevo acercamiento a la primera novela sobre Lecter; y ‘Hannibal: El Origen del Mal’ (Peter Webber 2007), adaptación de la cuarta y última obra de Harris sobre el doctor Lecter.
Y aunque la mirada fría y penetrante y la elegancia de Anthony Hopkins se asocian con Lecter, no ha sido el único actor que ha interpretado al caníbal más famoso de la literatura, el cine y la televisión. Brian Cox fue el primero en ‘Hunter’. Hopkins se ajustó la máscara de Lecter en ‘El Silencio de los Corderos’, ‘Hannibal’ y ‘El Dragón Rojo’. El francés Gaspard Ulliel fue un Lecter joven en ‘Hannibal: El Origen del Mal’. Y el danés Mads Mikkelsen ha sido el último Lecter en la adaptación televisiva emitida por la NBC. Lecter, además, solo ha estado acompañado por Clarice Starling en dos ocasiones, ‘El Silencio de los Corderos’ y ‘Hannibal’, pero con dos actrices diferentes, Jodie Foster y Julianne Moore. La pelirroja Moore sustituyó a Foster, que no quiso encasillarse y renunció por la violencia de la cinta, en ‘Hannibal’.
Antes que Jonathan Demme, Michael Mann convirtió en personaje de cine al doctor Hannibal Lecter. Fue en ‘Hunter’ (1986), con Brian Cox como Lecter y William Petersen (sí, el futuro Grissom de ‘C.S.I.’) como el agente del FBI Will Graham, con una primera colaboración policial del psiquiatra para capturar a un psicópata. No faltaban otros personajes que estarían en ‘El Silencio de los Corderos’, aunque con otros actores: Dennis Farina, como el agente Jack Crawford, y Benjamin Hendrickson, como el doctor Chilton. La película, basada en la primera novela de Harris, ‘El Dragón Rojo’ (1981), y producida por el prestigioso Dino De Laurentiis, no funcionó. De Laurentiis intentó desquitarse, otra vez sin fortuna, con una nueva versión, dirigida por Brett Ratner en 2002, con Edward Norton como el agente Graham y Hopkins como Lecter.
Todo fue distinto en ‘El Silencio de los Corderos’, rodada casi en su integridad entre Pittsburgh, Ohio y los frondosos bosques de Virginia, un personaje más de la trama. Demme acertó con la atmósfera, imprescindible en cualquier thriller, más aún en ‘El Silencio de los Corderos’. Una atmósfera malsana, perturbadora y terrorífica, pero al mismo tiempo sugerente y cautivadora. Lecter aterroriza como pocos. Sin embargo, el espectador siempre quiere ver más y saber más sobre él.
Brutal y elegante, Hannibal Lecter es el mejor villano del cine
Como la misma personalidad de Lecter, un asesino capaz de devorar el hígado de una de sus víctimas, acompañado por algunas habas y un ‘chianti’ (famoso vino italiano), pero también de referirse a Marco Aurelio, embelesarse escuchando música clásica y dibujar de memoria el Duomo de Florencia. Un ‘monstruo’ con un perfil muy alejado al de la mayoría de asesinos en serie.
Hannibal: He leído los expedientes, ¿y usted? Lo que necesitan para encontrarle (a ‘Buffalo Bill’) está ahí, en esas páginas.
Clarice: Dígame cómo.
Hannibal: Primeros principios, Clarice. Lee a Marco Aurelio. De cada hecho pregúntate: ¿Qué es en sí mismo? ¿Cuál es su naturaleza? ¿A qué se dedica ese hombre al que buscas?
Clarice: Mata mujeres.
Hannibal: ¡No! Eso es totalmente accidental. ¿Qué es lo primero y principal en su vida? ¿Qué le lleva a matar?
Clarice: Furia, resentimiento social, frustración sexual…
Hannibal: ¡No! La codicia. Esa es su naturaleza. ¿Cómo empezamos a codiciar, Clarice? ¿Por qué vemos cosas que podemos codiciar? Piénsalo.
Clarice: No, solamente…
Hannibal: ¡No! Empezamos a codiciar lo que vemos cada día. ¿No siente su cuerpo recorrido por las miradas, Clarice? ¿Y no busca con su mirada las cosas que desea?
‘El Silencio de los Corderos’ pudo ser, no obstante, muy distinta. Gene Hackman había adquirido los derechos de la novela de Thomas Harris para adaptarla al cine. Hackman, que pensaba dirigirla, se reservaba el papel de Lecter o Crawford, mecenas de Starling y responsable del Área de Ciencias del Comportamiento del FBI en Quantico (Virginia). Renunció por el contenido violento del texto. Hackman rechazó repetir registro tras ‘Arde Mississippi’ (Alan Parker, 1988) y cedió por completo los derechos a Orion Pictures.
Con Jonathan Demme como director y Ted Tally como guionista, con libertad por parte del novelista Thomas Harris, que no se implicó directamente en el proyecto pero acabó contento con el resultado, se inició el casting de actores. Sería imposible entender hoy ‘El Silencio de los Corderos’ sin Anthony Hopkins como Hannibal Lecter y sin Jodie Foster como Clarice Starling. Y eso que Hopkins se pasa muchos minutos fuera de pantalla y apenas comparte cuatro escenas, eso sí, cuatro memorables escenas, con Foster. Pero, como a menudo en el cine estadounidense, el reparto final no coincidió con los primeros candidatos.
Lecter no era un psicópata al uso. Sus actos aterrorizaban, pero sus formas se correspondían más con un ‘gentleman’ que con un psicópata. Un papel hecho para la ingente nómina de actores británicos de primer nivel. Hopkins, galés de nacimiento, fue el elegido. Las alternativas, entre otros, Sean Connery, John Hurt, Christopher Lloyd, Dustin Hoffman, Patrick Stewart, Louis Gossett Jr., Robert Duvall, Jack Nicholson, Robert De Niro y, especialmente, Jeremy Irons. El británico Irons se echó para atrás por la oscuridad del personaje, con puntos en común con su reciente papel en ‘El Misterio von Bülow’ (Barbet Schroeder, 1990), que le valió un Oscar y un Globo de Oro.
Demme escogió a Hopkins por su actuación del doctor Frederick Tréveris en ‘El Hombre Elefante’ (David Lynch, 1980). Venció a las últimas reticencias del actor galés: “Pero el doctor Tréveris era un buen hombre”. “Como Lecter. También es un buen hombre, solo que atrapado en una mente enferma”, replicó Demme.
Hopkins, que estudió archivos de asesinos en serie, visitó en prisión a psicópatas convictos y asistió a juicios sobre crímenes, ayudó, y mucho, a construir el papel de Hannibal Lecter. Aportó una poderosa voz, “una combinación de Truman Capote y Katharine Hepburn”, una mirada fría, sin parpadear, recogida de los reptiles, y una omnisciente inteligencia rescatada del superordenador HAL de ‘2001: Una Odisea en el Espacio’ (Stanley Kubrick, 1968).
-Adivina muchas cosas pero, ¿será capaz de dirigir esa gran intuición hacia usted mismo. ¿Qué me contesta? ¿Por qué no se mira a sí mismo y escribe lo que ve? O quizás le da miedo, le reta Clarice en su primer encuentro.
Para el papel de Clarice Starling, con hasta 300 candidatas, Jonathan Demme quería a Michelle Pfeiffer. Como Irons con Lecter, Pfeiffer no quiso, en cambio, involucrarse en una trama tan perturbadora. El guionista Tally propuso a Demme a Jodie Foster, que había recuperado el pulso tras su estelar descubrimiento, en plena adolescencia, como la prostituta de ‘Taxi Driver’ (Martin Scorsese, 1976). Foster acababa de ganar su primer Oscar por ‘Acusados’ (Jonathan Kaplan, 1988). Demme no lo dudó. Era su Clarice, todo fuerza y determinación.
El American Film Institute se acordó de Hannibal y Clarice cuando público en 2003 su lista de los 100 mejores héroes y villanos del cine. Clarice Starling aparecía como la sexta mejor heroína del cine. Hannibal Lecter iba más lejos. Para el American Film Institute, es el mejor villano de la historia del cine, por delante de otros personajes no menos icónicos como Norman Bates en ‘Psicosis’ (Alfred Hitchcock, 1960) y Darth Vader, en concreto en ‘El Imperio Contraataca’ (Irvin Kershner, 1980). Algo en lo que tienen mucho que ver las interpretaciones de Jodie Foster y Anthony Hopkins.
‘Buffalo Bill’ quiere transformarse, como las mariposas
‘In Voluptas Mors’, de Salvador Dalí, la inspiración de la mariposa cráneo
El reparto se completó con Scott Glenn (como Jack Crawford), Anthony Heald (Frederick Chilton) y Ted Levine (Jame Gumb, ‘Buffalo Bill’).
Levine, a pesar de la poderosa presencia de Lecter, protagoniza una de las escenas más famosas de ‘El Silencio de los Corderos’: el enigmático, inquietante, hipnótico y salvaje, por el contexto, baile de un ‘Buffalo Bill’ desnudo, con los genitales escondidos, con la única compañía de un pañuelo sobre los hombros, como si fuera una mariposa a punto de la transformación. De fondo, el tema ‘Goodbye Horses’, de P. Lazzarus, cuya languidez es perfecta para el momento. Un baile revelador sobre la identidad sexual real de ‘Buffalo Bill’, un personaje que fue muy cuestionado por el colectivo transexual, que es una referencia más a las mariposas en ‘El Silencio de los Corderos’. ‘Buffalo Bill’ introducía la crisálida de una mariposa en la boca de sus víctimas antes de arrojar los cuerpos a los que había parcialmente desollado (de ahí el apelativo con el que se conocía a Jame Gumb) para construirse un traje de piel humana de mujer. Una mariposa que vuelve a aparecer en el cartel de ‘El Silencio de los Corderos’ con la forma del surrealista retrato fotográfico ‘In Voluptas Mors’, de Salvador Dalí, con los cuerpos desnudos de siete mujeres formando un cráneo. De allí surge la famosa mariposa cráneo de ‘El Silencio de los Corderos’, todo un emblema del filme de Jonathan Demme.
El FBI, a pesar del machismo en la organización que se respira en la película, con el personaje de Foster siempre como víctima, colaboró con Demme y con todo el equipo artístico. El FBI estaba interesado en captar a reales Clarice para su organización, dispuestas a dejar de escuchar en su cabeza su particular horrible chillido de los corderos, sus particulares neuras y frustraciones.
Aquella pregunta de Hannibal a Clarice sigue pendiente. Nunca se respondió.
Aún nos despertamos algunas noches, ¿verdad? Nos despertamos en plena noche y escuchamos el horrible chillido de los corderos.
Como Clarice, el thriller aún escucha aquellos chillidos, aunque nunca resuenan literalmente en la película, de un rancho de Montana que abrieron, sin saberlo, un nuevo prolífico periodo en un género indispensable en la historia moderna del cine. 25 años después, aún chillan los corderos.