El Museo Reina Sofía recupera un sector completo de la planta baja del edificio clásico, hasta ahora zona vedada para los visitantes, y que permitirá reorganizar la colección permanente, exponer nuevas piezas y los cuantiosos fondos latinoamericanos, así como conectar con el Edificio Nouvel y que cada visita sea más dinámica. Una nueva vida en la que se recupera parte de lo perdido del clasicismo del arquitecto Sabatini.
IMAGEN: Web Museo Reina Sofía / Wikimedia Commons
El Museo Reina Sofía tenía un problema: a pesar de la ampliación con el edificio Nouvel, le faltaba espacio para poder exhibir todo su potencial artístico, reorganizarlo y darle un nuevo sentido y orden. Concretamente eran 2.000 m2 que durante casi 30 años se habían destinado a oficinas, talleres y almacenes, la llamada A0 orientada al sur. Las obras culminadas hace apenas unas semanas permitirán recomponer la colección permanente y darle otro tipo de estructura, más contemporánea y adaptada a lo que quiere exhibir el museo. Casi todo el peso de la reforma la ha asumido la planta 0 del Edificio de Sabatini, el más conocido, el antiguo Hospital San Carlos construido por Francesco Sabatini (1721-1797) y que durante décadas ha sido la cara urbana del centro. Casi dos millones de euros después, con las obras desarrollándose entre la pandemia y la reapertura del museo, el Sabatini cuenta ahora con una nueva vida que los visitantes recorrerán en breve, incluyendo un área nueva para Arquitectura.
Áreas que antes eran el corazón administrativo y de gestión, más almacenes, se convierten en espacio abierto para desarrollar los capítulos de la colección permanente. No sólo son salas nuevas, sino que se han adaptado al modelo renovado de museo tecnológico que se quiere ofrecer: una galería de servicios de 150 metros de largo (un lado completo del antiguo edificio) alrededor de la cual se han creado instalaciones de apoyo para la museografía. Parte de ese “despeje” de zonas antiguas permite conectar directamente el edificio Sabatini con el Nouvel, que hasta ahora habían permanecido relativamente ajenos el uno del otro precisamente por el uso de esa galería. Para pasar de uno a otro había que ascender a las plantas superiores, desvirtuando el recorrido del visitante. Con la reforma la conexión es completa, en horizontal y también en vertical para poder seguir itinerarios más completos.
Planta 0 – Zona de reforma de la planta baja (en rojo)
Respecto a los accesos, se abre una nueva puerta de entrada al Sabatini y se amplía la accesibilidad de la Plaza de Nouvel (entre ambos edificios de cara a la Ronda de Atocha). Esa puerta llevaba tres décadas tapiada para cerrar por ese lado las oficinas del Museo. Curiosamente la parte recuperada para la museografía es justo el punto donde en el siglo XVIII empezó la construcción del antiguo Hospital San Carlos. El edificio clásico que ha sido el armazón principal del Reina Sofía ha recuperado casi todo lo que cuando se inauguró se había eliminado para modernizarlo. Las necesidades han cambiado, por lo que el Sabatini recupera desde las antiguas verjas a los pasillos que se diseñaron para el tránsito dentro del edificio, justo lo que los nuevos reformadores pretendían: conseguir más espacio y a la vez recuperar los viejos usos y elementos del edificio clásico.
Las reformas sin embargo no han tocado otras áreas de la institución, que ha mantenido los espacios abiertos para el resto de la colección como estaba pensada en los últimos años y para las muestras temporales. Entre las que permanecen abiertas figura la de Vivian Suter (hasta el 2 de mayo de 2022), vinculada a la escena creativa de Basilea durante décadas antes de un exilio voluntario en plena selva guatemalteca, donde su obra ha evolucionado hacia el intercambio estrecho con el entorno natural, plasmado en lienzos coloristas, sin marco, en profunda continuidad con el paisaje tropical. Una relación casi orgánica que en el presente siglo se ha convertido en motor: la naturaleza es casi coautora de sus obras, llegando a impregnarse de restos que arrastra el viento o de pequeños organismos de la selva.
Edificio Nouvel
Otra es la de Michael Schmidt (‘Fotografías 1965-2014’ hasta el 28 de febrero), su primera retrospectiva después de su fallecimiento ese 2014 y uno de los fotógrafos alemanes más influyentes en la posguerra. Su obra rastrea las huellas de la sociedad contemporánea, concretamente el paisaje urbano, arquitectónico y humano. Tanto Suter como Schmidt exhiben en el Sabatini; pero fuera, en el Palacio de Cristal del Retiro, expone Kidlat Tahimik (‘Magallanes, Marilyn, Mickey y fray Dámaso. 500 años de conquistadores Rockstars’, hasta el 6 de marzo), artista y cineasta filipino que juega con sus pesadillas colonizadas, desde la primera vuelta al mundo en 1521 al aniversario actual de 2021. Antiguo economista reconvertido en creador artístico, ha sido actor, escritor, cineasta y performer, con grandes instalaciones plásticas conectadas siempre con el cine.
Volviendo al edificio Sabatini hay dos exposiciones temporales más. Primero ‘Máquinas de trovar’ de Pedro G. Romero (hasta el 28 de marzo): investigador, comisario, editor y creador desde los años 80. En los 90 trabaja en dos máquinas, Archivo F. X. y la Máquina P.H., a través de la cual promueve la Plataforma Independiente de Estudios Flamencos Modernos y Contemporáneos (PIE.FMC) cuyo objetivo principal es ampliar el campo de estudio del flamenco con herramientas procedentes de la estética, la Historia del Arte, la antropología y la sociología. Y ‘Colografías’ de Belkis Ayón (hasta el 18 de abril), primera retrospectiva dedicada a la fallecida grabadora cubana en Europa. Incluye cincuenta obras que profundizan en su corta pero intensa trayectoria. La colografía es una técnica de grabado basada en matrices construidas a modo de collages, que Ayón desarrolló hasta generar un lenguaje artístico único caracterizado por una gran riqueza de matices y texturas difíciles de obtener por cualquier otro medio.
Cómo cambiará la futura colección
La idea principal de la reforma era reapropiarse de espacios no expositivos justo para los contrario, para nuevas áreas de exhibición. La institución ha adelantado que parte de la colección permanente se reorganizará en esa zona con obras de Dora García, Asier Mendizábal, Hito Steyerl, Rosa Barba, Angela Melitopoulos, Chto Delat, Leonor Antunes, Marwan Rechmaoui, Cabello-Carceller, Miriam Cahn, Maja Bajevic, Azucena Veites, Ana Boghiguian, David Bestué o Henrik Olesen. Son varios de los elegidos para expandir el territorio recuperado, que prestará especial atención al arte latinoamericano: las compras puntuales más las donaciones llegadas al Reina Sofía en los últimos años obligan (y permiten) crear nuevas estructuras de exhibición.
Entre el material que necesita ver la luz están la Colección Patricia Phelps de Cisneros, las obras de Juan Carlos Verme, Jorge Pérez o la donación de Helga de Alvear, que incluyen piezas del injustamente desconocido (en España) arte contemporáneo latinoamericano. De hecho ya están preparados esos cambios en forma de bloques expositivos llamados “capítulos”: ‘Los enemigos de la poesía: resistencias en América Latina’ (Episodio 2), ‘El pensamiento perdido: la autarquía y el exilio’ (Episodio 3, que cubre la creación artística a ambos lados del océano entre 1939 y 1964) y ‘Territorios de vanguardia. Ciudad, exposiciones, revistas’ (Episodio 4, centrada en la génesis de los nuevos movimientos artísticos y su vinculación con el espacio urbano).
Planta 2 ‘Episodio 4 – Territorios de vanguardia’ (en rojo)
Planta 4 ‘Episodio 3 – Pensamiento perdido, autarquía y exilio’ (en rojo)