Ha bastado un descubrimiento bien contextualizado para sacudir el frondoso árbol genealógico de los grandes saurios, una pequeña revolución que pone al abuelo de esta legendaria familia biológica en una nueva situación: hay que reordenar todo lo que se sabía hasta ahora.

Imagen de portada: Cadera y pelvis de un saurio, el punto clave de evolución de la familia

La Universidad de Cambridge y el Museo de Historia Natural de Londres han publicado en el medio especializado Nature un informe donde invitan a reordenar todo el árbol de evolución de los dinosaurios. Leído de otra forma: hay que reagrupar y recolocar en su justo lugar los grupos familiares, y cambiar ciertos puntos básicos, como que el origen de los dinosaurios pudo ser el hemisferio norte más que el meridional. Desde que empezara el estudio de los saurios de manera científica, a finales del siglo XIX, se ha organizado la extensa familia de estas especies en dos órdenes, el Ornithischia (parecido a un pájaro) y el Saurischia (parecido a un lagarto), los cuales habrá que cambiar después de que el informe, que revisa nuevos fósiles con el histórico acumulado durante décadas.

Esta división es muy antigua, proviene de los primeros tiempos en los que la paleontología no estaba muy desarrollada. En realidad fue una sucesión de investigaciones victorianas las que crearon esa estructura, empezando por el propio fundador del Museo de Historia Natural de la capital del Támesis, Richard Owen, pasando por Harry Govier Seeley y Adam Sedgwick, que crearon la primera estructura de las especies de esta rama. Pero aquella simplificación pronto se vio que no tenía mucho sentido. En los siguientes 50 años hubo que ampliar paulatinamente el árbol: Sauropodomorpha, Theropoda… y todos provenían de un tronco central común, un antepasado primitivo que fue el primero de los saurios.

Barton Et Al : Nature

Pero los estudios han demostrado que aquellas ramas gruesas iniciales eran equívocas: algunas especies de Ornithischia y los Theropoda tenían puntos en común, lo que contradecía una separación tan obvia. De hecho los carnívoros Theropoda resultaron estar emparentados con los Ornithischia herbívoros, y las ramificaciones clásicas no dejaban en buen lugar a los diplodocus, que todos damos por sentado como dinosaurios “clásicos” y obvios, pero que quedaban fuera de las pautas victorianas. Es decir: si la realidad no cabe en tu teoría, cambia la teoría, no la realidad. Así nacieron los Ornithoscelida, fusión revisada de elementos de Ornithischia y Theropoda. Además el estudio traza definitivamente la vinculación entre los dinosaurios de estructura anatómica de ave originarios y las aves actuales. Es decir: los pájaros que vuelan sobre ciudades y campos son descendientes directos (y no indirectos) de aquellos primeros dinosaurios y no de los últimos.

La ciencia pues se adapta: evoluciona el escenario real, y por lo tanto las teorías se modifican para poder ajustarse a lo que realmente es, más allá de las percepciones humanas. Así, la filogenia de los dinosaurios tendrá que ser revisada para entender mejor las pautas evolutivas. Y esto implica incluso el propio origen de la familia de los grandes saurios: hasta ahora se creían que habían surgido en las zonas más cálidas de Gondwana, el antiguo supercontinente, ya que, como indicaba la lógica los fósiles más antiguos encontrados provenían casi todos de Sudamérica, una de las partes de aquella Gondwana en el hemisferio sur.

Sin embargo el estudio británico ha demostrado que muy probablemente tuvo un origen en varios frentes, y que muy probablemente también aparecieron en Laurasia (la masa continental en el hemisferio norte hace 200 millones de años), y que luego migraron, ya que por aquel entonces la deriva continental había acercado mucho las masas de tierra. Esto implicaría cambios también en las teorías actuales, ya que obligaría a reconsiderar los movimientos migratorios posteriores de las especies, que han definido gran parte de la diversidad evolutiva de los dinosaurios, que llegaron incluso a tener pelo o a modificar su riego sanguíneo reptiliano para adaptarse a latitudes muy septentrionales.