La revista Nature publicaba el pasado 15 de diciembre una noticia alentadora y al mismo tiempo deprimente para los necesitados de respuestas totales a preguntas abiertas: podría haber un nuevo bosón según ha detectado una serie de experimentos del LHC.
El bosón de Higgs fue sólo el principio, o mejor dicho, un eslabón de la cadena que debería permitir a la Física poder explicar mejor el universo al nivel subatómico, ese pequeño gran mundo que nos conforma como materia y existencia en el espacio y el tiempo. El Gran Colisionador de Hadrones (LHC) es uno de los mayores experimentos coordinados en ciencia del mundo, por tamaño, presupuesto, empresas e instituciones asociadas. Fue el escenario de los experimentos ATLAS y CMS, que en este tiempo de trabajo ha detectado posibles indicios de un nuevo bosón. Son los mismos proyectos que en su día permitieron detectar el bosón de Higgs en 2012. De ser cierto que existe una nueva partícula habría que reordenar la Física de partículas. Otra vez.
Hay que remarcar lo de “posibles indicios” porque los falsos positivos son uno de los peores enemigos del LHC. Ya ocurrió en el pasado cuando creyeron encontrar partículas que viajaban más rápido que la luz, lo cual desmontaría parcialmente la Teoría de la Relatividad. Luego se percataron, en experimentos secundarios, de que era erróneo. El pasado verano volvió el LHC a ponerse a trabajar y parte de la conclusiones se presentaron este mes final del año. Y la posibilidad de que haya un nuevo bosón haría todo más complicado al nivel subatómico. Los proyectos ATLAS y CMS detectaron una subida de energía de 750 gigaelectronvoltios en los análisis de las colisiones protón-protón durante las sesiones del LHC.
Esta variación podría deberse a la existencia de una nueva partícula desconocida hasta ahora que, al igual que hizo el bosón de Higgs durante años, jugaría al gato y el ratón con el LHC. Podría ser un bosón o no, eso depende de los experimentos secundarios que se realicen. Esa partícula sería cuatro veces más masiva que un quark top, la de mayor masa descubierta hasta ahora. Una peculiaridad es que en el ciclo experimental de este año el LHC usó más energía que en los anteriores, con un total de 13 teraelectronvoltios. Lo importante es que los dos experimentos, por separado, a esos niveles de energía, detectaron subidas inesperadas no previstas hasta ahora en la misma “región de masas”.
Podría ser casualidad. O no. Este tipo de desviaciones son habituales porque en un experimento de este tipo inciden muchas circunstancias. Una de las peculiaridades es que los dos proyectos buscaban objetivos diferenciados. En el caso del CMS buscaban gravitones, un tipo diferente de partícula. Lo relevante es lo “exótico” (palabra usada durante la presentación en el LHC) del suceso, y sobre todo que las propuestas de expansión del modelo estándar a este nivel (la supersimetría) no terminan de funcionar. Cada vez que los físicos apuntan en una dirección surge algo que los desvía y obliga a reformular. De momento habrá que esperar a la primavera que viene en el nuevo ciclo de funcionamiento del LHC.