Desde que en 2015 la sonda Dawn llegara a Ceres, el planeta enano inserto en el Cinturón de Asteroides entre Marte y Júpiter, y fotografiara y registrar brillos en varios puntos de su superficie, las hipótesis son múltiples. La última es que sus variaciones podrían indicar que hay evaporación de agua subterránea.

Esos brillos, que llevan más de un año dando muchos quebraderos de cabeza a los astrónomos y geólogos planetarios, han adquirido un nivel más de extrañeza: varían en intensidad, y el equipo del Observatorio Astronómico de Trieste (Italia) han determinado que en realidad podrían producirse porque hay una fuga de agua en forma de vapor desde el subsuelo. Durante el día (cuando el Sol da de lleno en esa cara del planeta enano) los brillos aumentan, lo que, según opinión de los mismos, podrían deberse a que la luz solar recalienta parte de la corteza, provocando la evaporación de agua en niveles inferiores: cuando el Sol incide adquieren formas de plumas que reflejan esa luz con fuerza. Además duran poco, se diluyen en poco tiempo.

De todas formas nadie sabe todavía qué material puede dar ese brillo: se ha especulado que sea hielo enquistado en los cráteres, sales evaporadas o incluso algún tipo de material metálico proveniente de un meteorito impactado que brilla especialmente con la luz. El equipo de Trieste utilizó el HARPs del Observatorio Europeo Austral (ESO) en La Silla (Chile): fue entonces cuando observaron las variaciones abruptas de brillo. También se percataron de que cuando el cráter donde están las mayores manchas, el Occator, era visible desde la Tierra el brillo aumentaba. No obstante ninguna de las teorías parece tener fundamento en pruebas definitivas.

Lo que es seguro es que la luz solar provoca algún tipo de reacción química o geológica que podría derivar en esos efectos secundarios, los del brillo con diferente capacidad radial. Duran poco y su variabilidad es demasiado alta para tratarse de un efecto fijo: si fueran capas de hielo o metales ese brillo se mantendría mientras recibieran luz solar. Pero no es el caso. La teoría sobre Ceres es que es uno de esos “mundos acuáticos encerrados”: bajo su superficie podría haber enormes cantidades de agua aprisionadas por la superficie. Además, de ser así, indicaría que hay algún tipo de actividad geológica interna: esto es, presión, fricción, movimiento. Energía térmica. Supondría que el núcleo de Ceres no está muerto.

Sonda Dawn, el espía humano en Ceres

La sonda Dawn llegó en la primavera de 2015 a Ceres, y se mantiene activa. Lleva incorporada tecnología especial para lograr las imágenes, como una cámara de encuadre que permite realizar imágenes en 3D para “mapear” con una resolución de 140 metros por píxel. El espectrómetro permite también analizar por infrarrojos la superficie y conocer mejor la composición mineral de la misma. Todo esto ha permitido conocer en detalle determinadas zonas, como una montaña cónica y campos de cráteres, así como fracturas trenzadas por otros motivos geológicos. Dicha montaña, el accidente geográfico más destacado del hemisferio sur de Ceres, tiene 6.000 metros de altura y sus laderas brillan bajo la luz del Sol, lo que supondría una composición concreta.

Dawn tiene mucho trabajo por delante, y el equipo que la controla desde el Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA en Pasadena (California) se va a centrar en varios asuntos, desde cuestiones geológicas y astronómicas a esas famosas luces. La NASA envió la sonda con el fin de poder observarlo directamente para extraer conclusiones de la formación del Sistema Solar, encontrar quizás rastros de agua (persiste el enigma del suelo brillante en el fondo de uno de sus cráteres, no se sabe si es hielo, cristal o qué) y poder estudiar mejor esa zona de nuestro “vecindario”. Ceres era un buen candidato: es pequeño (no supera los 2,8 millones de km2, poco menos que el tamaño de Argentina), rocoso, complicado por su ubicación y tiene una de esas cosas que tanto apasionan al ser humano, agua.

Este planeta enano es una rara avis en el Sistema Solar, un “vecindario” particularmente dado a generar asteroides y lunas. No hay que olvidar que Júpiter y Saturno son monstruos con decenas de satélites a su alrededor, capaces de generar sistemas planetarios secundarios alrededor del Sol. La existencia de un planeta enano a medio camino entre Marte y Júpiter es un preciado tesoro: está lo suficientemente cerca de nosotros como para que sea factible pensar en misiones más ambiciosas. Sobre todo si, como se cree, puede ser otro candidato a albergar vida.

La vida (al menos tal y como la conocemos y es lógica) requiere tres condiciones previas fundamentales: agua líquida (o que pueda estarlo), una fuente de energía y componentes químicos básicos como carbono, hidrógeno, nitrógeno, oxígeno, fósforo y azufre, entre otros muchos más. De momento todas las esperanzas se centran en Europa (Júpiter), Titán o Encelado (Saturno). Hay agua, nitratos, compuestos de base de carbono y condiciones para que pueda existir vida. Por eso la NASA tiene un ojo en Ceres. Se cree que podría haber agua por un detalle: tiene una baja densidad global de 2,09 gramos por cm cúbico, casi la mitad que la Tierra.

La teoría es que un corte transversal permitiría ver su núcleo rocoso y sólido, un manto de hielo de agua y una superficie rocosa mixta que contendría otros minerales donde hay rastros de agua. La apuesta más arriesgada apunta a casi un 40% de agua en Ceres. Eso se combinaría con la fuente de energía: el Sol, que está relativamente cerca (2,8 unidades astronómicas, la Tierra tiene 1). Ahora bien, aquí es donde cambia su comparación con Europa y Encelado: estas dos últimas lunas tienen fuerzas de marea por culpa de la gravedad de Júpiter, es decir, que se genera calor en su interior y eso provoca que haya océanos líquidos en su interior. En el caso de Ceres podría darse algo parecido, pero ni Júpiter ni Marte ejercen una fuerza suficiente, con lo que si se confirma la liberación de tanto vapor de agua como se cree (esos 6 kg/segundo mencionados al principio del texto) podría deberse a que hay algún tipo de actividad.

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Comparativa de tamaño de Ceres respecto a la Luna y la Tierra

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