Noventa años de vida, sesenta de ellos (nada menos) dedicados al cine. Polonia ha perdido a uno de los mejores directores de cine que ha dado Europa, Andrzej Wajda, tan desconocido para el gran público en el continente como aclamado por su estilismo cinematográfico y su talento. 

Un resistente. Contra todo. Primero contra los nazis, luego lidiando con el régimen comunista polaco y después con el regreso a la democracia en Polonia, que ha sido a veces muy tortuoso. Al igual que muchos otros artistas polacos, Wajda se identificó con el sufrimiento de los polacos, país con una Historia nacional tremendamente tortuosa, siempre entre imperios que lo canibalizaron (Alemania, Austria-Hungría, Rusia) y en una zona de paso comercial y demográfica de primer nivel. Llevaba varios días en coma inducido por complicaciones respiratorias, hasta que finalmente falleció ayer domingo.

Wajda abrió el siglo coronado como uno de los grandes, con un Oscar honorífico en el año 2000, tributo a una carrera que arrancó cuando el Ejército polaco le rechazó para luchar en 1939, con los nazis invadiendo Polonia y devastando el país. Después de la guerra decidió hacerse director de cine y poder luchar contra el daño inflingido por los nazis. Su primer título de referencia, ‘Kanal’, es una auténtica oda a la supervivencia de los polacos, representados por un grupo de soldados que huyen de Varsovia por los canales de la ciudad, sorteando la destrucción de la ciudad y la persecución de las tropas alemanas. Fue premiada en el Festival de Cannes apenas una década después del final de la guerra, en 1957.

El premio le permitiría seguir adelante con su carrera, que en la posguerra dio al cine película como ‘Cenizas y diamantes’ (1958), ‘El bosque de los abedules’, ‘La boda’ (1973) o ‘La tierra de la gran promesa’ (1974). A finales de los 70 ya empezó a girar hacia la crítica al régimen, con filmes como ‘El hombre de mármol’, un filme crítico con el gobierno. Aquello le llevaría en breve hacia los brazos del sindicato Solidaridad y la amistad con Lech Walesa, una relación que con el tiempo se rompería por la deriva populista y conservadora de Walesa y los suyos. Luego llegarían ‘El hombre de hierro’ (1981), precisamente sobre este sindicato, que produjo un cambio político clave para el auge del sindicato: el gobierno impuso la ley marcial poco después de que le dieran la Palma de Oro. El cine le adelantó por varios flancos, hasta convertirle en un paria temporal en los años 80. Se salvó por los pelos de terminar en un calabozo: el gobierno comunista decidió dejarle libre (en la frontera) para evitar el escándalo internacional de que su mejor director de cine (con permiso de Polanski) acabara en la cárcel.

Tuvo que marcharse, concretamente a Francia, país de destino de muchos de sus compatriotas. Allí dirigió ‘Danton’ (1983), con un joven Gérard Depardieu y ‘Los poseídos’ (1988). Tras la caída del comunismo en Polonia en 1989, Wajda regresó a su país para centrarse en los asuntos sucios del régimen comunista y en ser senador por Solidaridad. De esa época son ‘Korczak’ (1990) y ‘The ring with a crowned eagle’ (1994), donde regresó a la Segunda Guerra Mundial en su país. Del mismo tono fue uno de sus últimos filmes, ‘Katyn’ (2008), sobre la matanza de oficiales polacos a manos de Stalin. Con 90 años todavía trabajaba: llegó a culminar ‘Powidoki’, biopic sobre Wladyslaw Strzeminski, artista de vanguardia polaco, y que curiosamente lucha por ser candidata a los Oscar en la próxima edición.