La Fundación, en su sede de Madrid, acoge desde hoy la primera retrospectiva sobre el polifacético artista suizo del siglo XX, que no dejó área de expresión plástica y visual sin tocar con su talento. 

Max Bill (Winthertur, 1908 – Berlín, 1994) aglutinó en sí mismo todo el siglo XX en una vida prudentemente larga en la que, como artista, dejó una lista larga de trabajos en (cojan aire…) pintura, dibujo, escultura, obra gráfica, arquitectura, diseño de libros y revistas, diseño industrial, diseño de mobiliario y publicidad. Tan amplia fue su vida artística que cuando la Fundación Juan March decidió montar una retrospectiva sobre él en España no le quedó más remedio que jibarizar y hacer una versión “concentrada” de esa misma retrospectiva. Seleccionaron obras de cada formato o género artístico a partir de instituciones públicas y coleccionistas privados para hacer ese sobrevuelo de manera correcta. La exposición se ha organizado en colaboración con el hijo de Max, Jakob Bill, artista al nivel del padre en Suiza, y de la Max, Binia & Jakob Bill Stiftung.

La obra de Max Bill ha podido verse antes en España formando parte de exposiciones colectivas y, sobre todo, en la exposición individual que le dedicaron el Museo Español de Arte Contemporáneo de Madrid y la Fundación Miró de Barcelona en 1980, en una muestra que fue la primera dedicada al artista suizo en nuestro país, y que presentó fundamentalmente pinturas, esculturas y obra gráfica. La nueva exposición es mucho más ambiciosa y sintetizada al mismo tiempo por el abanico artístico de Bill. Su arquitectura, a la que se le han dedicado estudios y algunas publicaciones, también ha despertado interés, como también su vinculación con la Escuela Superior de Diseño de Ulm (Hochschule für Gestaltung) y, más importante aún, su condición de alumno privilegiado de la Bauhaus entre 1927 y 1928. La exposición ‘Max Bill (1908-1994)’ quiere presentar una versión actualizada de la obra de Max Bill y de su significado para las artes plásticas, la arquitectura y el diseño.

Bill afirmaba que una obra de arte concebida para ser multiplicada es tan original como una obra única; desgranó interesantes consideraciones sobre la difusión de ideas artísticas gracias a los métodos de reproducción, sobre la diferencia entre el valor interior de una obra y el de su infrecuencia, y otras aún más interesantes y hermosas sobre el peculiar tipo de relación participada que se establece entre quien posee las obras de arte (“objetos para el uso espiritual”) y quien las ha creado, es decir, el artista. Para la muestra se han seleccionado obras fundamentales y representativas del artista suizo, precursor del “arte concreto” (konkrete kunst) que daría vida e identidad al arte contemporáneo suizo. Su pasión artística y su carrera también tuvo una vertiente (por si fuera poco su polivalencia) en el mundo del ensayo sobre arte y su vinculación con la enseñanza, una parte que quedará reflejada con más justicia en el catálogo de la muestra, ilustrado en dos ediciones (una en inglés y la otra en español) que incluye textos del mencionado Jakob Bill más Karin Gimmi, María Amalia García, Gillermo Zuaznabar, Neus Moyano y Fernando Marzá. Se publica igualmente una selección de textos inéditos en su mayoría de Max Bill, traducidos y anotados.

Identidad e influencia de Max Bill
El suizo fue influyente dentro y fuera de su país, en Europa y en Latinoamérica. Su trabajo artístico fue clave en el desarrollo del arte contemporáneo oriundo al sur de Río Grande. Especialmente por ejemplo en la traslación del arte concreto a Brasil y Argentina, quizás los dos países más permeables a las vanguardias junto con México. Interesante es la intensa interrelación que sostuvo con los ámbitos artísticos paulista (Sao Paulo), carioca (Río de Janeiro) y porteño (Buenos Aires) desde 1950, especialmente desde que en 1951 ganara el gran premio de escultura en la I Bienal de São Paulo y realizara su primera exposición retrospectiva en el Museu de Arte de São Paulo (MASP). Una de sus máximas era la sencillez y utilidad, algo muy Bauhaus: “El buen diseño depende de la armonía entre la forma de un objeto y su uso”.

Max Bill y una de sus obras, ‘El límite pasa por el centro’ (1972)

Bill recibió durante su formación inicial, especialmente durante los años 20 en los que estudió orfebrería en Zurich, una fuerte influencia de todas las vanguardias. Destacaron por la impresión que le produjeron el cubismo y el dadaísmo. Le tocó vivir de lleno una época fascinante de la Historia del Arte, y eso le llevó directo a la Bauhaus de Dessau, donde estudió entre 1927 y 1929. Allí asimiló varias de las claves que marcarían su trabajo: funcionalismo, diseño adaptado, sencillez, eficiencia y uso común. Un nuevo arte moderno para una nueva época, donde todo debía ser funcional y dejar atrás manierismos y tiranías de opulencia y abigarramiento. Entre sus maestro estuvieron Kandkinsky y Paul Klee, lo que da cierta idea de hasta qué punto fue influido con fuerza por esta forma de pensamiento purista y estructural al mismo tiempo.

De regreso a Zurich abraza la arquitectura, el diseño gráfico y también la pintura. Pero sobre todo trabajaría en los dos primeros campos, lo que le llevó a fundar a inicio de los años 30 su propia escuela. Allí, trabajando, daría el paso definitivo hacia el arte concreto, una forma de expresión que seguía las vetas de la Bauhaus y que concibió Theo van Doesburg. También probaría con la escultura y se unió a muchas vanguardias de la época que le permitieron seguir adelante con su carrera. Fue especialmente asociativo con otros artistas: perteneció en algún momento a la Deutscher Werkbund, el grupo Allianz de artistas, la organización Abstraction-Création o la Union des Artistes Modernes francesa.

Mientras Europa se desangraba él construyó relojes para varias firmas suizas donde utilizó sus ideas estéticas racionalistas e industriales para mejorar los propios relojes. Uno de ellos está expuesto en el MoMA de Nueva York, lo que da idea de hasta qué punto Max Bill creó toda una línea artística vinculada al diseño. Algunos de ellos todavía se fabrican siguiendo sus diseños. Después de la guerra regresaría a Alemania para funda en Ulm (sur de Alemania) la Hochschule für Gestaltung (HfG), donde dirigió los departamentos de arquitectura y diseño industrial. Allí revivió los ideales de la Bauhaus, especialmente el formalismo geométrico, que él consideraba alcanzaban la universalidad por la vía de la vinculación de arte y matemáticas.

A finales de los años 50 Max Bill regresó a Zurich y allí fundó su propio estudio para volar todavía más lejos en libertad completa. Allí ejerció de pintor, arquitecto y escultor. Los años 60 le dieron una nueva dimensión a la que ya tenía de profesional, artista y educador, que la de laureado. Durante el resto de su vida fue un referente y un artista incansable que siguió tocando muchos campos para dejar siempre su impronta de arte concreto y discípulo eterno de la Bauhaus en un mundo que ya había asimilado por completo sus valores artísticos en la industria y la vida estética.

Uno de los modelos de reloj que hizo para la firma suiza de relojes Junghans