Por si quedaba alguna duda de la conexión entre calentamiento global y ascenso del nivel del mar, un nuevo estudio geológico ha demostrado que hace 3 millones de años el nivel del mar era 16 metros más alto que hoy en coincidencia con un rango de temperaturas entre 2ºC y 3ºC más alta que hoy. Entre tanto, la revista Science ha publicado un artículo que promueve la retirada estratégica humana de las zonas de riesgo, en especial de las costas de llanura.

La conexión entre el nivel del mar y la temperatura atmosférica y de los océanos es directa y fácil de asimilar: si la media térmica es baja, las masas de hielo polar y los glaciares de montaña persisten y mantienen más masa en forma de hielo, si es más alta, hay más agua líquida en circulación y suben los niveles. Un equipo internacional que ha estudiado restos geológicos en varios puntos del planeta, entre ellos la Cueva de Artà en Mallorca, ha demostrado que hace 3 millones de años la temperatura era entre dos y tres grados más alta de media que en nuestra era y eso se tradujo en 16 metros de nivel más alto del mar. De trasladarse esa situación a hoy, todas las ciudades costeras y regiones bajas de cultivo en todo el mundo estarían bajo varios metros de mar.

La Universidad del Sur de Florida, la Universidad de Nuevo México, la Universidad de Columbia y la Universitat de les Illes Balears se unieron en un proyecto común para analizar las variaciones entre masa de agua helada, temperatura media y niveles oceánicos. La idea era conocer mejor el paleoclima (escenarios climáticos antiguos) para poder comprender el nuestro y cómo variarán las capas de hielo actuales. En definitiva, comprender el pasado para predecir el futuro. El resultado, publicado en la revista Nature, persigue también concienciar al público y las instituciones al mostrarles escenarios factibles de cara a lo que ocurrirá en este siglo.

¿Cómo de rápido aumentará el nivel del mar a la vista de cómo se deshacen las capas de hielo de Groenlandia, la masa ártica y la Antártida? La gran pregunta, de la que dependen muchas regiones del mundo, algunas de ellas vitales para la economía humana. En este sentido hay que entender los registros, y las cuevas naturales son un baremo perfecto, ya que guardan registros físicos de cómo varían los depósitos freáticos (agua filtrada al subsuelo) y los cambios bruscos de acumulación en los espeleotemas (si aumenta súbitamente el nivel). Por esa razón acudieron, entre otros puntos, a la Cueva de Artà en Mallorca, a menos de 100 metros de la costa. Las cuevas costeras pueden ser un testigo perfecto de los cambios, ya que guardan los registros del paso del agua marina.

Imagen del huracán Dorian, de categoría 5 y una muestra de la virulencia del mar

Los resultados eran concluyentes: Artà estaba justo al nivel del mar hace tres millones de años. Cubrieron una zona que oscila entre los 22 y los 32 metros sobre el actual nivel; sabían que entonces había mayor masa de agua, previa a las últimas glaciaciones (más cortas pero más intensas), y en el laboratorio descubrieron que efectivamente hace entre 3 y 4 millones de años el nivel del mar era mucho más alto y dejaron depósitos geológicos muy concretos como testigos. Estos registros, a su vez, debían ser contrastados con el rango de elevación o hundimiento de la propia isla dentro de su placa, ya que no siempre es fija la masa de tierra y debían comparar para no errar el tiro.

El resultado combinado demostró que fue en el periodo Piacenziano cuando más alto estuvo el nivel, entre 2 y 3 grados y cuando la acumulación de CO2 atmosférico era igual que en la actual etapa industrial. Es decir, la única época cercana geológicamente en la que las temperaturas eran parecidas a las que sufrimos hoy. El resultado es que el nivel del mar era unos 16 metros más alto de media, con oscilaciones de entre 6 y 19 metros como margen de error. Por lógica cabría esperar que a lo largo de los próximos siglos el nivel oceánico ascendiera en un rango similar, o incluso más. En aquella época no había un multiplicador del ascenso (las emisiones de carbono de la industria y el consumo humano) térmico como hoy.

La comunidad científica alerta de futuras evacuaciones

Entre tanto, la comunidad científica en EEUU ya recomienda una “retirada estratégica” ante la subida del mar y el cambio en el flujo de mareas, el verdadero peligro. Una subida media de dos metros puede parecer poco, pero las mareas y las tormentas harían casi imposible vivir en muchas zonas costeras actuales, que quedarían inundadas cíclicamente, destruyendo cultivos e infraestructuras. En un artículo de la revista Science los investigadores AR Siders (Universidad de Harvard), Miyuki Hino (Universidad de Stanford) y Katharine Mach (Universidad de Miami) argumentan que por muy complicada y controvertida que suponga esa medida es la única capaz de mitigar los efectos de lo que se avecina.

Ellos mismos reconocen lo extremadamente complejo y polémico de movilizar a cientos de millones de personas durante años hacia el interior para evitar catástrofes humanitarias. Pero los beneficios serían mayores que las consecuencias, y lo que es más importante, recuerdan que luchar contra el océano es una batalla perdida salvo que se inviertan cantidades inmensas en sistemas artificiales que puedan frenar las batidas del mar. El texto entiende que la Humanidad no debe luchar contra el mundo físico, sino adaptarse a él y establecer una relación lógica, racional. Señalan además la incidencia cada vez mayor de los cambios y cómo en regiones concretas de EEUU y su entorno (Golfo de México, Caribe, costa atlántica) las consecuencias de huracanes y tormentas son cada vez más trágicas.

Los firmantes entienden que nuestra relación con la naturaleza no se puede basar en un cerrazón irreflexiva sobre el suelo patrio o el hogar. Y que no se trata tanto de la costa, como de todos los nichos medioambientales en los que habita el ser humano. Los gobiernos y sobre todo la opinión pública (que es quien modifica los comportamientos cómodos del poder político y económico) deben entender esta opción no como una derrota sino como una transformación positiva hacia un equilibrio diferente. Para empezar abandonando las zonas de riesgo (zonas de montaña boscosa propensas a los incendios, las costas y llanuras costeras inundables) y afrontando la idea de que la factura humana y económica de mantenerse será siempre más alta que moverse.

Y ese movimiento debe ser además armónico y equitativo para evitar que las personas con menos recursos puedan quedar fijadas en zonas de riesgo y que todo lo hecho no haya servido para nada. El artículo indica que ese proceso ya se está llevando a cabo y que las retiradas son parciales, siempre en zonas que ya han sufrido desastres naturales y de manera caótica. Una de las opciones que dan es crear ciudades más grandes pero a la vez sostenibles que reduzcan el impacto ambiental.

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