Empieza a ser recurrente que el ser humano le eche pulsos a la Tierra sin parar, la mayor parte de las veces inconscientemente; ahora son los VSLS, y no están controlados por los tratados internacionales.

Cuando poco a poco la capa de ozono parece haber iniciado una fase de regeneración (salvo en los polos) un grupo de estudio de la Universidad de Leeds ha demostrado que las llamadas “sustancias de corta vida”, compuestos artificiales o naturales usados en la industria, afectan también al ozono y su agotamiento. La capa de ozono es vital para la vida en la Tierra. Se extiende entre los 15 y 50 km de altitud y asume el 90% de todo el ozono presente en la atmósfera. Su función es indispensable, ya que absorbe el 99% de la radiación ultravioleta de alta frecuencia que evita que la vida celular se destruya en la superficie. Durante años esa capa se debilitó e incluso rompió en las zonas polares, alcanzando incluso al mundo subacuático (en Australia, por ejemplo). Países como Nueva Zelanda, Chile o la mencionada isla continente alcanzaban cotas muy altas de radiación.

El agujero lo provocó el consuno de gases CFC (clorofluorocarburos) en la industria pesada y doméstica (como en los frigoríficos, por ejemplo). Después de muchos años se logró regular la producción de esos gases (Protocolo de Montreal de Naciones Unidas), y desde hace un par de años los sistemas que monitorizan el ozono en la atmósfera han detectado que, efectivamente, se ha conseguido reducir su impacto y la capa de ozono se estaba recuperando. Poco a poco, pero por lo menos ya había un crecimiento positivo. Sin embargo por cada enemigo que cae a la atmósfera terrestre le ha salido otro rival. Según el trabajo publicado en Nature Geoscience por el equipo de la Universidad de Leeds (dirigido por Ryan Hossani) la presencia en la atmósfera de los VSLS (sustancias de muy corta vida) industriales crece muy rápido y tienen un efecto similar a los CFC.

Al ser compuestos muy particulares de corta vida se quedaron fuera de las regulaciones, pero el aumento masivo de su consumo provoca que las posibilidades de recuperación de la capa de ozono se reduzcan. Y no solo contra el ozono: también pueden alterar el clima, en una cadena de efectos secundarios acción-reacción que lo engloba todo. Concretamente hay un aumento significativo del diclorometano, artificial creado por el ser humano para la industria pesada y media. De momento parece que el impacto no es determinante, pero sí creciente y exponencial, es decir, que de no regularse y controlar estas sustancias podría llegarse a una situación similar a la que se ha vivido con los CFC.

Variación representativa del ozono en el Polo Sur entre 1979 y 2008 

Los VSLS destruyen el ozono en las capas bajas de la estratosfera, justo donde más daño hace. Cada molécula perdida no se recupera como en las capas más altas, y consecuentemente tiene mayor impacto climático. Pero es algo más complejo que todo eso. De hecho la mayor parte de los VSLS que dañan el ozono son de origen natural, producidos por las algas marinas, y provocan el 90% del impacto contra el ozono. Por una vez el ser humano es culpable, pero algo menos. Todavía, ya que la producción de los VSLS artificiales se dispara en paralelo al auge industrial de los países en vías de desarrollo. La ironía es que un potencial origen sería los sustitutos de los CFC, los HFC, desarrollados de tal manera que no dañan el ozono pero que necesitan de otros compuestos alternativos que, visto lo visto, terminan por dañar aquello que debían obviar.

El ozono y la vida: tres átomos de oxígeno vitales

En realidad el ozono es una derivación del oxígeno, su forma “alotrópica”, muy frágil y estable únicamente de forma natural en condiciones concretas de presión y temperatura. Justo las que se dan en las zonas altas de la atmósfera. Se producen a partir de tres átomos de oxígeno y es el producto, precisamente, del impacto de la radiación solar. Es decir, que aquello que podría destruirnos biológicamente produce como efecto secundario al bombardear el oxígeno de la atmósfera el antídoto perfecto contra ese mal. El proceso es sencillo: los fotones de luz ultravioleta separan los átomos del oxígeno (dos unidos), y al quedar libres se combinan de forma natural con moléculas estables de oxígeno, por lo que pasa que de dos a tres, es decir, se convierten en ozono.

Su papel en la cadena de la vida es fundamental: el ozono producido por la radiación solar evita que ésta llegue a nosotros, ya que la filtra y sólo permite las que son de onda larga, las que no son nocivas y son, de hecho, la luz. Esta ondas largas son las que provocan la fotosíntesis en las plantas, la base de toda la construcción biológica de la Tierra. El ozono retiene la radiación nociva y deja pasar sólo lo necesario para que haya luz y fotosíntesis. Por eso es imprescindible. Su equilibrio es muy frágil, ya que la reacción química de disociación y combinación posterior es fácilmente alterable por otros compuestos que podrían obstaculizarla o alterarla. Por ejemplo los CFC. Y ahora los VSLS.