En junio de este mismo año ya publicábamos en El Corso un extenso reportaje sobre el pasado, el presente y el futuro de la Agencia Espacial Europea (ESA). Entre las misiones inminentes estaba LISA Pathfinder, que se encargará de probar si una parte de la Teoría de la Relatividad de Einstein es cierta: las ondas gravitacionales provocadas por la relatividad general.

El 2 de diciembre próximo un cohete Vega pondrá en órbita la sonda LISA Pathfinder desde la estación de lanzamiento de la Guyana Francesa en Sudamérica. Sin embargo no estará activo y en la órbita correcta hasta enero próximo, y habrá que esperar a febrero para que libere parte del instrumental y comiencen las pruebas tecnológicas, que durarán hasta el otoño de 2016. Como siempre ocurre en estos casos, las agencias ponen el parche antes de la herida y pronostican que, si se puede, se alargará la misión un año más. Como suele ocurrir la tecnología suele dar más de sí de lo que cuentan. Pero primero tiene que salir todo bien y que los 430 millones de euros que se han invertido tengan rendimiento.

España aporta buena parte del ordenador central y del software a través del grupo Astronomía Gravitacional-LISA del IEEC-CSIC, donde desde hace una década trabajan para este gran proyecto que intentará poner a prueba a Einstein, que hace un siglo largo que publicó y fundamentó la Teoría de la Relatividad que nos tiene a todos bailando a su son en casi todos los aspectos de la vida. LISA Pathfinder perfila el estudio de las ondas en el tejido del espacio-tiempo creado por los objetos celestes con una gravedad muy fuerte, como pares de la fusión de agujeros negros.

Montaje de la LISA Pathfinder en los laboratorios de la ESA (Foto: ESA)

La Teoría General de la Relatividad predice que la aceleración de cuerpos con gran masa en el universo liberan ondas que curvan el espacio-tiempo, y crearían algo así a tsunamis en el tejido del todo como las grandes olas en el mar que mueven todo lo que flota en él. A su paso todo se altera. A veces son tan grandes (como los agujeros negros) que generarían una alteración tan gigantesca que se podría medir en la Tierra aunque estuvieran a mucha distancia. A mayor masa, mayor alteración y por lo tanto más oportunidades de captar las ondas.

Captarlas supondría no sólo corroborar la teoría una vez más, sino avanzar (mucho) en nuestra comprensión del universo como un todo entrelazado. Abriría una nueva vía de investigación y aumentaríamos un poco más la comprensión del cosmos, en el que todavía vamos a ciegas. El proyecto de la ESA supone otro observatorio especializado, en este caso para ondas gravitatorias, que contará con sensores inerciales, un medidor laser y varios sistemas de posicionamiento a través de micromotores (DRS, desarrollado por la NASA) que puedan recolocar la sonda donde debe para poder observar.

Será especialmente sensible la experimentación tecnológica: además del estudio astronómico la ESA quiere comprobar si sus sistemas de ingeniería más avanzados funcionan en el espacio sin problemas, como el que supondrá Lisa: dos cuerpos diferentes coordinados entre sí, el LTP, un sistema de simulación a escala que es la base del estudio del proyecto, reduciendo la distancia entre cuerpos e 5 millones de km a sólo 35 centímetros. Lisa Pathfinder se colocará en una órbita concreta, entre 500.000 y 800.000 km alrededor del primer punto de Lagrange entre la Tierra y el Sol, a 1,5 millones de km de distancia de nosotros.