Vayan acostumbrarse a esta palabra, terraformación, porque será muy habitual en todo lo relacionado con la astronomía a partir de ahora. Lo que hace apenas una década era ciencia-ficción pura y dura hoy ya es una opción realista de cara al futuro, especialmente con esa obsesión rojo-óxido llamada Marte.
La NASA tiene un plan concreto para Marte: suplir las causas que evitan que puedan ser un planeta habitable, para que así pueda ser viable la terraformación. Uno de sus muchos defectos es que no tiene un campo magnético activo como el de la Tierra, por lo que su débil atmósfera y la superficie son bombardeadas sistemáticamente por altísimas dosis de radiación solar y radiación cósmica, las cuales imposibilitan la vida en superficie. Es puro veneno: literalmente rompen las cadenas celulares y matarían cualquier forma de vida en cuestión de semanas. Todo eso aparte de que el arco térmico es muy frío (las máximas marcianas apenas superan los 20º C en verano y pueden caer por debajo de los -120º durante la noche).
Sobre el papel el plan de la División de Ciencia Planetaria de la NASA, dirigida por Jim Green, es viable, otra cosa es la práctica. Su plan es desplegar un escudo magnético que pudiera ayudar a que la atmósfera marciana se recuperara lo suficiente como para que las misiones tripuladas estuvieran más seguras frente a la radiación. Es decir, no sólo se trataría de terraformación en una fase muy primitiva, sino que buscaría proteger también a los astronautas y futuros colonos humanos en el planeta. Jamás se ha intentado algo parecido, y Green habló, claramente, a largo plazo, basándose en las pruebas de laboratorio y las simulaciones matemáticas realizadas. Este escudo magnético supliría el campo que Marte perdió hace unos 4.200 millones de años, cuando en la Tierra ya estaba en su punto álgido y aparecía la vida.
Este campo magnético, menor que el de nuestro planeta, protegió la atmósfera marciana el tiempo suficiente para que hubiera agua líquida e incluso algún tipo de sistema hidrográfico que dejó su huella de erosión y depósitos químicos en la superficie. Sin embargo, al desvanecerse, la radiación y el viento solar arrancaron poco a poco la atmósfera hasta dejarla en la débil capa gaseosa que tiene hoy. En apenas 500 millones de años Marte pasó de tener un clima mucho más húmedo y cálido que hoy a ser un desierto frío e inhabitable. Hay agua, pero está congelada, bajo tierra y muy probablemente mezclada con amoníaco, dióxido de carbono y otros componentes. Actualmente la atmósfera marciana tiene aproximadamente 6 milibares de presión de aire (menos del 1% del que hay en la orilla del mar en la Tierra).
Cuatro estadios de cómo sería la terraformación de Marte, en teoría
El plan de la NASA
El planteamiento teórico de la agencia es sencillo y complejo a la vez: colocar un escudo de dipolos magnéticos en un punto concreto, el Mars L1 Lagrange, que al activarse crearía una magnetosfera que, al expandirse, cubriría todo el planeta protegiéndolo del Sol y de la radiación de fondo. Green y su plan se basan en el éxito de los experimentos en creación de micro magnetosferas en laboratorio, que han demostrado que sólo hay que aprovechar las leyes de la Física de la manera correcta. De hecho esos experimentos irían destinados a proteger a las tripulaciones humanas y los sistemas informáticos sensibles en los viajes interplanetarios. Green se limita a plantear el mismo mecanismo, pero a nivel planetario.
Green calculó que el efecto a medio y largo y plazo de estos dipolos activos supondría un aumento de 4ºC de media en la superficie, suficiente para derretir gran parte del CO2 congelado en el polo norte marciano; una vez en la atmósfera provocaría un efecto invernadero suficiente para iniciar un ciclo de recalentamiento de la atmósfera marciana que llevaría a que el agua congelada en superficie (la parte menor de lo que se cree que existe bajo superficie) se derritiera para crear zonas de agua líquida estancas, incluso un pequeño sistema hidrográfico que, sin embargo, no supondría ni el 15% de toda el agua que se cree cubrió Marte en el pasado.
Simulación de la fina atmósfera marciana, incapaz de proteger la superficie
Pero, ¿qué es el punto Mars L1 Lagrange? Un “punto de Lagrange” es una posición en un sistema orbital donde un objeto puede estar teóricamente estacionario respecto a dos objetos más grandes, es decir, como un satélite artificial se colocaría entre la Tierra y la Luna, dos campos gravitatorios dominantes sobre él. De esta forma se colocaría en un lugar “equilibrado” a partir del cual podría operar. Son puntos donde la atracción gravitatoria combinada de esas dos masas proporciona la suficiente fuerza centrípeta necesaria para rotar sincrónicamente. Son similares, en definición, a las órbitas geosincrónicas que permiten que tengamos satélites artificiales en un lugar “fijo”.
Según Green la investigación se basa en la posibilidad tecnológica de que “una o varias estructuras inflables puedan generar un campo de dipolo magnético a un nivel tal vez de 1 ó 2 Tesla (o 10.000 a 20.000 Gauss) como escudo activo contra el viento solar”, tal y como justificó en la exposición. Según los datos de la NASA, Marte pierde material atmosférico por el polo norte (el material ionosférico de mayor carga energética) y en el Ecuador (el material de menor carga energética), con una pérdida de casi 0,1 kilos de iones de oxígeno por segundo.
Una breve explicación en inglés de cómo es Marte: la gravedad es un tercio de la terrestre (lo que llevaría a pérdida de masa ósea y muscular), recibe la mitad de la luz solar que la Tierra, la presión es un 0,7% de la terrestre y su atmosfera se compone en un 95% de dióxido de carbono, un 2,7% de nitrógeno, 1,6% de argón y sólo un 0,13% de oxígeno.