Publicada originalmente en 1996, esta antología es una carta de amor a la ciudad de Londres a través de los grandes dibujantes y guionistas británicos que lideraron la tercera edad del cómic, desde los 80 y los 90, a una nueva cota de originalidad. 

Londres es una gran incubadora de talento. Siempre lo ha sido. Autores británicos pero también (y sobre todo ahora) de todo el mundo peregrinan y emigran hacia la capital del Támesis para poder sacar adelante sus ideas. En aquellos años 80 del thatcherismo, de crisis social y opulencia burguesa mientras se caía a cachos el tejido obrero, brotaron como setas salvajes creadores como Alan Moore, Dave McKean, Neil Gaiman o Warren Pleece. Si el primero no les suena es que no saben de cómic y es mejor que busquen una enciclopedia. Moore es el padre de ‘Watchmen’, ‘V de Vendetta’ y ‘La Liga de los Hombres Extraordinarios’. ¿Ahora sí? Y Neil Gaiman, por ejemplo, es el creador de ‘The Sandman’.

Todos ellos amaban la ciudad que les acunó y al mismo tiempo la veían como un ente extraño y rocabolesco. Era otro Londres, mucho más sucio, sexual, lujurioso, provocativo y bizarro de lo que hoy es, reconvertida en un crisol cosmopolita limpio y abierto. Atrás quedó la maraña de lugares y estéticas que la convirtieron en un estercolero creativo. El dinero también anula el talento, pero al mismo tiempo Londres es aún un buen lugar donde pensar y crear. En este libro antológico que vio la luz en 1996, y por primera vez ahora en 2014 con Norma Editorial (136 páginas, 19 euros), se reúnen esas historias londinenses, tanto en prosa como en verso, de todos los que entonces eran unos novatos o no habían alcanzado el grado de mito que tienen ahora.

Como recoge el texto de presentación, “Londres es una ciudad arisca perseguida por sombras maléficas que cobijan los actos enfermos de unos personajes crueles y amorales”. Es la imagen que quieren transmitir de esa ciudad los creadores recopilados, como si fueran los defensores de ese otro Londres que enlaza (curiosamente) con el mismo ambiente brumoso y de frontera moral que fue el Londres victoriano por el que pulularon Oscar Wilde, Saki, Conan-Doyle o Jack el Destripador. En total son 23 historias donde se funden los talentos de los mencionados Moore y Gaiman, pero también el del creador de ‘Arkham Asylum’, Dave McKean, igual que otros menos conocidos como Óscar Zárate (argentino exiliado), recopilador, coordinador del volumen y que es autor de novelas gráficas; hay que añadir a la lista otro gran bicho raro: Tony Grisoni, nada menos que guionista de cine y de cómic, amigo y colaborador de otro monstruo como Terry Gilliam. También destacan Carl Flint, Ed Hillyer, Chris Hogg y Yana Stajno. 

Junto a ellos hay otra veintena larga de autores más o menos conocidos que se reúnen para dar rienda suelta al mundo underground de la época y recrearse en él: crimen, drogas, alcohol, la noche, sexo, muerte… y siempre en blanco y negro (que es mucho más útil para cierto grado de patetismo y expresionismo) y que puede leerse con pausa. Cada historia apenas tiene una decena de páginas y se organiza como una larga cadena de historias en formato cómic. Al arte le precede la fotografía real de las localizaciones de cada lugar de cada historia, para que el lector se haga primero una idea visual y luego se recree en la fábula mentirosa del autor. Y siempre latente lo más oscuro del ser humano: locura, sexo, crimen, culpa, psicología atormentada…

Sin embargo no es un libro de viajes: es otro tipo de travesía, al lado oscuro de una ciudad que aquí es recreada con imaginación y libertad total. Metafóricamente es un viaje al lado oscuro de la Luna, pero en Londres. La ciudad es simplemente el escenario y el condimento para creaciones sin censura que en el caso de algunos como la dupla Zárate-Moore tiene tintes de viaje alucinante a las esquinas donde no llega la luz. Es, en realidad, un retrato colectivo de la Edad Oscura del cómic, esa que arranca a finales de los 70 y que se prolongaría hasta los 90 y que revitalizaría el género con vueltas de tuerca literarias. Fue también la época que vio la eclosión de la novela gráfica, y sobre todo de la escuela extrema del cómic, donde también se sumaría Frank Miller. Con estos autores el cómic dejó de ser un juego de niños, adolescentes y fans fieles para ser una forma de arte. Lo que es hoy, el noveno arte.