Este septiembre ha visto la luz ‘Hitchhiker’, el disco nunca publicado que reunía las grabaciones acústicas que hizo Young en el estudio de Indigo Ranch en 1976, que incluye además dos canciones inéditas y son un recordatorio de cómo era la música del cantautor folk canadiense en una época muy prolífica de su carrera.
Hay dos tipos de músicos, los que viven por la fama y fortuna que generan sus carreras, y custodian su legado o su profesión como una gran campaña mercantil, y los que aprovechan esa fama y fortuna (más o menos grande, eso ya depende), para proyectar algo. Pueden ser sensaciones, ideas, una determinada visión social o cultural… Neil Young es uno de los del segundo grupo, un contemporáneo tardío de Bob Dylan que supo construir su propio camino con herramientas parecidas y ejercer también de “bardo” moderno, cantando las miserias políticas y sociales de EEUU, siempre del lado de los que quedaban de lado en la maquinaria del sueño americano, hoy ya diluido y carbonizado. Y eso que en realidad es canadiense, pero pocos han logrado galvanizar ese espíritu norteamericano como él. Young fue especialmente activo en los años 70, cuando era un ariete joven que no paraba de trabajar, y que compuso un álbum perdido y maldito, porque no vio la luz, ‘Hitchhiker’, y que ahora finalmente se publica el 8 de septiembre.
Prolífico, de izquierdas, influyente, capaz de enajenar a las bandas de música de derechas del sur de EEUU (‘Sweet Home Alabama’ de Lynyrd Skynyrd nació como respuesta a otras canciones de Young, por ejemplo), maestro del folk, cantautor, siempre a su aire, pero sobre todo imprevisible. Olvídense de las carreras ultra programadas de los músicos actuales. Young volaba libre y punto. Siempre con la guitarra y el potencial acústico y de sus directos, ya fuera con sonido eléctrico o más suave y solitario. Desde los 60 hasta hoy ha tocado todos los géneros posibles, desde el rock eléctrico al country pasando por el blues, el folk o incluso el soul. Y la voz, muy particular, nasal, que igual que el característico sube y baja de Bob Dylan, forma parte ya de su legado sonoro.
‘Hitchhiker’ es un álbum “perdido”, entre comillas, la suma de canciones ya conocidas de su repertorio junto con dos inéditas que nunca vieron la luz, ‘Give me strength’ y ‘Hawaii’, donde apenas había acompañamiento salvo la guitarra acústica que tocaba el propio Young en las grabaciones. Eso fue en 1976, y lo que ve la luz ahora son una decena de temas que incluyen ‘Pocahontas’, ‘Powderfinger’, ‘Captain Kennedy’, ‘Ride my llama’, ‘Hitchhiker’, ‘Campaigner’, ‘Human highway’ y ‘The old country waltz’. El disco tiene su particular historia, también curiosamente paralela a la de Dylan y sus “basement recordings”, cuando se encerraba a grabar decenas de canciones de manera casi artesanal y que, en la mayoría de casos, apenas vieron la luz en ediciones limitadas. Eso sí, luego fueron rescatadas a mayor gloria del Nobel de Literatura más bizarro imaginable.
Fue en el estudio de Indigo Ranch de Malibú, en California, con David Briggs de productor, donde Young se encerró para grabar esas mismas canciones, en un episodio de brote artístico que él mismo resumió en 2014 en sus memorias: “Pasé la noche ahí con David y grabé nueve versiones acústicas yo solo, completando una cinta que llamé “Hitchhiker”. Era una obra completa, aunque yo estaba bastante disperso y lo puedes escuchar en las grabaciones. Dean Stockwell, mi amigo y un gran actor con quien trabajé después en el largometraje Human Highway, estuvo con nosotros esa noche, sentado en la habitación conmigo mientras yo iba sacando todas las canciones seguidas, parando sólo para fumar marihuana, tomar una cerveza o una Coca-Cola. Briggs estaba en la sala de mandos, mezclando con su máquina favorita”.
En realidad no fue algo casual: Briggs y Young fueron colaboradores habituales en la segunda mitad de los 70, cuando se reunían de manera periódica en Indigo Ranch para trabajar. El primero grababa y editaba, el segundo componía e interpretaba, un tándem perfecto al que acudían amigos para ver en directo cómo, casi siempre de noche, Neil Young exprimía su talento libre de parafernalia, sólo con su voz y su guitarra. Fue uno de los periodos más productivos de Young, que no podía parar de crear y necesitaba que fuera grabado para evitar que se perdiera la producción. Briggs, por ejemplo, contaba cómo eran esas sesiones de grabación: sin papeles, ni bolígrafos, nada, sólo Young, sentado, mirando a los cristales de la cabina, agarrado a la guitarra, y empezando a tocar sin rumbo, de la cabeza al sonido. Creatividad instantánea.
Young en los 70, en su época más prolífica y donde se gestó la grabación de ‘Hitchhiker’
Sin embargo aquellas grabaciones no vieron la luz como un álbum completo, sino por piezas: muchas de las canciones ya habían sido compuestas y Young se limitó a grabarlas con nuevas versiones o bien fueron publicadas luego en otros álbumes siguientes, pero nunca como un todo completo. ‘Hawaii’ y ‘Give me strength’, las inéditas creadas al 100% entonces, fueron regalos de Young a sus fans en algunos conciertos de los años posteriores, como bises que nunca podrían tener en un disco. Hasta ahora. Lo que llegará por fin al público como un todo, por fin, es un recuerdo de cómo era el Neil Young de los 70, con un sonido muy particular que con los años fue modelándose, perdiendo fuerza o ganándola, en función de los gustos musicales de cada uno. Este septiembre ya podrán juzgar.
El canadiense imprevisible
Neil Young (Toronto, 1945) se crió en casa de periodistas amantes de la música, y con 14 años ya tocaba la guitarra, que le acompañaba a todos lados. Obsesionado con la música, no logró ser un buen estudiante y se concentró en su pasión, especialmente a partir de la creación de sus primeras bandas, donde versionaba lo que tenía a mano, desde los Beatles a Elvis Presley. Su madre le empujó cada vez más hacia el plan profesional: si vas a hacer esto, tómatelo en serio. Así saltó de los clubes de Winnipeg a Toronto, y de ahí a California, donde creó con otros Buffalo Springfield, uno de los grupos pioneros en fusionar el rock con casi todo (folk y country sobre todo). Hubo que esperar a 1969 para que Young volase en solitario con un disco homónimo que fue el estallido de salida a su carrera libre. Fue entonces cuando llegaron ‘Everybody knows this is nowhere’ (1969) y otros álbumes, donde se alió con la banda Crazy Horse para empezar con unos años 70 que le encumbraron. Entre medias se unió a David Crosby, Stephen Stills y Graham Nash para crear un cuarteto único que nos legó ‘Deja Vu’ (1970).
Para entonces Young ya era el máximo referente contra el sistema, el racismo, el militarismo y esa recalcitrante América conservadora que ahora desfila por el Sur con esvásticas. Ese espíritu le llevó a crear en 1972 ‘Harvest’, su mayor éxito comercial, un extraño caso de confluencia de crítica y público en una carrera marcada por la mala relación de Young con la industria de la música. No compone para vender, sino para influir. En los 80 hubo un bajón considerable, donde colaboró (para mal) con el productor Geffen, y que le hizo regresar con Reprise en los 90 para recuperar parte de su tono con ‘Freedom’ (1989) y ‘Ragged Glory’ (1990), ‘Harvest Moon’ o ‘Mirror Ball’ (1994), donde grabó nada menos que con Pearl Jam de colaboradores. Desde entonces se ha dedicado a experimentar y volar aún más ecléctico, libre de toda carga y convertido en una leyenda musical que, literalmente, hace lo que le da la gana.