Todo descubrimiento debe ser corroborado con pruebas experimentales, y toda teoría debe ser puesta a prueba por la realidad física; pues las ondas gravitacionales ya tienen su segunda prueba, conseguida esta semana que se extingue y que confirman que Einstein, otra vez, tenía razón.

El mismo equipo que detectó la primera prueba confirmada en marzo de este año (aunque los datos eran del otoño anterior), el Observatorio de ondas gravitacionales por interferometría laser (LIGO, por sus siglas en inglés), ha vuelto a anunciar que tiene más detecciones a partir del choque de dos agujeros negros, con una fuerza gravitacional tan grande que generan desgarros en forma de onda en el continuo del espacio-tiempo. Las ondas gravitacionales, aparte de su importancia teórica y para el conocimiento del universo, tiene una utilidad práctica para los astrónomos: si logran desarrollar mecanismos fiables de detección de estas ondas podrán “ver sin ver”, es decir, detectarán cualquier tipo de cuerpo de gran densidad y fuerza gravitacional aunque no refleje luz o esté muy lejano, ya que “curvan” el espacio tiempo y crean ondas que viajan por el universo sin obstáculos.

Los nuevos datos confirman los primeros y son una prueba positiva de parte de la Teoría General de la Relatividad y de las ideas que tenía Einstein. Hasta este año no habían sido confirmadas correctamente, y todavía habrá que esperar algún tiempo más y muchas más confirmaciones antes de poder comprenderlas bien. Con el tiempo podríamos llegar a alcanzar una mayor compresión del orden natural y si la teoría funciona en ambientes más extremos y poder avanzar. Porque Einstein tenía razón. En realidad dio en el clavo en muchas cosas…, y ahora, al confirmar dos veces su ideas, la Física da un paso de gigante y la Humanidad logra comprender mejor el universo. . Muchos esperaban esta noticia como si fuera la piedra de toque en la teoría de los grandes elementos, igual que el bosón de Higgs lo fue de la teoría física a nivel subatómico.

Las ondas gravitacionales son una parte consistente de la Teoría de la Relatividad y de los estudios que hizo Albert Einstein para entender el universo, su estructura y funcionamiento. Sin embargo en 1936 nuestro gran hombre dio marcha atrás y dijo que no, que se había equivocado. Pues no: acertó. Y sólo hay una forma de explicarlas. Imaginemos un lago. Nos acercamos a la orilla y tiramos una piedra. El choque forma una ondas en el agua que se expanden desde el punto de impacto en todas direcciones de forma equilibrada hasta que chocan con otros cuerpos. Los cuerpos en el espacio (planetas, estrellas, galaxias, agujeros negros, púlsares, supernovas, etc) son iguales que esas piedras: generan ondas por su gravedad que se propagan por todo el universo.

En lugar de un impacto es la fuerza de la gravedad de esos cuerpos y fenómenos físicos los que generan las ondas. Estas ondas existen porque el espacio-tiempo es un todo, no se compone de elementos separados, sino que se relacionan en un todo que llamaremos “continuo”. El espacio se compone de tres parámetros, y el tiempo sería el cuarto. Este continuo sería, según la Teoría de la Relatividad, curvo, no lineal, y la gravedad sería un producto de esa curvatura: el movimiento de los cuerpos estelares provoca perturbaciones en el continuo, esas ondas gravitacionales igual que la piedra genera ondas en el lago.

Advanced LIGO es el mayor experimento tecnológico para medir esas ondas; su sensibilidad es tan alta que supera con mucho todo lo anteriormente construido. Se compone de dos observatorios coordinados: uno en Hanford (Washington) y otro en Livinsgton (Louisiana). La ocasión para el equipo del LIGO (siglas en inglés de Observatorio de Interfeormetría Láser de Ondas Gravitacionales, compuesto por más de mil investigadores y dirigido por David Reitze) fue la colisión de dos agujeros negros hace miles de años generó unas ondas tan fuertes como para que la máquina las captara en otoño pasado. El experimento encontró el eco en ondas de la fusión por impacto de dos agujeros negros a 1.300 millones de años luz (es decir, que colisionaron mucho antes de que la vida en la Tierra fuera vida compleja) con una fuerza desmesurada que combinó el equivalente a la masa de 62 estrellas como nuestro Sol.

Pero tenía truco: en realidad fue la combinación de un agujero negro de 36 masas como el Sol más con otro de 29 veces nuestra estrella. ¿Verdad que falta algo en la suma? El equivalente a esos tres soles en realidad se convirtió en un flujo de onda que se expandió por el universo, ondas gravitacionales generadas por la fusión y la multiplicación de la gravedad. Otra cosa es que el gran público pueda entender realmente la importancia de este descubrimiento, que permitirá conocer mucho mejor la formación de los agujeros negros, los efectos reales de las supernovas o del funcionamiento real de la estructura del universo.