Francis ‘Frank’ Underwood y Claire Underwood ya no son un maquiavélico, implacable, indestructible e insaciable equipo unido por una inagotable ambición por el poder. Y la extensa nómina de adjetivos no es para nada gratuita. La batalla por el poder no ha hecho nada más que comenzar entre ellos. Y en medio de las Primarias.
Fotos: Netflix.
Supermartes en Estados Unidos.
Doce estados, Alabama, Arkansas, Colorado, Georgia, Massachusetts, Minnesota, Oklahoma, Tennessee, Texas, Vermont, Virginia y Wyoming (solo entre los republicanos), votan en las Primarias a los futuros candidatos de las elecciones presidenciales a la Casa Blanca del próximo 8 de noviembre.
Por el lado demócrata, dos opciones: la oficialista Hillary Clinton y la única esperanza real de cambio, Bernie Sanders. Por el lado republicano, el xenófobo charlatán patán de Donald Trump, el fundamentalista religioso Ted Cruz, el alumno aventajado del Tea Party Marco Rubio, el sensato John Kasich (que a veces ni parece republicano) y el médico multimillonario Ben Carson, que compite con Trump a la hora de mear fuera del tiesto.
Análisis subjetivo, por supuesto. Como todos. ¿Conoce usted algún análisis que no lo sea? Por si no ha quedado claro, apoyo a Bernie Sanders, aunque esté lejos del Despacho Oval.
Pero el Supermartes tiene otro poderoso candidato en la televisión: Francis ‘Frank’ Underwood (Gaffney-South Carolina, 1959), el amoral, retorcido, manipulador e intrigante presidente, con aires de tragedia ‘shakespeariana’, de ‘House of Cards’ (Netflix), adaptación del guionista y productor Beau Willimon, con la colaboración de David Fincher, de la homónima novela del británico Michael Dobbs, publicada en 1989, que cuenta con una versión televisiva previa de la BBC, emitida en 1990.
Francis Underwood (impagable actuación de Kevin Spacey, ganador del Globo de Oro hace un año) es el candidato de Netflix, que le convirtió ya hace un año en el 46º presidente de los Estados Unidos de América. El próximo viernes, 4 de marzo, Netflix desplegará su campaña, en forma de trece episodios. En España (con los derechos en manos de Movistar), capítulo a capítulo, a partir del 5 de marzo, en Canal+ Series.
Mal harían los candidatos Clinton, Sanders, Trump, Cruz, Rubio, Kasich y Carson en confiarse pese a que Underwood llegue tarde al Supermartes.
Underwood busca la reelección. Tiene ambición (¿alguna vez le ha faltado?) y recursos para saciarla. Incluso una particular estampa en la Galería de Retratos del Smithsonian, al lado de todos los presidentes reales de Estados Unidos. Underwood no quiere salir de la Casa Blanca. Ya ha iniciado la campaña en su propia página web (www.FU2016.com) y con anuncios electorales que esconden mucho más, como todos los espectadores sabemos, de lo que muestran:
El retrato presidencial de Francis ‘Frank’ Underwood
“Bueno, esto es lo que yo creo que América merece: un líder que no tenga miedo de mirarte a los ojos y decirte lo que cree. Yo creo en poner a las personas por delante. Creo en poner América de nuevo en marcha. Creo en abrir puertas. Y estoy deseando trabajar para que todos consigamos lo que queremos.
Soy un hombre humilde, nunca he olvidado de dónde vengo. He sufrido críticas, pero nunca he dado por hecho vuestro apoyo. Creo en dirigir a las personas en la dirección correcta pero, al final, todos deberíamos ser libres para tomar nuestras propias decisiones.
Dicen que tenemos los líderes que nos merecemos. Yo creo que América se merece a Frank Underwood. Y en vuestro corazón, sabéis que tengo razón”.
El mensaje electoral de Frank Underwood, sufragado por Netflix, viene no obstante acompañado por unos reveladores flashbacks que recuerdan cómo ha llegado al Despacho Oval: los asesinatos al congresista Peter Russo (Corey Stoll), la periodista Zoe Barnes (Kate Mara) y la prostituta Rachel Posner (Rachel Brosnahan), el último cometido por su lacayo particular Doug Stamper (Michael Kelly), pero también la intriga contra el presidente Garrett Walker (Michel Gill), el desprecio hacia su figura paterna y la compleja relación de dependencia y poder con su no menos despiadada esposa, Claire Underwood (con Robin Wright, a la altura, como mínimo, del mejor Kevin Spacey en mucho tiempo). Wright fue reconocida con el Globo de Oro hace dos años.
¿Es Frank Underwood el presidente que América (y el mundo) se merece?
Esa es la incómoda pregunta que Netflix plantea en ‘House of Cards’. Para ello se vale de las constantes interpelaciones que Underwood hace a los espectadores. ‘House of Cards’ nos hace partícipes de los planes de los Underwood.
Un transgresor juego. Porque, por una parte, el espectador está deseando el hundimiento de los Underwood, el espectador disfruta cuando sufren un revés, el espectador devora ‘House of Cards’ con la vana, de momento, esperanza de que Frank y Claire Underwood paguen muy caro su inmisericorde ascenso hacia el poder, “ese viejo edificio de roca que resiste por siglos”, en palabras del presidente Underwood.
Pero, al mismo tiempo, y es ahí donde radica una de las claves del éxito de ‘House of Cards’, el espectador, casi sin resistencia, queda atrapado y fascinado por unos personajes moralmente miserables, adorablemente miserables. El mismo espectador que está deseando que los Underwood se estampen con estrépito se encuentra también a la expectativa de la nueva intriga de Frank y Claire Underwood. Quiere más. Y más. Los Underwood nos han inoculado la fiebre por el poder.
Y es que los malos, al menos en el cine, la televisión y la literatura, siempre que estén bien construidos, son personajes mucho más interesantes. Y los Underwood son unos malvados perfectos.
¿Será acaso ‘House of Cards’ una moraleja sobre la degradación política consentida y apoyada por la degradación ciudadana?
No miente Frank Underwood en su mensaje electoral: “Dicen que tenemos los líderes que nos merecemos. Yo creo que América se merece a Frank Underwood. Y en vuestro corazón, sabéis que tengo razón”.
¿Se merece América a un presidente con el pasado, y el presente, de Underwood? ¿Se merece el mundo políticos movidos únicamente por la sed de poder y, desde luego, alejados del servicio público?
Pero la cuarta temporada de ‘House of Cards’ introduce una inesperada e impredecible novedad: los Underwood ya no son un equipo.
-Francis, no voy a ir a New Hampshire.
-Sí lo harás. Nos vemos en el coche.
-Voy a dejarte.
Netflix ha avanzado qué nos encontraremos en los próximos trece episodios de la serie estrella del gigante mundial de la televisión por streaming: “Frank y Claire continúan su búsqueda del poder luchando contra todos aquellos que se interpongan en su camino, incluidos ellos mismos”. La Guerra de los Underwood ha comenzado.
‘House of Cards’, que antes del estreno de la cuarta temporada ya tiene garantizada una quinta, aunque con la inesperada salida de su creador Beau Willimon, se despidió hace un año con una ruptura que promete altas tensiones en la Casa Blanca. Claire Underwood se aleja de su marido. En el fondo, una lucha por el poder, una vuelta de tuerca más.
-Llevamos mintiendo mucho tiempo, Francis.
-Claro que sí. Imagina lo que pensarían los votantes si les dijéramos la verdad.
-A ellos, no… El uno al otro.
Claire Underwood se ha cansado de vivir a la sombra de su marido. Y es que ‘House of Cards’ no sería ni la mitad de serie de lo que ofrece sin el personaje de Claire Underwood, cuya evolución marca el desarrollo de la producción de Netflix. Claire Underwood es una calculadora, sofisticada y peligrosa hierática arpía capaz incluso de empequeñecer al Maquiavelo interpretado por Kevin Spacey. Por momentos, cada vez por más momentos, Robin Wright le acabó robando el plano a Spacey. Y no sería nada extraño que la serie acelerara ese mayor protagonismo de Claire. Los sospechosos ataques de tos que le entraron a Frank Underwood en los últimos episodios han desatado rumores de todo tipo en la red sobre la salud del presidente Underwood.
De momento, la Guerra de los Underwood ha estallado. Francis ‘Frank’ Underwood, inmerso en las primarias demócratas con la íntegra Heather Dunbar (Elizabeth Marvel), tiene al peor enemigo en casa. Porque es, además, quien mejor le conoce, la única con capacidad para llamar, en público y en privado, Francis al peligroso ‘Frank’ Underwood.
Los Underwood: Cuando la sed de poder es más importante que el amor
-Todos estos años he creído que estábamos en este camino juntos, pero no es lo que pensé que sería, lo que me había convencido que sería. Somos dos partes iguales.
-Lo somos.
-¿De verdad lo crees?
-Nos hemos ganado esto juntos. Te lo dije a la cara el primer día que crucé esa puerta (el Despacho Oval) como presidente.
-Es tu despacho, no el mío.
-No he tomado ninguna decisión importante sin pedirte tu opinión primero.
-Claro, eso es. Tú tomas las decisiones. Cualquier cosa que yo quiera, como lo de la ONU (embajadora de Estados Unidos en la ONU). Me puso enferma, Francis, se me retorció el estómago.
-¿Por qué, por qué tuviste que dimitir?
-No, porque tuve que pedirte ayuda para empezar. No pude conseguir el puesto por mí misma.
-¿Y qué hay de malo en pedirme ayuda cuando la necesitas?
-El hecho de necesitarla. Detesto esa sensación. No soy yo. No me reconozco cuando me miro al espejo.
-¿Quieres a alguien que sea tu igual cuando te conviene? ¿Quieres a un hombre que coja las riendas cuando te conviene? ¿Y qué debo hacer: averiguar cuándo quieres a cada uno? Deja de ser tan egoísta. Eres mejor que eso.
-No estoy siendo egoísta. Antes nos hacíamos fuertes el uno al otro. O eso pensaba, pero era una gran mentira. Te estábamos haciendo más fuerte a ti. Y ahora soy yo débil y pequeña y no puedo soportar seguir sintiéndome así.
-De acuerdo. ¿Y qué es lo que quieres? ¿Cuál es la puta alternativa? Por favor, Claire, dímelo porque no lo entiendo. Lo único que oigo es: no es suficiente. Que la Casa Blanca no es suficiente. Que ser la Primera Dama no es suficiente. No es suficiente.
-No, eres tú el que no es suficiente.
-Cuando perdamos… por tu culpa, no habrá nada. Ni planes, ni futuro. Estaremos totalmente acabados. ¿Y tú quieres conseguir algo? Pues ésta es la brutal y puta verdad. Y puedes odiarme. Puedes sentirte asqueada. Puedes sentir lo que te dé la gana porque sinceramente ya no me importa. Pero sin mí, no eres nada.
Tienes razón. Este despacho tiene una silla. Y siempre lo has sabido desde el principio. Y si ahora no puedes soportarlo, bueno, entonces soy un idiota por haberme casado contigo. Pero no tengo tiempo para ser un idiota. Tengo que dirigir este país y ganar una candidatura. Estoy haciendo mi trabajo. Doug (Stamper) está ahí fuera haciendo su trabajo. Y ahora ha llegado el momento de que tú hagas el tuyo.
¿Quieres que coja las riendas? Bien, cogeré las riendas. Mañana te subirás a ese avión. Vendrás a New Hampshire. Sonreirás y darás la mano y besarás a bebés. Y estarás a mi lado sobre el escenario. Y deberás ser la Primera Dama. Y harás todo eso. Me importa una mierda si vomitas en tu tiempo libre.
Claire Underwood se siente frustrada. Los Underwood son un matrimonio atípico. Se quieren tanto (“Amo a esa mujer. La amo más de lo que los tiburones adoran la sangre”, confiesa Frank en una de sus confesiones a los espectadores), como su deseo por el poder. Es el poder el que les había mantenido, hasta ahora, juntos. Un poder sin legado por la negativa, más o menos pactada, de tener hijos. Claire se sinceraba en la tercera temporada con el novelista Thomas Yates.
-Estaba pensando en… saltar. ¿Alguna vez ha tenido esa sensación? En un puente, miras hacia abajo, das un paso atrás… Me pidió matrimonio y dije: ‘Siete años. Si sigue estando bien, otros siete; sino…’. Cada siete años… No detesto hacer campaña (electoral), lo que odio es lo mucho que nos necesitamos. No salté, no di un paso atrás.
Algo ha cambiado en los Underwood.
En la cuarta temporada de ‘House of Cards’ no solo América tendrá que decidir si Francis ‘Frank’ Underwood es el presidente que se merece.
La última palabra será de alguien mucho más importante que un país entero: Claire Underwood.
Y no parece dispuesta.
Francis, “eres tú el que no es suficiente”.
Los Underwood ya no compartirán intrigas y cigarrillos.