Aunque era una sospecha más que fundada, la NASA ha confirmado gracias al experimento con el avión-observatorio SOFIA que hay depósitos de agua en la Luna, y posiblemente en más de un estado, aunque inicialmente en reservas de hielo.
IMÁGENES: NASA
Como en Marte, la clave está bajo la superficie, que en el caso de la Luna es esa pesadilla gris llamada “polvo lunar”, capaz de meterse incluso entre las juntas de los trajes de astronautas y máquinas. Lo sospechaban desde hacía décadas, incluso hubo pruebas concretas durante los viajes al satélite terrestre en los 70, pero hubo que esperar al 31 de agosto de 2018, cuando un gigantesco Boeing 747 modificado para cargar un telescopio y espectrómetro, voló a 13.000 metros de altura para poder observar el espacio detenidamente. Han hecho falta dos años de análisis detallado de los datos para determinar que en la zona del cráter Clavius, en el hemisferio sur de la Luna, hay depósitos de agua, lo que es clave para futuras misiones permanentes.
Pero no es la única investigación que ha determinado la presencia de agua; se calcula incluso que podría existir en una superficie que llegaría a los 40.000 km2, lo que supondría que hay mucho, muchísimo más, de lo que siempre se sospechó. El estudio se publicó en Nature Astronomy y se fija en que hay zonas de la Luna donde jamás llega la luz solar por el juego de sombras en los cráteres y fisuras de superficie más profundas. Esto supone que hay puntos de la Luna donde rondan los -160º C, pero que en las fisuras alcanzarían los -243º, cerca del Cero Absoluto. En esas condiciones el hielo es roca pura y se mantiene molecularmente estable indefinidamente salvo acción exterior. El problema sería sacarlo de ahí. La Luna tiene una superficie parecida a la de Extremadura en esas condiciones, así que potencialmente, hay opciones.
Estos hallazgos demuestran que bajo la superficie visible se esconden muchos secretos en el Sistema Solar, y que en nuestro vecindario cósmico hay muchísima más agua de lo que pensábamos. Es más, con los datos que se tiene de Encelado, Europa y Ceres, los “mundos de agua”, la Tierra no es el planeta donde más líquido elemento hay. Vital para los planes futuros, desde la lejana opción de establecer bases permanentes a los apoyos logísticos y de recursos para la Misión Artemisa de la NASA para regresar a la Luna. Las sospechas históricas apuntaban a los polos lunares en un modus operandi teórico parecido al de Marte, donde siempre se creyó que bajo las casquetes polares marcianos compuestos sobre todo de amoníaco y otros compuestos, había hielo de agua. Se habló de millones de toneladas, pero era más una sospecha sin confirmar que una certeza.
La confirmación de que bajo la superficie de Marte hay bloques de hielo de agua confinados reforzaron la idea de buscarlo en la Luna. Se usó el mismo método: un pulso laser que, al estilo de un sonar pero multiplicado en capacidad, que penetra la materia y por cada tipo de compuesto adquiere una longitud de onda. Así es cómo se encuentra agua bajo superficie. No obstante, no era perfecto, ya que esos pulsos lanzados desde la Tierra no permitían distinguir entre agua e hidroxilo (OH), con la que es fácil de confundir. La NASA decidió entonces usar el Observatorio SOFIA, montado en un Boeing 747 con techo retráctil, que atinó el tiro de luz infrarroja y captar la longitud de onda que sólo emite el agua. Tras varias verificaciones se comprobó que era así, por lo que se publicó el estudio en Nature Astronomy (como la otra investigación). No había forma de error, ya que sólo el H2O puede emitir ese tipo de onda, y no hay otros compuestos similares en la Luna que lo pudieran distorsionar.
SOFIA (en la imagen superior) se centró sobre todo en el Clavius, un cráter de 200 km de diámetro en las cercanías del polo sur lunar, donde encontraron 200 microgramos de agua por cada gramo de materia lunar, aunque no en bloques sólidos de hielo subterráneo, sino en depósitos menores mezclados con la superficie o incluso entre minerales cristalizados. No deja de ser una cantidad enorme, mucho más alta que la presencia de minerales valiosos en la Tierra como diamantes, gemas o el propio oro. Eso demuestra la importancia de la confirmación y las consecuencias futuras para la exploración espacial. El agua no sólo supone un recurso para el consumo humano: de ella se puede extraer también combustible líquido para cohetes, naves e incluso generación de energía. Aparte, por supuesto, del ahorro de costes logísticos, ya que evitaría llevarla desde la Tierra. Sin embargo su extracción no va a ser fácil: no se trata de excavar y licuar, ya que el agua estaría atrapada y mezclada, lo que llevaría a la necesidad de fundir minerales y procesar el suelo lunar.
Qué hay que saber de la Luna en datos y curiosidades
En datos concisos: está a 384.400 km de media de la Tierra, una inclinación de 5,1454 grados, con una excentricidad orbital de 0,0549, una masa de 7,349 x 10 (elevada a 22) kg, un diámetro de 3.476 km y una superficie de 38 millones de km2. Luego viene lo obvio: es el único satélite natural de la Tierra y el quinto más grande del Sistema Solar, con una órbita que lo mantiene en sincronía con la Tierra (siempre vemos la misma cara de la Luna), y a pesar de ser el objeto más brillante en el cielo después del Sol, su superficie es en realidad muy oscura, con una reflexión similar a la del carbón. Sobre nosotros ha tenido una doble influencia: física, porque su presencia ha modulado las corrientes marinas y las mareas oceánicas al colocarse más cerca en su órbita (literalmente eleva el agua hacia sí por su gravedad y provoca la retirada de las mareas en las costas); y abstracta, por su enorme influencia cultural, religiosa y artística en las diferentes civilizaciones humanas, tanto como para inspirar calendarios y mitos.
Otro aspecto: los eclipses. Su cercanía la convierte en el cuerpo más grande visible, más incluso que el Sol, razón por la cual cuando las órbitas coinciden en una posición concreta puede llegar a tapar el disco central solar y provocan ese efecto sobre la Tierra de tapar la luz. Es, además, el único cuerpo celeste que ha sido pisado por el ser humano (entre 1969 y 1972), desde entonces la Luna se mantiene “neutral” por el tratado del espacio exterior que no adjudica a nadie su posesión y sólo la destina a fines científicos, si bien China ha insinuado (con demasiado optimismo) que podría pensar lo contrario. Pero para eso primero hay que llegar allí.