Determinar el momento exacto en el que el ser humano dio el segundo salto clave (de Asia hacia Europa) para su evolución y desarrollo es un punto de partida para conocer mejor nuestra propia historia biológica.

Hay que tener en cuenta que la llegada real del homo sapiens, la forma básica evolutiva del hombre moderno, no llegó a Europa hasta hace unos 40.000 años, como apuntaremos más adelante en este reportaje. Pero ¿cuándo llegó propiamente el primer ser humano? Primero lo que sabemos: las sucesivas especies de la evolución hasta nosotros, ya fueran paralelas o secuenciales, salieron de África y luego dieron giros desde Oriente Medio en dos direcciones: hacia el norte y el este (Asia) y hacia el oeste (Europa). Según la última de las teorías, aparecida en diciembre pasado después de que se hallaran herramientas en Turquía mucho más antiguas, determina que el paso fue al menos hace 1,2 millones de años.

La clave está en que en los yacimientos del río Gediz (oeste de Turquía) en los que trabajaban investigadores de la Royal Holloway (Universidad de Londres) fechan la primera “diáspora” humana por encima del millón de años, mucho antes de lo que se creía. Se usaron métodos nuevos para la medición de la antigüedad de esas herramientas de piedra, las primeras usadas por un evolucionado ser humano, y que están datadas entre 1,24 y 1,17 millones de años. Esta nueva situación sugiere que, en efecto, de la sucesión de migraciones por lo que se conoce como “Mundo Isla” (es decir, África, Europa y Asia, quedando Oceanía y América al margen por no estar conectada por tierra con el resto salvo durante la glaciación), la de Europa fue antes de lo que se estimaba.

Eso significa que el ser humano primitivo tuvo más tiempo para evolucionar en paralelo al resto de grupos que se dispersaron por África y Asia, y luego por América. Es decir, que los cambios podrían ser más profundos. Para empezar está el hecho de que el Neandertal, que apareció en Europa y el norte de Asia (la zona más fría) hace un cuarto de millón de años (para extinguirse hace entre 30 y 28.000 años). Esto es: aquellos primeros emigrantes biológicos tomaron caminos diferentes antes de que llegaran los Homo Sapiens, de nuevo desde la madre África. Curiosamente, la llegada del nuevo Homo Sapiens supuso la casi contemporánea extinción del Neandertal.

La datación de ese paso de un continente a otro es clave ya que dibuja el verdadero mapa humano por la Tierra, de tal manera que puede usarse para calcular expansiones posteriores, saber dónde y cómo nacieron las culturas antiguas, cómo fue la migración indoeuropea y cómo se conformaron las primeras comunidades que conocían la agricultura, el paso definitivo hacia la civilización.

Los europeos son más viejos de lo que se pensaba

Ese primer paso hace 1,2 millones de años anticipó el definitivo. Se puede saber utilizando el lenguaje y la lingüística. Se utilizan las raíces de las grandes familias (como la indoeuropea, expandida por toda Europa, Oriente Medio y parte de Asia) para saber cómo se expandió el ser humano moderno cuando salió de África hace más o menos unos 60.000 años. Pero también se utiliza el ADN para, en correlación con las palabras, identificar comunidades. No solo se trata de las migraciones, sino de cómo se adaptaron: la población europea vivió en un clima muy distinto al de Asia, más extremo incluso, y tuvo que adaptarse a una dieta y forma de vida diferente.

Así, a partir del ADN de un fósil hallado en Rusia, se puede determinar que hace 37.000 años ya había diferencias entre europeos y asiáticos. Cuando hablamos de diferencias nos referimos a biotipos más que a auténticas divergencias genéticas. Somos una sola especie, una sola raza, pero distintas etnias. Y lo que es más importante: el genoma base de los europeos ya existía hace 37.000 años y sobrevivió a la última de las glaciaciones, lo que establece una línea de continuidad hasta ahora puesta en duda. Pues ya lo sabemos: somos más antiguos de lo que pensábamos.

Área de expansión del Neandertal copia

Área de expansión del Neandertal

El ser humano hallado es igual que los europeos y siberianos occidentales modernos, pero no es diferente a los de restos hallados en Asia y que datan de la misma época. El fósil, llamado Kostenki 14 por su ubicación, tenía además rastros de familiaridad con los neandertales, más incluso que con nuestro ADN actual. Hubo cruces entre ambas especies y aquellos primeros europeos quizás eran más primitivos que otros homo sapiens en África y Asia. El amplio conocimiento arqueológico, lingüístico, cultural y genómica que hay de Europa permite trazar mejores mapas a este lado del Caúcaso y de los Urales que al otro, ya que así podemos hacer un mapa evolutivo más sofisticado y certero. Además, seamos sinceros: Europa es un tragadero por donde han entrado todas las culturas posibles, y todas las sucesivas migraciones humanas. No hay continente más mestizo que Europa, capaz de encontrar incluso descendientes de mongoles entre los ciudadanos de Europa Central.

El hecho de que seamos más antiguos supone un “revolcón” a las ideas preconcebidas. Sobre todo porque es obvio que el ser humano en Europa recibió una gran influencia genética desde Oriente Medio. El Neolítico vino acompañado de la última oleada hace 10.000 años, cuando la civilización oriental basada en la agricultura dio un paso hacia el oeste. Supone además que hay una línea ininterrumpida entre los primeros emigrantes salidos y los últimos, como un árbol común al que se le unen otros. Y eso incluye los cruces con los neandertales, con los que se convivió durante casi 10.000 años, pero con los que hubo menos contacto del que se creía.