Ahí fuera el Universo nos tiene en la diana: en apenas una semana van a pasar “rozándonos” en escala espacial dos asteroides.
El primero aparecerá mañana martes sobre las 20.00 horas en el sector del cielo correspondiente a la constelación de Cefeo; pasará cerca de nosotros, muy cerca, a 438.480 km de nuestro planeta, un poco más lejos de la Luna, lo que en dimensiones espaciales es algo así como “rozando”, tan cerca del campo gravitatorio terrestre que podría ser letal. Pero su trayectoria, aparentemente, no va a cambiar. El monstruo viaja a 11 km por segundo. Eso sí, no es muy grande (apenas 22 metros, un “pelín” más grande que el que aterrorizó Siberia el año pasado) y ha sido bautizado como 2014KH39. El Proyecto Telescopio Virtual ofrecerá imágenes en tiempo real y comentarios en vivo.
El segundo invitado sorpresa será para el 8 de junio, pero éste es mucho más grande: 650 metros, suficiente como para brillar y ser detestable incluso con los telescopios de aficionados. Se le ha bautizado como 2014HQ124 y pasará más lejos, tres veces la distancia con la Luna. Con semejante tamaño podría ser un enemigo número 1 de la Tierra, podría perfectamente atravesar la atmósfera y provocar una catástrofe. Éste podrá ser visto sobre todo en el hemisferio sur en el cuadrante de las constelaciones de Horologium y Eridanus.
Hasta la fecha, el programa de seguimiento de de objetos cercanos a la Tierra ha permitido a las agencias espaciales determinar 11.107 rocas espaciales, de las que 860 tienen un diámetro de 1 kilómetro o son más grande. Es decir, potencialmente destructivos para la superficie terrestre. Porque no hay que olvidar que todo cuerpo celeste es una diana gigante para estas balas perdidas del Universo, trozos de planetas o de nubes de materiales que vagan a la deriva en órbitas forzadas por la gravedad de estrellas y planetas. Y seguro que lo han visto mil veces en los documentales: una piedra ardiente que cruza la atmósfera, impacta y se come un cacho de planeta mientras el cielo arde, luego se ennegrece y después genera un invierno nuclear de generaciones.
Es lo que podría pasar si alguno de los 20.000 asteroides que nos acosan continuamente chocara contra la Tierra. Y sus tamaños son horribles: desde los 100 metros, que provocaría la extinción de la mitad de especies y hundiría la economía mundial, hasta el kilómetro de diámetro, que podría alterar la corteza terrestre de manera definitiva. La NASA, en colaboración con el resto de agencias espaciales e instituciones astronómicas, vigilan de cerca de estos lobos solitarios que nos rondan: de momento se ha identificado a los más grandes, los 981 “problemáticos”, aunque faltan algunos más. Todo empezó por el terror a un impacto directo, llevado al límite cuando en 2004 Apofis nos “rozó”, por así decirlo en dimensiones astronómicas.
Las nuevas observaciones de un satélite indican que existen menos asteroides de tamaño medio que pasan cerca de la Tierra de lo estimado hasta ahora. El riesgo de colisión con la Tierra es menor de lo que se pensaba, pero, por otra parte, la mayor parte de estos asteroides siguen sin ser descubiertos, por lo que hacen falta más estudios para evaluar el riesgo. Los llamados asteroides cercanos a la Tierra son los cuerpos celestes que orbitan a una distancia máxima del Sol de 195 millones de kilómetros y se aproximan a la órbita terrestre. El telescopio del satélite Wise observó en infrarrojo más de 100.000 asteroides en el cinturón entre Marte y Júpiter, con unos 585 cercanos a la Tierra.
Entre los mayores de un kilómetro de diámetro los datos indican que existe un número ligeramente menor que el estimado y que se ha descubierto ya el 93% de ellos. Se cree que entre ellos están todos los asteroides de más de 10 kilómetros de diámetro, similares al que se supone que causó la extinción de los dinosaurios hace millones de años. Y el primer paso para controlar un problema es su verdadera dimensión: muy grande, por ahora. La forma de buscar que tiene Wise es sencilla: por la luz. Capturó una muestra más exacta debido a que sus detectores de infrarrojos pueden ver tanto objetos claros como oscuros.
Es difícil para los telescopios de luz visible ver las cantidades de tenue luz visible reflejada por los asteroides más oscuros. Los telescopios infrarrojos detectan el calor de un objeto, que depende del tamaño. Así que por el momento puede que no haya un peligro excesivo, pero sí que hay una verdadera preocupación, lo cual no deja de ser un avance. Mientras tanto, el alarmismo proyectado a través de documentales, películas como ‘Deep Impact’ o similares dan como consecuencia una mayor conciencia de que la mayor amenaza de final violento de nuestro mundo puede que no sea el clima, los virus o el fin de los polos. Simplemente podría ser un asteroide perdido que en su deambular queda atrapado por la gravedad de un planeta azul que se cruza en su camino. Para bien o para mal, de momento sigue la búsqueda.
Apofis, el Enemigo Público de la Tierra
Si hubiera una lista de enemigos públicos de nuestro planeta, sin duda en la parte más alta estaría Apofis, más conocido como (99942) Apofis, un asteroide del tipo Atón con una órbita que cruza las de otros planetas del anillo interior del Sistema Solar, entre ellos el nuestro. Es, por decirlo así, un psicópata dispuesto a usarnos de diana. En 2004 pasó a una distancia muy, muy cercana, tanto que todas las agencias espaciales cruzaron los dedos temiéndose lo peor. Volverá a pasar en 2029 y 2036. Si se estrellara sería el equivalente a 40.000 bombas atómicas, sería nuestro fin y el de casi toda la vida terrestre. Y eso que es más pequeño que el diámetro calculado del que acabó con los dinosaurios hace 65 millones de años, pero aún así sería como un tiro directo. Lo más terrible sería que Apofis, en el 2036 (se descarta impacto en 2029), entrara en la llamada “cerradura gravitacional”, una región muy precisa del espacio de no más de 400 metros de diámetro, que lo situaría en trayectoria de colisión para un futuro impacto el 13 de abril de 2036, con una posibilidad de 1 entre 45.000. Así que, efectivamente, el Apocalipsis tiene fecha.