El planeta enano Ceres, que orbita el Sol dentro del Cinturón de Asteroides, alberga los elementos químicos clave para que se desarrolle la vida; y el asteroide WF9, de tipo mixto (asteroide y cometa), se acerca a la Tierra desde que fue descubierto en noviembre pasado.

Los compuestos orgánicos que la nave Dawn de la NASA detectó en Ceres son “probablemente” originarios del planeta enano, al contrario de la idea inicial de que pudieron llegar en asteroides impactados o incluso cometas. Estos materiales orgánicos son en realidad compuestos químicos presentes en la generación de vida a niveles básicos. El Southwest Research Institute ha detectado hielo de agua, amoníaco, carbonatos y sales minerales, y que la concentración y cantidad en superficie evidencian la opción de que fueran “nativos” de Ceres. Curiosamente en las zonas más antiguas.

Según la NASA Ceres es una pieza clave para entender el origen y evolución del Sistema Solar, incluso para conocer mejor la posible distribución del material orgánico por el “vecindario” del Sol; esto sería parte de la teoría que sustenta que los orígenes fueron externos, es decir, que los cometas y asteroides operan como difusores de los componentes por los planetas por donde pasan o se estrellan. Ceres tiene cerca de 4.500 millones de años, y que la concentración de materiales orgánicas es muy alta en el hemisferio norte. Lo que es más importante: no es un cráter solitario producido por un impacto de asteroide que portaba esos elementos, sino que se distribuye por varios puntos de toda la superficie.

Las coincidencias químicas son muchas: para empezar las áreas con mayor concentración de elementos químicos orgánicos tienen también altas densidades de carbonatos y amoníacos. La orografía también muestra que estas zonas estuvieron sometidas a procesos hidrotermales, lo que ejemplifica que podrían ser producto de procesos internos. Esto conecta con otra potencial realidad: Ceres alberga océanos subterráneos con actividad. De esta forma se conectaría la composición de la superficie con la presencia masiva de agua en el interior, quizás incluso caliente por la actividad térmica del núcleo.

Rastro de los restos alrededor del cráter Ernutet (NASA)

Por otro lado, la Tierra perpetúa su condición de diana gigante para las “balas perdidas” espaciales. En noviembre pasado la NASA descubrió un asteroide de un km de diámetro ha entrado en el círculo interno del Sistema Solar (desde el Cinturón de Asteroides hasta Mercurio) y su trayectoria se cruzará con el de la Tierra. No obstante la NASA afirma que no hay peligro de impacto. El cuerpo, denominado WF9, fue descubierto por la misión NEOWISE en el otoño pasado cuando lo detectó en una órbita muy concreta, que lo llevará a sobrevolar casi todo el Sistema Solar durante un ciclo de cinco años.

Esta trayectoria le hizo curvar en órbita de Júpiter para luego rebasar el Cinturón de Asteroides “por debajo” (es decir, sin atravesarlo) y adentrarse en las órbitas de Marte y la Tierra. Cuando llegue a la órbita terrestre se curvará de nuevo en su órbita y saldrá despedido hacia el circuito externo (Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno). El punto de mayor cercanía con nosotros será el próximo 25 de febrero, a 51 millones de km del planeta, es decir, a suficiente distancia como para no ser un problema.

NASA JPL Caltech

Representación artística del FW9 (NASA – JPL / Caltech)