Nueva teoría: el agua presente en la Tierra, que parece mucha pero en realidad es poca en comparación con otros mundos, podría haber emergida del interior del planeta como resultado de reacciones químicas del manto terrestre.
Por cada teoría hay una contra-teoría, o debería haberla para poner a prueba la primera. Hasta ahora se consideraba que el agua podía haber llegado a la Tierra desde el exterior (cometas y asteroides), como resultado mixto de aportaciones externas y procesos químicos en la formación del planeta (la vía intermedia), y ahora está la teoría sobre la “afloración”. Es decir, que el agua emanó desde el interior del planeta a partir de determinadas etapas de su formación durante las cuales las reacciones químicas derivaron en la creación masiva de H2O.
Según una investigación del Univerity College de Dublín, el agua sería una consecuencia aleatoria de una cadena de reacciones químicas a alta presión y temperatura del hidrógeno (el componente mayoritario en el universo) en estado líquido combinado con dióxido de silicio en el cuarzo, un material muy abundante en el Manto terrestre, una de las capas del interior del planeta. Es una explicación alternativa a la aportación externa, una constante muy habitual en el universo. A fin de cuentas los planetas son dianas gigantes para la miríada de asteroides y cometas que pueblan los sistemas solares. Y muchos de ellos llevan hielo, o incluso están formados por hielo.
Los investigadores llegaron a esa conclusión después de simulaciones computerizadas en las que se comprobó que, en las condiciones previstas que tiene esa capa subterránea (entre 40 y 400 km por debajo de la superficie), se puede formar agua cuando ambos componentes están a 1400º C y a 20.000 atmósferas de presión (en la orilla del mar el ser humano está a 1 atmósfera). No es extremo: de hecho esta capa es “fría” en comparación con otras más profundas y cercanas al núcleo, donde la materia se somete a tal presión que se encuentra en un estado más allá del tradicional (gaseoso, líquido, sólido).
Sílice mineral
La teoría no es tan descabellada: el sílice es muy abundante en las capas internas del planeta, incluso en la corteza en forma de cuarzo. No hay que olvidar que el suelo que pisamos es casi un 60% de sílice, y el hidrógeno también es masivamente común. Esto habría facilitado la formación de gran cantidad de agua que habría emergido por la presión: en los experimentos observaron que el agua se quedaba encerrada en el sílice y provocaba una gran presión que al liberarse provocaba impactos de onda sísmica. Al quedar liberada, y por el calor, abría emergido o incluso emanado en forma de vapor de agua en las erupciones volcánicas.
La Teoría del “agua encerrada”
Esta investigación en realidad valida otra más antigua, de 2014, el mismo año en el que por primera vez se demostró que se podía generar agua a partir del sílice y el hidrógeno. Es la teoría que asegura que inmensas cantidades de agua (varias veces la que hay en los océanos) se acumula encerrada en las rocas de las capas profundas del planeta, a más de 1.000 km de profundidad. Esta perspectiva está avalada por un estudio de la Universidad de Alberta (Canadá) de aquel año, y de experimentos de centros japoneses, que demostraron que el agua quedaba encapsulada por la presión geológica a esas profundidades, especialmente en materiales como la ringwoodita, descubierto por los investigadores de Alberta y que encierra agua como para ser el 1,5% de su peso total.
El estudio exponía (aunque sin confirmación definitiva) la teoría de que existe agua en una capa de la corteza terrestre que está entre 410 y 600 km de profundidad, justo entre las dos capas del Manto, justo la siguiente en la que se supone se formó el agua por la combinación de sílice e hidrógeno. Esta zona, a pesar de la profundidad, es una capa de transición que, según aventuran, podría albergar tanta agua como todos los océanos de la Tierra en su conjunto. De ser así habría que “recalcular” muchos aspectos de la geología terrestre y entender que en algún momento de la formación del planeta el agua pudo formarse en esas capas o bien filtrarse y quedar encerrada al llegar en meteoritos o cometas. En realidad esta teoría sería el puente entre la generación interna y la aportación externa.
La ringwoodita (en la imagen) es una forma del mineral “peridoto” que existe en grandes cantidades en esa zona de transición. Su rastro es peculiar: existe en los meteoritos hallados durante la exploración espacial de la NASA, pero hasta ahora no se había encontrado en la Tierra, a donde habría llegado por el choque de meteoritos en la Tierra durante su formación. Ésa era la teoría sin confirmar. El hallazgo de la ringwoodita en la Tierra aclara el proceso y abre la puerta a otro tipos de teorías. Los restos se encontraron en Brasil por unos mineros artesanales en la zona del Mato Grosso. Eso contradice la teoría de la profundidad de la ringwoodita, hasta que se conoce cómo emergió desde la profundidad: fue a través de piedras volcánicas que la arrastraron desde las zonas de transición entre los mantos.
Las piezas encajan: la ringwoodita llegó durante la formación terrestre, sometidas a gran presión física captaron parte del agua y la encerraron, y tras una erupción volcánica emergieron a la superficie. Otra cosa es saber por qué está el agua ahí. Las mediciones de agua se realizaron en el Centro Canadiense para Microanálisis Isotópico y que es una institución clave en la investigación geológica. Y tiene que servir para aclarar un poco más todo lo que rodea a la formación de la Tierra, de la que sabemos menos que de Marte o la Luna. Es un tópico pero también es real: conocemos mejor el espacio exterior que los océanos o el interior de nuestro propio planeta, del que tenemos más conjeturas medio confirmadas que certezas.
La posibilidad de que haya agua en el interior explicaría parte del comportamiento del planeta, su dinamismo frente al estatismo de otros como Marte, supuestamente el “gemelo” de la Tierra. Hay una gran diferencia entre una Tierra sin agua en el interior a otra con agua, en parte porque saber que existe agua debajo de la corteza tiene implicaciones para el estudio del vulcanismo y la tectónica de placas, al afectar a la forma en que la roca se derrite, se enfría y cambia por debajo de la corteza. El agua modificaría incluso todo lo demás, hasta su magnetismo.