Venus es un planeta que nada tiene que ver con su nombre y la diosa de la belleza: clima infernal, sin campo magnético protector y con explosiones por anomalías del flujo de calor que pueden tragarse el planeta entero.
Venus, la Tierra y Marte son tres vecinos a los que el destino ha tratado de manera muy diferente. Mientras que Marte está demasiado lejos del Sol para que haya temperaturas estables (pasa de los 20ºC a caer más de 100 bajo cero por la noche) y para colmo de males su gravedad no es suficiente para compactar bien la atmósfera; Venus en cambio está demasiado cerca del Sol, su atmósfera es una mezcla de dióxido de carbono y ácidos que matarían cualquier forma de vida conocida y, para rematar, no tiene un campo magnético estable que pueda frenar las embestidas de la radiación solar. Sólo la Tierra está justo en la zona habitable, ni muy lejos ni muy cerca. En el punto justo.
Pero es que investigadores del Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA han descubierto que todavía Venus tiene peores problemas. Uno de ellos son las anomalías por flujo de calor, algo habitual en la Tierra pero que suceden fuera de la magnetosfera protectora. En Venus no había tal cosa, por lo que suceden casi encima de la atmósfera y son tan inmensas que podrían tragarse entero el planeta.
“Como Venus no tiene un campo magnético para protegerse a sí misma, las anomalías de flujo caliente suceden justo encima del planeta. Podrían tragarse el planeta entero”, asegura Glyn Collison, uno de los investigadores que han publicado el hallazgo en la Journal of Geophysical Research este mes de febrero. El informe se basa, a su vez, en el ojo mecánico que colocó la Agencia Espacial Europea (ESA) sobre el planeta tiempo atrás, la Venus Express, que han determinado el tamaño y la frecuencia de este fenómeno de clima espacial en Venus.
Esquema de las anomalías de flujo caliente en Venus (NASA)
Mientras que nuestro planeta vive parapetado detrás de una coraza magnética producida por el núcleo de hierro compacto y a altísimas temperaturas que gira y gira sin parar, rechazando así las radiaciones del viento solar y permitiendo la existencia de vida, Venus no dispone de tal armadura y literalmente es barrida una y otra vez por ese flujo solar que no cesa nunca. La atmósfera está tan compactada en Venus que cualquier nave o sonda que la atravesara sería pulverizada en menos de 24 horas, reducida a un amasijo informe de materiales carcomidos y aplastados por el peso. Para que se hagan una idea, multipliquen la presión de 1 atmósfera a pie de playa por 90 y comprenderán la presión. De hecho muchos astrónomos señalan a Venus como el futuro incierto de una Tierra sin magnetosfera. Nuestro planeta sería algo parecido a eso: un infierno de temperaturas extremas, sin aire, puro gas venenoso y expuesto a las radiaciones.
La comparación terrestre es monstruosa: en la Tierra las anomalías de flujo de calor no se producen dentro de la magnetosfera, sino que liberan energía en el borde mismo y desvían el viento solar, incluso en dirección contraria. En cambio en Venus la protección es la ionosfera, la capa final de la atmósfera, que es incapaz de mantener el equilibrio ante el flujo solar; al romperse se producen explosiones y fuerzas inmensas en el espacio que podrían incluso llegar a absorber parte de la ionosfera temporalmente.
Recreación de la superficie venusiana sin atmósfera (NASA)