La adaptación del clásico de Robert L. Stevenson al lenguaje del cómic que firmaron Santiago García y Javier Olivares en 2009 se reedita ampliada y mejorada, una oportunidad única para comprobar la salud de uno de los grandes momentos que crearon la modernidad, el nacimiento del complejo, poliédrico y múltiple ser humano actual. Mucho más que una historia victoriana de terror, de misterio o incluso de primitiva ciencia-ficción, Jekyll y Hyde son uno y múltiple a la vez, y nos reflejan a todos.
IMÁGENES: Astiberri / Alianza Editorial
La colección en la que Astiberri ha reeditado la versión ilustrada y guionizada para cómic del mito literario de Robert Louis Stevenson se llama ‘Sillón orejero’. Porque quizás, para leer este volumen de 40 páginas donde lo que importa es la síntesis y el trabajo visual de Javier Olivares, haya que sentarse en uno de esos viejos sillones victorianos de respaldo alto, acolchado, al que le brotan dos enormes “orejas” a los lados para que el lector esté protegido o encerrado en sí mismo. Sería una forma perfecta para reencontrase con un clásico con más vidas que un gato, tantas como certera fue la radiografía del alma humana que hizo Stevenson valiéndose de la psicología y de la ciencia-ficción. Son tantas las cosas que se pueden contar de ‘El extraño caso del Doctor Jekyll y Mr Hyde’ que darían para un ensayo. Se podría empezar por todas las adaptaciones al cine, la televisión, el teatro o el cómic (la de Olivares y García es una más) que se han hecho de ella; o por la influencia que ha tenido en la literatura fantástica o de ciencia-ficción; o también de las conexiones con la filosofía (Nietzsche, el taoísmo) o la psiquiatría (Freud y Jung son perfectos para explicar esa brecha), con la criminología e incluso con la política y la sociología.
Pero a fin de cuentas Jekyll y Hyde son una modernización de una fórmula tan vieja como el ser humano: el bien y el mal, de una forma u otra, anida en nosotros por igual, y toma los mandos de la psique en función de lo que le suceda a la persona, de su falta de control o su quebradiza moralidad. A fin de cuentas Stevenson se limitó a actualizar (con la ayuda de la ciencia y las doctrinas de pensamiento de su época) la eterna lucha entre el bien y el mal, que casi siempre tiene al individuo como campo de batalla, trinchera, víctima y verdugo, un conflicto perpetuo consigo mismo y su naturaleza. Pero Stevenson le dio una vuelta de tuerca que es pura modernidad: aquí el mal se materializa en otro yo, llamado Hyde, Mr Hyde, que emerge gracias a un experimento de Jekyll con la química; decide experimentar consigo mismo y descubre con horror el resultado de su investigación. La ciencia y el laboratorios como las armas para liberar al mal, casi una premonición de lo que ocurriría durante el siglo XX, cuando la ciencia fuera usada para el mal por tiranías y empresas sin escrúpulos morales.
La dualidad Jekyll-Hyde sigue el camino de muchos otros pulsos entre dos bandos contrarios supuestamente irreconciliables que, en realidad, son uno mismo. Nietzsche ya lo prefiguró (contemporáneo de Stevenson) en su separación entre apolíneos (orden, método, convención, control, aspiración y proyección, represión…) y dionisíacos (caos, creatividad, liberación de las pasiones, descontrol, ruptura con la convención…), donde los contrarios son parte de un todo que se retroalimenta sin cesar. Casi es una figura filosófica que se repite en cada área humana, incluso en la política, entre el conservadurismo que se aferra a lo que tiene y reprime el cambio (aunque eso le cueste la supervivencia) y el progresismo que avanza alocado hacia un horizonte que nunca alcanza y que aspira a una revolución perpetua incompatible con la sensatez. Sin duda esa dicotomía está mucho más presente en la modernidad; por decirlo de una manera más suave: en el Antiguo Régimen (todo lo anterior a la Ilustración y la industrialización) esas diferencias internas no eran tan marcadas, o al menos se reprimían con más efectividad.
Javier Olivares es un dibujante e ilustrador excepcional, con un estilo particular e identificable (primera misión de todo artista, que te reconozcan de lejos) que se amolda como un guante a la necesidad expresionista de la narración de Stevenson, con un Hyde deformado que parece salido de los cuadros del expresionismo alemán y el cine de Fritz Lang. Y detrás del hilo narrativo está Santiago García, legendario guionista de cómic que ha demostrado ya muchas veces su habilidad, y al que le tocó en su momento adaptar una novela que en las ediciones de bolsillo (como la de Alianza Editorial, por ejemplo), tiene 125 páginas con una maquetación donde el texto está sobredimensionado. El problema no es la longitud del texto, sino la profundidad del mismo. Aunque es de las obras literarias más veces adaptada desde su aparición en 1886, su condición de clásico intemporal le consigue una regeneración continua. Casi con cada generación hay una nueva visión que siempre se reduce a lo mismo: el uno y el contrario, antitéticos, bien y mal, autocontrol con un punto de represión victoriana en el original, de civismo en las más contemporáneas, el malvado que surge de la propia naturaleza dual del bondadoso, y el horror del bendito al conocer que llevaba al maldito dentro de sí.
Olivares y García ya lograron algo parecido en 2009, cuando adaptaron la obra por primera vez. Desde entonces ha llovido mucho: lograron en 2015 el Premio Nacional del Cómic (y muchos más del gremio) por ‘Las Meninas’, igual de ambiciosa que esta nueva edición ampliada con ocho páginas más, un formato más grande para mejorar la visualización y nueva portada. Ambos reinterpretan, en dos niveles diferentes (el impacto de la imagen, la narración del horror), la rebelión de la naturaleza humana y cómo lidiar con la dolorosa verdad simbólica de ese “otro yo” que emerge como el ácido del estómago, y que más de 140 años después es todo un lugar común en la cultura popular e incluso académica, el Mr Hyde que todos llevamos dentro. Retratan de una manera particular esa crisis de identidad crónica del humano contemporáneo que tan bien supo metaforizar Stevenson. Horror y humor parecen aliarse en sus 40 páginas para darle una nueva vida. A fin de cuentas un clásico no aguanta ese matarife que es el tiempo sin ser reinterpretado, manipulado, deformado, deconstruido y reconstruido una y otra vez.
En las primeras páginas Jekyll narra un sueño que le acosa cada noche, en la que persigue por un Londres onírico que Olivares retrata con apenas dos o tres colores (y que es puro expresionismo) a una persona que le aterra; no quiere alcanzarle, no quiere verle la cara, pero desde dentro le impulsa una necesidad absoluta de hallarlo. Cuando por fin le ve el rostro descubre que es él mismo, pero sin ser él, es un yo diferente pero que sigue siendo su propia naturaleza revelada (y rebelada). Y surge una frase: “Ahora sé que no estoy solo. Y él tampoco”. Más adelante Jekyll se explaya aún más: “Aprendí a reconocer la primitiva dualidad del hombre. Ambas naturalezas contendían en mi yo, y yo era ambas, no una sola de las dos. Soñé con la posibilidad de separar los dos elementos, si cada uno pudiera albergarse en una identidad diferente, la vida podría aliviarse de todo lo insoportable”. Lo que sigue es una historia mil veces transitada: química y medicina, laboratorio, trabajo nocturno, al margen de las convenciones, un elixir, un experimento y la terrible separación de ese yo engarzado de muchas caras y que al desdoblarse crea al monstruo al que Jekyll debe enfrentarse. En efecto, no está solo.
Otro detalle del arranque de la obra adaptada también apuntalan al individuo poliédrico y de muchas caras de la modernidad, tan lejana ya conceptualmente de lo antiguo: el ser humano no es una faz monolítica sin variaciones, sino que aglutina muchos diversos. En una de las viñetas aparece este texto: “El hombre no es verdaderamente uno –escribió Jekyll en su diario–, sino dos, y digo dos porque mis conocimientos no llegan más lejos. Otros vendrán que me dejarán atrás, pues aventuro que el hombre será finalmente conocido como una república de habitantes independientes e incongruentes”. Es, de lejos, una de las mejores definiciones de lo que es el individuo moderno, tan diverso y contradictorio como múltiple, obligado a ser una cosa diferente en cada esfera de su vida, una existencia cada vez más caótica, controlada y libérrima a partes iguales. Éste es quizás el mejor valor de la novela de Stevenson y de la adaptación que han realizado Olivares y García, la capacidad para prefigurar lo que somos hoy. Más que una historia de terror, de primitiva ciencia-ficción o de misterio, Stevenson escribió una premonición de lo que seríamos.
Una obra mil veces adaptada
Sólo un detalle: la novela de Stevenson fue adaptada con rapidez apenas un año después de publicarse, y no sólo en Londres, sino incluso en EEUU, en Boston. Fue tal el impacto y el éxito que desde entonces la lista de conversiones del libro a otro formato es inacabable, porque incluso se ha llegado a representar en obras teatrales colegiales. Abarca desde el humor a las versiones más existencialistas y virulentas. En la comedia merece la pena mencionar ‘Dr Jekyll and Mr Mouse’ (1947), un cortometraje de Hannah-Barbera con Tom y Jerry, que unos años más tarde tendría su equivalente en la Warner Bros con ‘Hyde and Hare’ (1955), de I. Freleng, donde Bugs Bunny sufre las transformaciones de Jekyll. En la misma línea, Friz Freleng hizo lo mismo con Silvestre y Piolín en 1960, también con la Warner (‘Hyde and Go Tweet’). En 1963 el clásico sufrió otra vuelta de tuerca a manos de Jerry Lewis, que creó ‘The Nutty Professor’, transformando un asocial y apocado científico en el Doctor Amor. Una de las mejores películas de Lewis, por cierto, de la que Eddie Murphy hizo un remake de éxito décadas después.
Otro detalle respecto al cine: la primera versión en pantalla grande es nada menos que de 1908, cuando el cinematógrafo aún estaba en pañales, por lo que tiene el mérito de ser una de las primeras historias llevadas al cine. Hasta la Segunda Guerra Mundial tendría otras cuatro adaptaciones más, entre las que destacan ‘El hombre y el monstruo’ (1931), que le valió un Oscar a su actor (Frederic March), o la que realizó Victor Fleming con Spencer Tracy, Ingrid Bergman y Lana Turner en 1941. Entre las modernas con algo más de aspiración está ‘Mary Reilly’ (1996), donde Julia Roberts interpreta a la criada del Dr Jekyll frente a John Malkovich, y que curiosamente está basada en una novela de 1990 que a su vez se basa en la de Stevenson. La primera adaptación en español fue en Argentina en 1951 (‘El extraño caso del hombre y la bestia’). También fue adaptado a los videojuegos en 1988, a múltiples series de televisión, en cortometrajes, en publicidad e incluso en sketch de programas de humor. Tanto que casi ha perdido casi el sentido de la obra original.
El fabuloso tándem García-Olivares
Santiago García (Madrid, 1968) lleva más de quince años escribiendo cómics. Ha publicado ‘El Vecino. Origen’ y ‘El Vecino. Historias’ con Pepo Pérez; ‘La tempestad’, ‘Héroes del espacio’ y ‘El fin del mundo’, con Javier Peinado; ‘Beowulf’, con David Rubín; ‘Tengo hambre’, con Manel Fontdevila; ‘Fútbol. La novela gráfica’, con Pablo Ríos, y ‘El extraño caso del Doctor Jekyll y Míster Hyde’, ‘Las meninas’ y ‘La cólera’, con Javier Olivares. Ha coordinado la antología de cómics ‘Panorama. La novela gráfica española hoy y otra de ensayos’ y ‘Supercómic. Mutaciones de la novela gráfica contemporánea’. Con su ensayo ‘La novela gráfica’, ganó el premio a la divulgación en el Salón de Barcelona de 2011, y en 2015 publicó ‘Cómics sensacionales’. También es autor de la novela gráfica ‘Yuna’, en colaboración con Juaco Vizuete, y ‘Museomaquia’, con dibujos de David Sánchez. Prepara para 2022 el cuarto volumen de ‘¡García!’, serie que realiza junto a Luis Bustos.
Javier Olivares (Madrid, 1964). Ilustrador e historietista, se inició en la revista Madriz en los 80, y desde entonces ha combinado su trabajo en numerosas revistas como El País Semanal y periódicos como El Mundo o The Boston Globe con la ilustración de libros, tanto infantiles como para adultos. Entre sus cómics más destacados se encuentran ‘Las meninas’, junto con Santiago García, que resultó galardonada con el Premio Nacional del Cómic 2015; y ‘La cólera’, también con Santiago García, con el que ha recibido numerosos premios. Ha colaborado con Fernando Marías en los libros ‘El silencio se mueve’ y ‘Prisioneros de Zenda’. Algunos de sus últimos trabajos han sido ilustrar ‘El perro de los Baskerville’ de Arthur Conan Doyle, una nueva edición de ‘Cuentos de Navidad’ de Charles Dickens, ‘Luces de Bohemia’ de Valle-Inclán, ‘El extraño caso de Charles Dexter Ward’ de H. P. Lovecraft.