Ni es nuevo ni revelador, pero que la NASA haya dicho con esa contundencia que hubo mares en Marte dice mucho de hasta qué punto ya debe aceptarse que, en efecto, el planeta rojo fue también azul; lo hace al mismo tiempos que anuncia la zona de aterrizaje de la misión InSight.
Sin medias tintas, la NASA ha informado en un informe publicado en Science que resume años, décadas, de trabajo de observación de sondas, telescopios y robots en la superficie de Marte. Finalmente se confirma que el hemisferio norte del planeta rojo albergó un gigantesco océano de agua líquida. La prueba irrefutable son las “firmas de agua”, señales geológicas que sólo se explican por la existencia de un mar y que erosionan de forma muy particular la superficie. Es la primera vez que la agencia se atreve incluso a dar cifras y proporciones gracias al uso del telescopio VLT del Observatorio Europeo del Sur (Chile) y el Telescopio de Infrarrojos de Hawai: 20 millones de metros cúbicos de agua y con una superficie superior a la del Atlántico. Es decir, que Marte tuvo una “Edad Húmeda” pretérita antes de que esa agua se vaporizara al espacio (80%) o se congelara.
Hace 4.300 millones de año Marte tenía un océano capaz incluso de cubrir, de haberse extendido, toda la superficie del planeta. Esta masa de tenía una media de 137 metros de profundidad (con cotas máximas de 1.600 metros en algunas simas) y ocupaba el hemisferio septentrional del planeta. Las “firmas” químicas dejadas por esta masa de agua, más el estudio de un meteorito marciano que albergaba agua congelada, han permitido calcular cronología, volumen y formato. El estudio implicaba las señales dejadas tanto por el agua común (H2O) como por el deuterio (variación de la molécula que la hace más pesada); al combinarse con el meteorito se pudo determinar la edad de esa agua, 4.500 millones de años. La investigación supuso crear patrones de conducta química durante seis años (el equivalente a tres años marcianos) para calcular cuánta agua escapó al espacio en el proceso de desecación marciano y cómo era el clima de Marte en aquel tiempo. Todo junto permite crear un “mapa virtual” del clima del planeta y así poder determinar el comportamiento del agua.
El resultado de años de trabajo y observación que culmina en una aseveración científica contundente. El mapa temporal resultante es muy interesante porque se puede aplicar a otros planetas. Hace 3.700 millones de años terminó la denominada Edad Húmeda en Marte: de tener un océano gigante se pasó a un modelo de roca desértica bajo un intenso frío en el que el agua quedó bajo tierra (una parte se filtró durante la desecación y quedó congelada bajo la superficie), congelada en los polos (junto con grandes cantidades de otros compuestos que pasaron de estado gaseoso a líquido y luego sólido) o que escapó vaporizada al espacio (la mayoría, más de un 80%). La NASA ha calculado que Marte perdió seis veces la cantidad de agua que ahora conservan los polos marcianos. La suma final es de 20 millones de metros cúbicos.
Ahora bien, surge otra pregunta: ¿dónde estuvo tal cantidad de agua? Un vistazo a la geografía marciana permite detectar el lugar. El hemisferio sur marciano está mucho más elevado que el norte, alberga varios volcanes y gran cantidad de cráteres y cordilleras. En cambio, el hemisferio norte es mucho más llano, está por debajo de la superficie media de su hermano meridional y es más evidente que podría haber albergado una gran masa de agua. Esta zona también es donde se generan las grandes tormentas de polvo que pueden llegar a cubrir el planeta estacionalmente. De haber existido un mar, hubiera sido ahí. Con esa superficie y masa de agua quizás el 20% de Marte habría terminado bajo el agua: más grande que el Atlántico. Eso implica que hubo humedad suficiente (y lo que es más importante, durante el tiempo suficiente) como para generar vida biológica, aunque fuera microscópica.
Y todo listo para la nueva misión InSight
Entre tanto, aprovechando el impacto del estudio, la NASA ha publicitado que ya tiene lugar de aterrizaje para la nueva misión que despegará en marzo de 2016 rumbo a Marte, la InSight (imagen superior). Será en una zona especialmente llana y sólida de Elysium Planitia (cerca del Ecuador marciano). Allí aterrizará una sonda que examinará el subsuelo profundo del planeta. InSight, acrónimo de ‘Interior Exploration using Seismic Investigations, Geodesy and Heat Transport’ quiere explorar a fondo el interior rocoso de Marte para poder determinar su evolución y, de paso, entender cómo evolucionaron los planetas rocosos del circuito interior del Sistema Solar (Mercurio, Venus, Tierra y Marte) frente a los gigantes gaseosos del circuito exterior como Júpiter.
El lugar elegido tiene dos ventajas: es plano, sin grandes variaciones de altura en superficie, apenas hay rocas y está despejado. Y sobre todo la composición del suelo permitirá al brazo robótico de la sonda taladrarlo cinco metros para estudiar composición y colocar un instrumento que medirá perturbaciones magnéticas y sísmicas. La forma de elegir el terreno ha sido la profunda observación a través de los rastros térmicos (oscilación entre el día y la noche) por parte de las sondas que orbitan y monitorizan Marte. El suelo es el adecuado. También examinará si el suelo y el planeta se “balancean”, es decir, si se mueve al rotar sobre su eje. Ese “bamboleo” permite saber si el núcleo es sólido o no.
Después de que InSight llegue a finales de septiembre de 2016 la misión evaluará las propiedades de la corteza, manto y núcleo del planeta. Marte tiene una ventaja sobre la Tierra: no hay tectónica de placas, lo que significa que el interior no es una batidora geológica gigante como en la Tierra (y que provoca los volcanes, los terremotos y el movimiento de continentes y océanos). En realidad Marte es una huella antigua congelada: el reloj geológico se detuvo allí cuando todavía la Tierra se esta formando. Su estudio permitirá saber más sobre la formación planetaria en el Sistema Solar.