Las relaciones del ser humano con la botánica son mucho más antiguas de lo que se cree, quizás sean la primera de las ciencias habida cuenta de los nuevos estudios sobre restos humanos.
Como mínimo podríamos hablar de hasta 7.000 años de antigüedad en la que la relación humanos-plantas empezó a ser mucho más estrecha que simplemente comérselas como parte de la dieta omnívora que nos hizo más resistentes y longevos. Muy cerca de la cuna humana, en África oriental, concretamente en Sudán (Al Khiday, en el Nilo blanco), se han encontrado yacimientos antiguos en los que se analizó la placa dental de los cráneos: resultado, tenían una idea muy detallada de las plantas mucho antes de que se les ocurriera recolectar y sembrar los cereales que crecían salvajes en el campo. La clave está en la placa dental, ya que las erosiones y evolución de los dientes permiten establecer cómo era su dieta.
En realidad es una técnica que ya se ha usado con muchas otras especies. Por ejemplo con los dinosaurios, cuyos dientes han determinado incluso qué comían y en qué cantidad. El estudio de la Universidad Autónoma de Barcelona y la Universidad de York ha permitido hacerse una idea más global de aquella dieta primigenia en un momento clave para nuestra especie, cuando la agricultura planificada estaba en su génesis y el ser humano a punto de dar el primer paso hacia la civilización organizada gracias al “efecto agrario”: los cultivos aumentaron la cantidad de comida disponible, lo que aumentó la esperanza de vida y la capacidad física, además, hubo que organizarse para el trabajo y el almacenamiento, con lo que nacía la propiedad más allá de los simples utensilios y las primeras estructuras de poder que sobrepasaban ya la simple jefatura tribal.
Restos humanos en Al Khiday (la flecha señala las vasijas donde se cocinaba)
Uno de los rastros determina que la Cyperus rotundus, o juncia púrpura, formó parte de la dieta en los primeros tiempos antes de que los cereales se extendieran. Hoy es una simple hierba eliminable por su escasa relevancia, pero en aquel tiempo fue un añadido a la dieta que también obligó al cuerpo humano a evolucionar debido a que era rica en hidratos de carbono. De la misma manera que el consumo de arroz y determinado tipo de vegetales ricos en almidón obligó al estómago humano a evolucionar para admitir estos alimentos ricos en hidratos (más energía para los músculos), las malas hierbas fueron el paso intermedio entre recolectar y plantar. Pero no sólo se trataba de comer: hay pruebas que incluso determinan que eran usadas para la medicina primitiva, la otra ciencia originaria casi derivada del uso de plantas medicinales.
Curiosamente fueron las caries, o mejor dicho su falta, lo que ha ayudado a concretar la existencia de juncia púrpura en la dieta. Esta planta tiene componentes químicos que inhiben el Streptococcus mutans, que contribuye a la aparición de la caries. La falta de éstas en las dentaduras hacen creer que el consumo de esta hierba no sólo era una cuestión alimenticia sino que también encontraron que quienes la comían no tenían tantos problemas dentales en una época en la que la odontología se resumía en arrancar dientes.
Cyperus rotundus, la juncia púrpura
Los pobladores de Al Khiday no sólo se comían la juncia púrpura sino que la usaban para la medicina. Esto tendría consecuencias ya que la botánica fue ampliamente desarrollada luego en la civilización surgida más abajo de ese lugar, en bajo Nilo: Egipto. La juncia puede ser usada como alimento, pero también como material para apósitos medicinales y para fabricar perfumes. Precisamente la conexión Al Khiday-Egipto queda establecida precisamente por el uso como perfume. En la antigua civilización de las pirámides la juncia púrpura era usada para este tipo de manufacturas de lujo, muy apreciadas en el mundo antiguo. Curiosamente queda establecido un nexo cultural entre aquellas primeras tribus agrícolas y la civilización. En el mismo yacimiento también se han encontrado restos de ceniza que demuestran que cocinaban y no se limitaban a asar la carne o el pescado que podían ingerir.
Este yacimiento es importante porque es un paso intermedio geográfico y evolutivo para el homo sapiens. Hace 7.000 años el ser humano ya se había expandido incluso por América, era el momento previo al salto cultural que permitiría la aparición de la civilización. No sólo es la vía de paso desde el interior de África hacia la costa mediterránea y Egipto, también fue un asentamiento que en el tiempo marcó el devenir futuro. Es una zona de paso cultural, con lo que estos hallazgos permiten definir mejor la línea temporal de nuestra especie. Hay rastros del Mesolítico, Neolítico y de los primeros tiempos de civilización. Es decir: las necrópolis se amontonan unas sobre otras o al lado de otras, de tal manera que permite a los investigadores trazar esa línea temporal a partir de los enterramientos.