Es una broma, pero quizás un “Reino de los Pulpos” en los mares de medio planeta podría ser una realidad en unas décadas: el cambio climático está alterando los parámetros de temperatura, salinidad y acidez de los mares, y la Madre Naturaleza se adapta: los cefalópodos salen ganando, y el nuevo “supercoral”.
Que el clima de la Tierra es como un sonajero no es nada nuevo: este planeta ha pasado del calor extremo inicial a varias eras criogénicas que la convirtieron en una bola de hielo; pero desde hace unos cientos de millones de años (un “suspiro” en términos cósmicos) se ha estabilizado lo suficiente como para que la explosión de vida, adaptada a nichos medioambientales y a las estaciones, haya perdurado a pesar de las extinciones. El cambio climático por razones antropogénicas (resumiendo, culpa de los humanos) ya es una realidad y mientras algunas especies se dirigen irremediablemente hacia su final, otras se adaptan y prometen ser incluso “invasivas”.
Por un lado están los cefalópodos (familia que incluye a los pulpos, calamares, sepias y nautilos), cuyo número no ha parado de incrementarse en todo el mundo desde la Segunda Guerra Mundial, el momento en el que empezó el contador del cambio climático actual en su fase más severa. La Universidad de Adelaida (Australia), que ya ha realizado varias investigaciones oceanográficas sobre su ecosistema submarino, ha cruzado los datos de captura de cefalópodos con sus observaciones para desarrollar un informe serio sobre el futuro de este tipo de animales, y que ha sido publicado en Current Biology. Según el propio estudio, y como saben muchos biólogos, los cefalópodos son un grupo de animales con una asombrosa inteligencia y capacidad de adaptación a casi cualquier ambiente.
Para empezar, y aunque parezca un contrasentido, su vida es corta. Esto les obliga a reproducirse a toda velocidad y en masa, por lo que su población se dispara si las condiciones son buenas. Además su evolución (y modus operandi como especie) es mucho más flexible que en otras especies. Y cuando decimos “evolución” lo hacemos en el corto plazo, esto es, la capacidad de los cefalópodos para asumir las nuevas condiciones creadas por la interacción humana. Han demostrado ser capaces de habitar aguas más calientes de lo normal, justo lo mismo que ocurre con las medusas y con varios tipos de algas. El estudio recoge registros de todo el mundo, para así poder comparar y saber si la progresiva disminución de algunas especies de los océanos en la zona austral es algo general o sólo regional.
Los investigadores creen que la acción humana ha cambiado el equilibrio de parámetros ambientales en los océanos, sobre todo en las zonas próximas a las costas. Mientras que el océano profundo se mantiene todavía como una zona virgen, la superficie cambia muy rápidamente. El estudio demuestra que los cefalópodos, que no olvidemos son invertebrados especialmente sensibles a los cambios (y por tanto, si resisten, un tipo de especie dispuesta a adaptarse), se benefician no sólo de los cambios térmicos, sino también de la disminución de peces por la sobrepesca mundial. Al haber menos competencia, por decirlo así, podrían haber aumentado su volumen a pesar de que el ser humano pesca cefalópodos por todo el mundo. Tienen además la particularidad de que además de servir de alimento humano también lo son de muchas otras especies (¿eso llevaría, por ejemplo, a un aumento de población de especies que se los comen?), pero que también son depredadores voraces, por lo que no está muy claro cómo afectará su aumento a gran escala en la cadena.
El nuevo coral resistente
Los arrecifes se mueren, y no es una frase hecha. A más calor del agua, mayor acidificación. Entonces llega el llamado “blanqueamiento” del coral que conforma los arrecifes, es decir, su muerte. Al morir los arrecifes cientos de miles de especies que habitan estas formaciones submarinas de baja profundidad se quedan sin nicho ecológico. Y eso que los arrecifes han sobrevivido a casi todo en los últimos 250 millones de años. Muchos de ellos han visto nacer y caer gigantes como los dinosaurios, pero a duras penas puede que sobrevivan a los seres humanos. Pero puede que no todo esté perdido: la Universidad de Rutgers ha demostrado que algunos corales han generado cambios genéticos rápidos y que existen variantes de una misma especie que son capaces de sobrevivir en aguas más cálidas y ácidas. Eso para los que no creen en la Teoría de la Evolución. El estudio ha creado una base de datos genética del coral, lo que permitirá concretar mejor todavía su perfil biológico e, incluso, que los propios humanos puedan expandirlo.
Pero no es algo nuevo: en 2015 un estudio australiano-norteamericano ya demostró que en la Gran Barrera de Coral australiano ya hay algunos tipos de coral que cambiaron genéticamente para tolerar aguas muy cálidas. De este informe se desprendía que si se combinaran las especies de coral en un mismo punto aumentarían las opciones de los arrecifes para sobrevivir. El experimento australiano permitió cruzar dos latitudes diferentes y el resultado fue positivo: las larvas de coral con ancestros del norte (más cerca del Ecuador, es decir, de aguas más cálidas) tenían diez veces más posibilidades de sobrevivir que las del sur (y por tanto más frías, recuerden que estamos hablando del Hemisferio Sur). Este experimento sentó las bases de un plan que ya ronda en Australia: que los humanos mezclen especies de coral para lograr crear adaptaciones biológicas que permitan a los arrecifes sobrevivir a la acidificación en las capas altas de los mares.