¿Cómo contar una etapa histórica clave para la España moderna sin repetirse, y además alargarlo hasta el pasado más cercano? Sencillo, desde la perspectiva de unos chicos de 20 años que desde su particular mundo al margen de lo convencional atraviesan esos años 80 convulsos para luego crecer en paralelo a la democracia.

IMÁGENES: Norma Editorial

Javier Martín lleva años trazando, desde su vida y su herencia de memoria familiar, su versión de la historia de España. Desde lo particular y “marginal” (de ser sólo un individuo o grupo e ellos) más que desde lo oficial y académico. Una tradición entre los historiadores europeos, contar el pasado desde la perspectiva de los individuos anónimos, aunque en realidad aquí el autor usa su propia vida para narrar el periodo que va desde 1975 hasta 2008, siempre desde su Yo personal: el niño de los 70 que se convierte en los 80 en un joven díscolo del extrarradio de Barcelona y que se aferra al dibujo para sobrevivir en medio de una España en proceso de reconstrucción pero que no termina de dejar atrás la dictadura. Es el ambiente de partida de un relato que abarca mucho más que una vida individual, como un espejo en el que el resto se mira.

La muerte del dictador dio paso a otra época, convulsa muchas veces, anestesiada otras tantas. Pasar página cuando en realidad no se hace lo que se debe para pasar página de verdad. El foco sobre el extrarradio barcelonés, tierra de emigrantes, de obreros y de vidas pequeñas que apuntalan la ciudad y la Cataluña más o menos eterna. La España de la transición está lejos de ser un paraíso para los hijos de esa migración interna llegada desde Andalucía, Murcia, La Mancha, Extremadura o Castilla: violencia, pobreza, drogadicción, los vestigios de una dictadura que se resiste a desaparecer y que sabe adaptarse rápidamente a las nuevas reglas. Pero también la música rock, los colegas, las primeras fiestas, borracheras, y sobre todo la pasión por el dibujo del joven Jaime, que lo transforma en un instrumento para alcanzar sus sueños y sobrevivir en ese ambiente.

El autor se instrumentaliza a sí mismo y su memoria para poder describir aquella época y comprometerse con sus ideas. No es un viaje equidistante, es comprometido. Es la historia contada desde determinado punto de vista. Y no es la primera vez: ‘Siempre tendré 20 años’ es otro volumen que continuaría en parte ‘Jamás tendré 20 años’ (Norma Editorial, 2018) y que estuvo precedida por ‘Las Guerras Silenciosas’ (Norma Editorial, 2014), sobre la experiencia de su padre en el Ifni durante la dictadura como soldado. Su familia se convirtió en una mina de oro para la narrativa en novela gráfica. Entonces llegaría ‘Jamás tendré 20 años’, que en 2018 explicó la Guerra Civil desde el punto de vista de sus abuelos maternos, Isabel y Jaime, de cómo en medio de la guerra se conocen y se unen para sobrevivir como una familia durante la dictadura.

El estilo es sencillo y claro, con juegos de luces, sin distorsiones. Cómic académico donde lo que importa no es el impacto visual (aunque lo tiene, casi como ver una serie de televisión por sus escenas) sino el hilo narrativo que une a tres generaciones a través de esa democracia en pañales que intenta salir adelante. Jaime Martín, para apuntalar ese discurso, dota de gran expresividad a los personajes, y lo suma a un realismo en ocasiones muy académico: se baso tanto en lugares reales como en documentos gráficos históricos o de su familia, imágenes de archivo y todo tipo de iconos de estética de esos años. La base documental de ‘Siempre tendremos 20 años’ es muy grande y abarca incluso los detalles de la vestimenta de los 80 o el ambiente escolar en la época en la que era un crío en plena Transición.

Utilizar la historia familiar como base de una narración no es nada nuevo, pero en el caso de Martín alcanza unas cotas de emotividad y cercanía muy sólidas. La historia de los abuelos entronca con el arranque de la suya a finales de los 70, cuando Jaime apenas es un niño que crece y ya no depende de los recuerdos de otros, sino de los suyos, especialmente en los años 80 en los que se moldeó parcialmente la realidad actual. En una de las viñetas el pequeño Jaime se retrata a sí mismo escuchando a sus abuelos decir “aún queda mucho camino” en referencia a lo que llegará después de la muerte del dictador. Se une después con ese colegio que es el mundo propio del niño y donde se reproduce la realidad de fuera, de los adultos, como un microcosmos que sirve al autor para trazar esa historia con otros medios.

Pero es el pequeño Jaime el eje central: la familia y la realidad histórica son flancos que acompañan a la obra más personal del barcelonés, que arrastra más allá de su juventud contestataria en los 80 (con toda la parafernalia estética y cultural de aquella década), donde surgen los “mosqueteros” que le acompañan: Jordi, Bodi y David, que serán los escuderos de la relación con la música, el despertar de los cómics y las drogas, la marca profunda de aquellos años. Jaime descubre que su faceta artística le podrá sacar del marasmo y ser la válvula de escape de la propia realidad. La narración llega a los 90 de la normalización y las burbujas económicas que luego estallarían bien entrado el siglo XXI, hasta donde llega el relato de Jaime Martín cuando crea su propia familia.

¿Quién es Jaime Martín?

Nació en L’Hospitalet (Barcelona) en 1966. Inició su trayectoria profesional en el ámbito del cómic en 1985 y publicó en las revistas que por entonces editaba Josep Maria Beà en su sello Intermagen: Caníbal y Bichos. Entre 1986 y 1990, también en Humor a Tope y Pulgarcito. En 1987 comienza a colaborar con regularidad en la mítica revista El Víbora. Allí realiza series de temática costumbrista con guión de Alfredo Pons. Aborda también series propias como autor completo, como ‘Sangre de Barrio’ (1989-2005), cuya primera entrega obtuvo el Premio Autor Revelación del 8º Salón Internacional del Cómic de Barcelona. Otras obras destacadas de esta etapa son ‘Los primos del Parque’ (1991-92), ‘La Memoria Oscura’ (1994-95) e ‘Infierno’ (1996). Tras publicar ‘Invisible’ en España, se pasa a la editorial francesa Dupuis y allí publica ‘Lo que el viento trae’ (2007), con guión de Wander Antunes, y ‘Todo el polvo del camino’ (2010). Con ‘Las guerras silenciosas’ se consagra como uno de los autores europeos más interesantes del momento.