La eterna pregunta del “¿Qué hubiera pasado si…?”, los condicionales aplicados a nuestras vidas e incluso, algo más allá, a la propia Historia. Eso que, llevado al terreno de la literatura llamamos ‘ucronía’ y que en el libro de Richard Evans ‘Contrafactuales ¿Y si todo hubiera sido diferente?’ (Turner) alcanza un nuevo grado.

No hace demasiado hubo incluso una versión española de esas ucronías, ‘Historia virtual de España (1870-2004)’, un pequeño subgénero donde los autores aplican ese momento tan cinematográfico de cambiar una decisión supuestamente vital (en el fondo todas lo son) para darle un nuevo trasfondo. El noble arte de crear universos paralelos en los que solemos sentirnos más cómodos (porque se adaptan mejor a nuestras ideas que el mundo resultante de la opción histórica) o que convertimos en distopías para justificar la realidad conocida. El libro de Richard Evans hace lo mismo a partir de pequeños cambios en el desarrollo conocido para, indirectamente, dotar de más sentido a lo que sucedió. Nada como fantasear con ese condicional perpetuo como para asustarnos.

En el libro de Evans Gran Bretaña no participa en la Segunda Guerra Mundial, Hitler conquista Moscú, Churchill nunca llega a convertirse en primer ministro… La historia alternativa siempre ha sido un divertimento, una excusa para los juegos de mesa o un argumento para la ciencia ficción, pero en los últimos años ha empezado a llamar también la atención de los historiadores más serios. Evans examina con ojo crítico la nueva afición de los historiadores, y de los lectores, por los contrafactuales, atendiendo tanto a su importancia para la comprensión de la historia como a los motivos ocultos de los académicos para explorar esta faceta. Pero no hay que confundirlo con la ucronía.

Uno de los contrafactuales favoritos del mundo anglosajón: Napoleón vence en Waterloo

Mientras que en España y América Latina la historia virtual o contrafactual ha tenido poco recorrido (sobre todo en el mundo académico, muy poco dado a la veleidades que puedan restar, supuestamente, credibilidad a sus estudios), en el mundo anglosajón son una moda recurrente que ha tenido un largo recorrido. No hablamos tanto de la ucronía (inaugurada en su forma moderna por Philip K. Dick y ‘El hombre del castillo’) como de la reconstrucción histórica, seria, a partir de un cambio puntual (que también es ucronía pero basada en contrafactuales realistas). Richard J. Evans es uno de los historiadores actuales más conocidos y leídos en todo el mundo, y se ha atrevido por ejemplo a resumir esta tendencia seria.

Especialista de la historia alemana contemporánea, autor de una monumental monografía sobre el Tercer Reich en tres tomos, Evans resume muchos de esos contrafactuales y los desarrolla para intentar ver qué “podría haber” ocurrido, pero desde un punto de vista mucho más serio. El libro se basa en una serie de conferencias que ofreció Evans en Jerusalén en 2013 y lo hace desde un punto de vista crítico, alejándose por completo de lo literario y lo más fantasioso, siempre con el horizonte del realismo más duro para intentar saber qué hubiera pasado. Los contrafactuales de Evans son también una forma de conjurar a la obsesión de la ciencia-ficción y la novela por crear esos universos paralelos en los que más tarde o más temprano aparecen siempre los nazis. Según Evans, los contrafactuales son “versiones alternativas del pasado en las que una alteración en la serie de sucesos conduce a un resultado distinto”.

Cada cultura tiene sus propias obsesiones, y en el libro de Evans aparecen bien reflejadas determinados lugares comunes que rozan ya el cansancio. Podríamos agruparlos, desde el punto de vista británico, en una hipotética victoria de la Armada Invencible, el triunfo de Napoelón en Waterloo, la neutralidad británica en la Segunda Guerra Mundial y el consecuente triunfo del nazismo… Según Evans la construcción de contrafactuales tiene muchos problemas: de la misma manera que la ucronía literaria se alimenta positivamente del azar, la especulación y el subjetivismo, sobredimensiones y sobrevaloraciones de los hechos (no lo olvidemos, es ficción), los contrafactuales fallan en este mismo lugar. Evans se queja de que no son serios, especulan demasiado y condicionan el azar a una cadena de sucesos que sólo favorecen determinado punto de vista. Por ejemplo: el hipotético fracaso del Desembarco de Normandía no habría dado la victoria a los nazis, sólo habría propiciado una victoria aplastante, posterior, de la URSS, ya que la guerra estaba decantada a largo plazo.