La contaminación en China es un problema de estado. Mientras en España y otros países del mundo se mira de lado a una amenaza de primer orden, el exceso industrial chino ya se cobra la vida de miles de chinos al año. Suficiente para que el país invierta en descontaminación. Y ahora tienen un nuevo método, torres de purificación.

Parecen más engendros de un proyecto de terraformación de un planeta tóxico, pero en realidad, aunque persiguen el mismo objetivo de mejorar la calidad del aire, funcionan como las purificadoras de los circuitos de aire de una nave espacial. Xi’an, una de las ciudades con más contaminación de China, donde el exceso de consumo de combustibles fósiles y una paupérrima legislación medioambiental ha provocado una crisis sanitaria sin precedentes (la mortalidad por contaminación iguala a la enfermedades como determinados tipos de cáncer), es la pionera en la experimentación con las nuevas torres de purificación.

Y funciona: reduce un 15% la polución en el aire de la ciudad al rebajar la proporción de partículas PM2,5, tóxicas, en un área de 10 km cuadrados alrededor de esta construcción de 60 metros de altura por diez de ancho. Esta construcción es capaz de purificar cinco millones de metros cúbicos de aire al día mediante una técnica de captación y filtración: captura el aire que entra en un recinto de vidrio, donde es calentado por energía solar; este aire, ya caliente, asciende a través de la torre, repleta de filtros que captan las partículas contaminantes, y luego es expulsado ya purificado.

Al ser un proceso continuo puede reducir la proporción de contaminantes por producción sostenida, ya que purifica el aire casi a más velocidad que se emite contaminación. El sistema, aún en pruebas, ya empieza a rendir y el gobierno chino tiene pensado unir este sistema a otros (como los edificios-árbol, estructuras habitables enfundadas en cubiertas verdes para generar oxígeno y reducir el dióxido de carbono) y a una regulación draconiana, en parte ya aplicada, para reducir de raíz la contaminación. Por desgracia los gobiernos sólo reaccionan cuando ya es evidente el mal, no antes.

Imagen de la torre purificadora china