Carlos Salem nació en Buenos Aires en 1959 y reside en España desde 1988.

Ha publicado las novelas ‘Camino de ida’ (2007, Memorial Silverio Cañada de la Semana Negra de Gijón), ‘Matar y guardar la ropa’ (2008, Premio Novelpol a la mejor novela policial), ‘Pero sigo siendo el rey’ (2009, finalista del Premio Dashiell Hammett), ‘Cracovia sin ti’ (2010, Premio Seseña de Novela) y en breve ‘Un jamón del calibre 45’ (RBA); los libros de relatos ‘Yo también puedo escribir una jodida historia de amor’ (2008, finalista del Premio Setenil al mejor libro de relatos), y ‘Yo lloré con Terminator 2’ (Relatos de Cerveza-Ficción); además de los poemarios ‘Si dios me pide un bloody mary’ (2008), ‘Orgía de andar por casa’ (2009) y ‘Memorias circulares del hombre-peonza’ (2010). Es, de largo, uno de esos modelos de “self-made writer” que comparte con muchos otros ese tortuoso camino vital que desemboca en la obra literaria: en Argentina hizo de todo, tuvo diferentes trabajos y finalmente llegó a España, donde fue periodista durante años en Ceuta y Melilla. Hasta que llegó su hora (que dirían los cinéfilos), en 2007.

Primera: con ese apellido tan literario y esotérico, ¿fue con intención ser escritor o cualquier parecido con la ficción es pura coincidencia?

El apellido me tocó, el nombre me lo puso mi padre, que es fanático de Carlos Gardel. Me suelen preguntar si es un pseudónimo, pero no. Creo que me sentiría raro usando “un nombre artístico”. Es cosa del DNI. Cuando era niño, no faltaba alguien que, al conocer mi apellido, sacara a relucir las brujas. En un tiempo me molestaba, ahora me da igual.

Poeta, cuentista, le dicen “inclasificable” y algunos incluso “extravagante”. ¿Hay que llamar la atención aunque sea a cañonazos para que le hagan caso en el mundo de las letras?

Si tengo que definirme, me siento novelista. Siempre quise escribir novelas. Todos los otros palos que toco, con el mayor de los respetos, los toco como un amateur, en el sentido de que amo la poesía, el teatro, el cine, el cómic (sí, también tengo algunos guiones), y los toco lo mejor que puedo en cada momento. Con la novela ocurre lo mismo, pero como llevo toda la vida queriendo escribir ficción larga, lo siento mi oficio y lo disfruto más, si cabe. En cuanto a lo de “inclasificable”, me temo que esta primera década del siglo nos ha creado una fuerte adicción a las etiquetas, tal vez para “ahorrarnos” el esfuerzo de tener un criterio propio. De modo que cualquier actitud que no siga el rebaño de la moda, de lo que toca escribir o cantar o pintar, y sin embargo se piense que igual tiene su puntito de valor, se le llama inclasificable. Yo me lo tomo como un elogio y espero que lo sea. Lo de extravagante… sólo lo puede decir quien no me conozca (y mejor que no me lo diga a la cara, ¿vale?). ¿Es decir que si en lugar de llevar un pañuelo negro en la cabeza llevara un flequillo lamido por una vaca, ya no sería extravagante porque esos son los peinados que se llevan? Soy un tipo bastante simple, aunque haya quien crea que voy de borde por la vida. Mis amigos y mis compañeros de oficio saben que no es así. Y en cuanto a lo de llamar la atención… no lo intento. Hago cosas. Ayudo a hacer cosas. Promuevo aquello que me parece bueno dentro de mis limitadas posibilidades. Si eso es llamar la atención, se lo recomiendo a cualquier creador, por te recuerda que no eres el único ni el mejor, sólo uno más, haciéndolo lo mejor que puedes.

Su éxito arrancó con mucha fuerza en 2007 y más claramente en 2008. ¿Aturde tanto en tan poco tiempo? ¿Se pierde la perspectiva que tenía cuando era más desconocido?

Sigo siendo desconocido, no confundamos. Aquí sólo hay dos caminos: o te encumbran los grandes grupos (y a lo mejor lo mereces, conozco varios casos), o vas poco a poco, a tu ritmo, y apoyado por la gente a la que le gusta lo que haces y busca tus libros, los pide, los sigue… Es cierto que he tenido suerte, y desde mayo de 2007 han sido once libros aquí y cuatro traducciones fuera. Supongo que cada autor tiene su latido, no sólo para escribir, también para publicar. Y yo soy un tío de una novela al año. Como siempre tengo dos o tres proyectos avanzados, no calculo cuál me conviene acabar: releo, me dejo llevar y termino la novela que siento que puedo escribir mejor en ese momento. No tengo tiempo de aturdirme, y en cuanto a la perspectiva, creo que tengo más que antes, porque conozco más el mundo editorial y he tenido mucho feedback de los lectores.

Nos dicen muchas veces que en esta revista nos centramos demasiado en la novela negra. ¿Es o no es el género más en boga actualmente?

Sí, y  no sólo por las modas escandinavas y comerciales. Es que la novela negra ya no es un subgénero. Al contrario, escritores de todos los estilos usan sus mecanismos para contar historias. Y es lógico, ya que la novela negra pone, casi siempre, al personaje ante una situación límite, ya sea en el plano vital o moral, pero algo ocurre y algo se cuenta. Eso es bueno para la novela.

En sus libros aparecen personajes reales reconvertidos, siempre con otro punto de vista: ¿Para el escritor es indispensable estar atado de alguna manera a la realidad, aunque sea deformándola? ¿La fantasía absoluta no tiene sentido?

Me gusta jugar con el doblez entre la vida pública de los personajes y la otra vida, la que no conocemos. Pero no en el plano del cotilleo, desde luego, sino en un plano más profundo. La fantasía en estado puro no existe, ya que incluso en la historia más delirante, hay alegorías de lo que conocemos  diario. No creo que la literatura esté obligada  a tener una utilidad manifiesta, porque todo libro está incompleto hasta que alguien lo lee y le aporta su propia mirada. Como he dicho muchas veces, la literatura es radio: precisa de un receptor que le ponga cara a los personajes, que escoja qué frase o qué momento le impacta, más allá de cálculos y previsiones.

¿Qué tanto por ciento de peso necesario tiene el humor en la literatura, en su obra o en su vida?

No sé de ningún muerto que pueda reír. El humor o la ironía han sido desde siempre armas potentes para promover la reflexión. No llevo la cuenta ni mido porcentajes, y mucho menos planifico gags en mis novelas. La vida en sí es tan absurda que la situación risible está siempre a punto de suceder. En mis libros es frecuente que, una vez publicados, lectores y críticos destaquen situaciones de gran comicidad que, cuando las escribí, no me lo parecieron tanto. Eso responde la tercera parte de la pregunta: mi vida está impregnada de comicidad, aunque a veces no me haga la más puñetera gracia…

¿El escritor de género está encasillado? Ha escrito obras que se alejan de este modelo, aunque sea de fondo, como ‘Cracovia sin ti’

No soy un escritor de género, pero amo la novela negra, porque es la de aquí y ahora. Y porque, de algún modo, sacude la manta y nos muestra que la realidad no es exactamente como nos la venden. ‘Cracovia sin ti’ tampoco es una novela romántica en el sentido purista, sino más bien una aventura urbana y casi cotidiana, que se vuelve excepcional porque cuanto te enamoras, tus sentidos se multiplican.

¿Cuándo descubrió que tenía que ser escritor, o cuando se dio cuenta de que no había manera de ser Carlos Salem si no era siendo escritor?

A los diez años supe que quería escribir novelas, y a los doce me di cuenta de que no tenía ni puta idea de cómo hacerlo. Y seguí leyendo. A los catorce, leí dos libros que me marcaron y me convencieron de que, además, tenía que vivir. Eso hice. Leer y vivir. Y observar. Y un día me puse a escribir de verdad y no he parado.

Vive en España desde 1988. ¿La gente que abandona su país por otro está marcado, como un Holandés Errante cualquiera o eso se olvida con el tiempo?

No se olvida, sólo se vuelve más complejo, porque tienes dos patrias, dos realidades, y las dos te afectan, las dos te duelen o te hacen feliz. En mi caso, aunque la mayoría de mis novelas hasta la fecha estén escritas en español de aquí (porque los protagonistas son de aquí), creo que no he perdido la mirada argentina para nada; si acaso, se ha superpuesto como esos juegos de lentes que usan para decirte que necesitas cambiar de gafas. como siempre digo, ser argentino es una forma de mirar por la ventana. Ser español también, y es posible que la dirección de la mirada varíe sólo unos grados, aunque eso dé por resultado otro paisaje. Yo me beneficio, creo, de los dos paisajes. Soy un tipo con suerte.

La última obra ha sido ‘El torturador arrepentido’. ¿Qué tiene de diferente ‘Un jamón del calibre 45’, ya con RBA?

Este año he publicado dos libros: ‘El torturador arrepentido’, una obra de teatro que llevaba mucho tiempo cociéndose en mi cabeza, y en la que no hay nada de humor, porque hay cosas con las que no se puede jugar. Y acaba de salir mi quinta novela, ‘Un jamón del calibre 45’, en la Serie Negra de RBA, lo que sin duda supone la posibilidad de llegar a más lectores. Además, no ha más que ver los autores de esa colección para decir: joder, qué bien acompañado voy a estar. En cuanto a las diferencias, cada novela lo es, aunque se note -y me alegro de que así sea- la mano de quién la ha escrito. En el caso del Jamón, hay algunas novedades: el narrador es un argentino que lleva seis meses en España y ya comienza a sentir que, de alguna manera, no pertenece a un sólo sitio, sino a los dos. Y se ve metido en una situación peligrosa ante la que no responde como un héroe, porque no lo es, sino como sabe hacerlo. También hay mucho erotismo, aunque no premeditado. Y es que transcurre en Madrid, en pleno agosto… ¿y qué es lo único que apetece hacer en esas circunstancias? Eso mismo. También hay un nada velado homenaje a uno de mis “monstruos”, Raymond Chandler, bastante humor, me temo, aunque mueran unos cuantos personajes. Y de fondo, también sin premeditación, una reflexión sobre la dualidad que todos llevamos a cuestas, esa lucha entre el que somos y el que podríamos ser.

Dijo una vez que “el periodismo era una exageración”. ¿Era una forma amable de decir que es todo mentira?

No exactamente. Aunque hay mucho mentiroso por ahí. Lo que ocurre es que he sido periodista durante muchos años y sé que, más allá de tus intenciones manifiestas, a la hora de contar la realidad, tienes que optar por unos hechos. Eso supone dejar de lado otros hechos. Dicho de otro modo, pones en relieve, exageras unos hechos para que representen el todo. Y lo mismo ocurre con la literatura. Exactamente lo mismo: queremos contar una historia y siempre destacamos unos hechos sobre otros. Y más que una crítica amable, es casi un elogio: estoy a favor de la desmesura, porque como diría Bryce Echenique, no solo la vida de Martín Romaña es exagerada. También la mía, y sospecho que la de todos…

Y para cerrar, una pregunta especial de Noemí G. Sabugal: Desde 2007, el pirata Salem inició una movida travesía con una decena de puertos-títulos atracados. ¿Hacia dónde se dirige el barco?

No tengo la menor idea, y eso es lo divertido. Quiero decir que no me planteo que novela “me conviene” escribir, sino qué novela me apetece escribir. Tengo por lo menos seis proyectos de novela comenzados, algunos de ellos muy avanzados, y otras tantas que me gustaría escribir, aunque sólo tengo por ahora la idea central y los personajes. Cuál terminaré primero, no lo sé ni siquiera yo, todavía. Sí se que me gustaría que se sigan traduciendo, a más idiomas, porque no hay experiencia más alucinante que hablar con un francés o un alemán, y descubrir que han respondido igual al libro que un señor de Murcia o de Barcelona. Hay algo mágico en eso, te hace sentir que lo que haces, sirve para algo. siempre sigo que, si me dejan, no pararé hasta ver a un chino leyendo una novela mía en su idioma natal, y revolcándose en el suelo de la risa.

 

INFORMACIÓN:

http://www.elhuevoizquierdodeltalento.blogspot.com/

http://www.youtube.com/watch?v=uX6AsiBvaI4