La editorial Blume publica un biopic original, sin adornos, de estilo directo y lleno de expresividad, de una leyenda de la fotografía, que nos sumerge en un período único de la historia contemporánea.

Estamos en 1954 y Robert Capa, que ha deambulado de un lado a otro del mundo, de una revolución a otra, de una guerra a la siguiente, hace balance de una vida consagrada a ver esa lucha y retratarla. Ya es un consagrado desde que se atreviera a bajarse de la una lancha de desembarco en las playas de Normandía el Día-D una brumosa mañana de junio, diez años antes. Lejos de la imagen de aventurero impulsivo y temerario que lo caracterizó y que ha hecho de él una leyenda del fotoperiodismo, Capa habla de sí mismo claramente y revela la herida original que determinó toda su existencia. Detrás de este proyecto está Florent Silloray, joven ilustrador francés, autor asimismo de la adaptación de las memorias de un soldado que pasó la Segunda Guerra Mundial en un campo de prisioneros. Vive cerca de La Rochelle, en Francia.

Ernest Andrei Friedmann, conocido como Robert Capa (Budapest, Hungría, 1913 – Thai Binh, Vietnam, 1954), provenía de una familia judía húngara que en 1929 se vio obligado a emigrar de su país dada la delicada situación política. En Hungría todo iba a peor: el nacionalismo magiar era tan belicoso, suicida e irreflexivo como el alemán, y todo fue a peor con la llegada al poder de Hitler y la imposición de un gobierno fascista en Hungría. Durante los inicios de los años 30 vivió en Alemania y Francia, trasladándose a España al inicio de la Guerra Civil para estar presente en los principales frentes de combate.

Con 22 años comenzó a fotografiar la guerra, pasando posteriormente por Italia, China, Londres y el norte de África y comenzando así a labrarse una gran reputación que le llevaría a ser considerado uno de los mejores periodistas gráficos de guerra de la Historia. En 1947 creo la agencia Magnum junto con Henri Cartier-Bresson, William Vandivert, George Rodger, y David Seymour, donde realizó un gran trabajo fotográfico tanto en fotografía bélica como artística. El 25 de mayo de 1954, Capa se convertiría en el primer periodista estadounidense que murió en un conflicto bélico, la Guerra de Vietnam.

“Si tus fotografías no son suficientemente buenas, es que no te has acercado bastante”, solía decir Robert Capa. Uno de los padres del fotoperiodismo, antifascista convencido, y un auténtico tarado capaz de hacer lo que hoy ningún periodista haría, jugarse el pellejo como uno más. Algunos continúan con esa actitud hoy, y mueren, pero es difícil superar aquel intento de suicidio en Normandía. Aunque Capa hizo muchas más fotos y dejó testimonios mucho más grandilocuentes de su paso por este mundo, lo cierto es que aquellas fotos “ligeramente desenfocadas” (en realidad muy desenfocadas) fueron su particular Everest personal.

Casi le cuesta morir de un infarto, eso sin contar con la gran pifia en la que se velaron los carretes que hizo. Apenas se salvó un puñado de fotografías del Día D, hoy convertidas ya en iconos del siglo XX, del inmenso sacrificio nunca suficientemente reverenciado de los que lucharon contra el nazismo. Pero no fue el único punto culminante: a Capa le tocó el doble turno: Guerra Civil y Segunda Guerra Mundial. Estuvo casi una década dando tumbos de una trinchera a otra.

Su gran momento fue en realidad una casualidad. Antes de explicar lo que le ocurrió en la playa Omaha aquel día lluvioso de junio de 1944, hay que explicar que Capa había llegado a Europa en 1941 con un proyecto bien diferente: el periódico Colliers quería que cubriera la guerra, en general, sin mojarse mucho. Y desde Londres. En paralelo a su trabajo empezó a redactar unos diarios de trabajo para, en el futuro, poder realizar un guión para una película. Sus textos sin embargo terminaron por ser un reportaje histórico sobre aquellos cuatro años. Se unió a los Aliados, especialmente a los soldados rasos, pero también a muchos oficiales que le hicieron más llevadero el trabajo. Pateó África del Norte, Italia, Francia, Alemania…