Lisbeth Salander quedó huérfana el día que Stieg Larsson falleció de un ataque al corazón; de sus manos salieron tres novelas superventas y notas y esbozos para hacer varias más, que hasta ahora habían quedado en la sombra.
Pues bien, después de más de 75 millones de ejemplares vendidos (cuatro de ellos en español), de una trilogía cinematográfica y de un remake al estilo Hollywood que no terminó de funcionar, después de convertir a Naomi Rapace en una cara conocida y de reivindicar (aunque con cierta frivolidad) a las mujeres fuertes solitarias, llega ‘Lo que no te mata te hace más fuerte’, título de la que será cuarta novela a partir de textos dejados por Larsson. Los responsables de hacer caminar a Salander después de muerto su creador es la familia de éste, su padre Erland y su hermano Joakim, que escogieron a David Lagercrantz para completar e hilvanar la cuarta novela.
El título no deja de ser una apropiación indebida de una frase mal traducida y peor entendida de Nietzsche, pero sigue el espíritu de Lisbeth Salander. Tanto que saldrá a la venta en agosto de este año, en el décimo aniversario de la publicación en España de ‘Los hombres que no amaban a las mujeres’, la primera de las novelas de la trilogía de Larsson. Será Planeta la que la publique. La familia de Larsson es la gestora oficial del legado (y de los derechos de autor) de las novelas tras una larga lucha contra la novia de Larsson para ver quién se quedaba con la parte del león de la herencia.
Stieg Larsson
Larsson creó un producto imperfecto pero que engancha por la densidad y enrevesamiento del argumento. Es el primer caso de mala forma con un fondo descomunalmente convincente, de tal manera que, por una vez, la idea ganó al envoltorio. Pero el gran mérito es haber dado la vuelta a la ficción de serie negra y haber creado un modelo, un arquetipo, un nuevo espejo deformante de la literatura en el que millones de mujeres se miran y que podría resumir, muy a las claras, el futuro del género. Es decir, Lisbeth Salander. Es una heroína a la vieja usanza pero con un nuevo envoltorio: sociópata, vengativa, solitaria, marginal y totalmente inversa a la moral social reinante.
Salander es un personaje que resume la nueva disposición de la mujer: igual ante la ley, pero continuamente discriminada y rebajada por la realpolitik masculina que sigue dominando. Y que sea en Suecia, paraíso del feminismo, donde sucede todo, es una forma de avisar de que las utopías están para fracasar. Salander es una mujer-hombre, envoltorio femenino con la mente y resolución de un guerrero masculino de antaño, una especie de Conan de Cimeria de metro sesenta y pocos y pintas de devoradora de adolescentes.
Larsson murió, pero ella seguirá siendo el espejo donde se mirarán muchas mujeres, y sobre todo, donde beberán muchos escritores más a partir de ahora: cambiará el nombre del personaje, pero muchas serán clones de Lisbeth Salander. De momento lo que se nos viene encima, a ojos vista, es otra inmersión directa en el universo que abrió de lleno la novela negra europea al gran mundo: antes ya estaban Wallander y compañía, pero sólo con el fenómeno Millenium se logró que fuera universal, y no sólo algo propio de Europa.