Desde que la pionera compañía Punchdrunk revolucionara el mundo de la escena en el año 2000 con producciones alejadas de las salas de teatro, representadas en espacios sin butacas ni telón para eliminar la barrera invisible entre el espectador y la acción, el teatro de inmersión no ha parado de ganar adeptos entre el público anglosajón, especialmente en Londres y Nueva York. A la cartelera teatral de inmersión londinense se sumaba hace poco Sedos, una compañía amateur creada en 1905 por agentes del Stock Exchange londinense y que ha demostrado con creces a lo largo del tiempo su compromiso con las tablas.
Fotografías: Ángeles Rodenas
En ciento once años de vida solo han bajado el telón durante las dos guerras mundiales y en su etapa dorada llegaron a representar en el teatro Scala ante miembros de la familia real británica. Para este año tienen programadas once obras. Entre ellas no podía faltar un homenaje a Shakespeare en el 400 aniversario de su muerte. ‘Such Stuff As Dreams Are Made on’ es su versión de ‘La Tempestad’, la última obra escrita por el dramaturgo inglés. En esta adaptación, los asistentes pueden tomarse una copa con Estefano y Trinculo, seguir a los espíritus que habitan la isla o incluso observar al bardo en pleno proceso creativo.
Dotar una planta de oficinas de la magia y fantasía que destila el texto podría parecer en principio un reto, pero las directoras artísticas Sarah Heenan y Charlotte Price lo vieron como una oportunidad. “El teatro de inmersión se conoce como teatro para un lugar específico, es decir, eliges un espacio y respondes a él. En nuestro caso, como no teníamos miles y miles de libras no podíamos buscar un espacio y después decidir la obra. Teníamos que hacerlo al revés y por eso elegimos ‘La Tempestad’, porque podíamos adaptar ese mundo mágico cuando encontráramos el espacio”, explica Sarah. “Inmersión no significa tener que participar en la obra sino poder explorarla. La idea era que el público pudiera introducirse en la obra y un poco también en la mente de Shakespeare,” comenta Heenan. Finalmente consiguieron gratis una planta de oficinas de quince mil metros cuadrados en las Docklands de Londres. Semejante caramelo sólo fue posible gracias al vínculo que la compañía todavía conserva con la City a través de algunos miembros del grupo que trabajan en bancos de inversión, como la propia Sarah Heenan, firmas de abogados o consultoras.
El bajo presupuesto de las producciones de Sedos se compensa con la creatividad y el tesón de un ejército de voluntarios iluminadores, técnicos de sonido y escenógrafos, al que se han sumado las hábiles manos de Sarah Weightman, responsable técnico en el London College of Fashion, para confeccionar el intricado vestuario de los personajes. La coordinación del equipo ha sido una tarea faraónica, según admite la co-directora Charlotte Price con una sonrisa. “Todos tenemos nuestros trabajos y organizar los ensayos y los tiempos para que pudieramos reunirnos todos ha sido lo más difícil”.
Davinia Hamilton interpreta a Ariel, espíritu del aire que con su magia ayuda a Próspero a tejer una venganza.
En un espectáculo de estas características el guión brilla por su ausencia. El proceso creativo parte del expresivo lenguaje de Shakespeare y es tremendamente colaborativo. “Es como construir una pared de ladrillos sobre la que va creciendo hiedra en distintas direcciones como por arte de magia”, explica Sarah. “La fuerza visual del discurso es tal que algunas palabras que nosotras destacamos, como padre o espíritu, han llegado a cobrar vida. Charlotte y yo planteamos a los actores una estructura muy sencilla y a partir de ahí ellos empezaron a desarrollar su personaje”.
Este planteamiento forzó a los diecisiete actores, acostumbrados a ensayar una historia y un guión, a invertir la dinámica de trabajo. Davinia Hamilton interpreta a uno de los tres espíritus en los que Ariel ha sido desdoblado en esta adaptación y confiesa haber leído todo lo que cayó en sus manos relacionado con “espíritus y seres terrenales para intentar añadir el mayor número de capas a mi personaje. Es un proceso largo, ha durado seis meses”. Pero hay otras “capas que moldean la obra”, como dice James Stone, el actor que da vida a Fernando, y a las que los actores han aprendido a responder: la música, las luces, el espacio, el atrevo y, por supuesto, el público. “Aunque no interactuamos con la gente directamente tenemos que adaptar nuestra intervención a la reacción de los espectadores e intentar llevarles a donde queremos que vayan”, explica James.
Pero es el espectador quien elige a qué personaje seguir en cada momento y qué camino tomar en su aventura por la isla mágica, presenciando una experiencia única y distinta a la del resto del público. Es imposible ver la obra completa puesto que la acción tiene lugar de forma simultánea en distintos espacios. Pero tampoco parece importar. Al final, la función arranca un sonoro aplauso entre el público. Entre ellos, Cameron Eeles considera que “es normal pensar que te puedes estar perdiendo algo alucinante en otra parte pero hay que vencer ese pensamiento porque algo increíble está sucediendo también delante de ti”. Para Zac, director teatral en calidad de espectador, el teatro de inmersión cumple además otra importante función: “Es una forma muy poderosa de crear cambio político y social porque la idea de estar en un lugar y tener que tomar decisiones es una fuente de motivación muy fuerte”.
Danny Davies posa como Trinculo en el camerino que comparte con los compañeros de reparto.
Seis meses de ensayos, construcción de personajes y transformación de un local en espacio dramático han dado forma a esta la adaptación inmersiva de ‘La Tempestad’ llevada a cabo por la compañía amateur Sedos.
Sarah Weightman, del London School of Fashion, da los últimos pespuntes al vestido de Miranda.
Retoques previos al ensayo general. El público invitado permite a los actores familiarizarse con la interpretación a corta distancia.
La obra no comienza con una tormenta en alta mar sino con una charla de la experta en Shakespeare Bianca Corbin interrumpida por un apagón y la aparación de misteriosos espíritus que incitan a los asistentes a explorar la isla encantada y a los personajes que la habitan.
Todo es posible en este espectáculo, incluso encontrarse al mismísimo Shakespeare en pleno proceso creativo.
Los espectadores reciben al comienzo de la obra una vela que les acompaña en su recorrido por la isla.
La acción se desarrolla de forma simultánea en distintos espacios. Ver la obra completa es imposible pero ofrece al espectador una experiencia única en la que cada cual elige qué ver y dónde.
La mayoría de los asistentes siguen el devenir de un personaje, pero hay quien decide permanecer en un espacio y presenciar la acción que allí se desarrolla.
En esta aventura shakesperiana abundan las sorpresas, como la invitación a tomar un trago con los personajes o a presenciar una microescena exclusiva para el espectador en un recóndito espacio.
El trabajo de improvisación es esencial para los actores ya que nunca desaparecen de escena en los noventa minutos de representación.
Ni siquiera las directoras artísticas de Such Stuff as Dreams Are Made On, Sarah Heenan y Charlotte Price, conocen todos los secretos de la obra.
Algunos de los personajes son fácilmente reconocibles, especialmente Estefano y Trínculo, no solo para
ayudar al espectador a navegar la obra sino para recordar la función que les fue otorgada por el autor de
aligerar con su humor el tema de la magia, muy delicado en tiempos jacobinos.
Such Stuff as Dreams Are Made On demuestra con esta propuesta inmersiva la plena vigencia de Shakespeare cuatro siglos después de su muerte.