El autor noruego, un fabricante nato de bestsellers del género, planeó un choque de trenes entre el personaje shakesperiano y el mundo criminal de los años 70 en Escocia, una versión tan sofisticada como original de un nicho literario como hay pocos. Como si el bardo hubiera conocido al detective de Nesbø, Harry Hole.

Una frase siniestra planea sobre todo el fondo de esta historia: “Como las ortigas, las ambiciones de los hombres siempre querrán alcanzar el sol y ensombrecerán y matarán cuanto las rodea”. A partir de ahí el mito literario del rey de Escocia, su esposa y el universo de traiciones y guerras desatadas por sentarse en el trono es trasladado a un escenario prototípico de la novela policiaca. Versiones sobre clásicos ha habido muchos, son legión, pero otra cosa es que funcionen de verdad. Hace falta reconstruir el original de tal forma que cobre vida nueva sin parecer un plagio, o un remake mimético que no suponga ningún tipo de aportación a historias que por lo general han sido leídas, exprimidas y utilizadas como referencia durante siglos. McBeth, el aspirante al trono de Escocia que rompe con todo por su ambición, arrastrado al interior de una espiral desatada por él mismo y su entorno humano, es quizás una de las más legendarias. Y sobadas.

La sinopsis es todo un adelanto de ese mundo: un jefe de policía demasiado íntegro; un magnate dispuesto a todo con tal de eliminarlo; una ciudad de callejones húmedos y oscuros, sitiada por las bandas criminales y el tráfico de estupefacientes. Este es el nuevo escenario en el que Macbeth es un ambicioso capitán de la Guardia Real, a lady Macbeth como una persuasiva y madura dominatrix, y a las tres brujas como “cocineras” de una peligrosa droga. Hekate, el capo de los narcos, cree que la policía ha sido un obstáculo para sus negocios durante demasiado tiempo, y Macbeth, con un turbio pasado de adicciones y violencia, es el peón perfecto para destruirlos desde dentro. Así arranca Nesbø el círculo de lucha, traiciones y ambición que sustenta la novela, que le aparta temporalmente de Harry Hole y su saga pero que le mantiene activo. Y una buena excusa para hablar de este noruego, escritor que es a la vez músico, compositor y antiguo economista.

Cuando salió a la luz ‘El policía’, décima entrega de la serie sobre Harry Hole, parecía que Jo Nesbø había finalmente dado carpetazo a su primer personaje y principal razón de su éxito literario. O al menos lo había intentado. Con otras series abiertas y otros textos al margen, algunos de los cuales habían sido llevados al cine con éxito (‘Head Hunters’ es un buen ejemplo), el autor noruego apuntaba al final de su policía todoterreno que le ha valido su gloria literaria. Todos los autores del género negro tienen un tótem personal en forma de policía, detective o personaje central alrededor del cual tejen su particular universo. Pero luego llegó ‘La sed’, la undécima entrega que sigue los pasos de Hole por el mundo, que comparte muchos rasgos de los detectives clásicos: insubordinado, rebelde, poco ortodoxo, analítico, obstinado en la búsqueda de un final a todo lo que encuentra.

Nesbø tiene unas cuantas virtudes literarias. Una de ellas es la facilidad para crear seres humanos poliédricos y llenos de matices, eso que en el lenguaje común llamaríamos “oscuros”. Otra es el talento para crear ambientes acordes con esos personajes, donde la verdad y la luz brillan por su ausencia. En sus muchas novelas sobre Harry Hole ha desarrollado auténticos laberintos humanos donde lo que predomina es la mentira y la mezquindad. Por muy terrible que sea desde el punto de vista humano, son rasgos esenciales para tener algo de éxito cuando se es un escritor de novela negra. Mucho más si eres escandinavo y tienes sobre tus espaldas una tradición que ya tiene tintes legendarios en lo literario.

Otra virtud son los giros: bien lo saben los guionistas de cine y televisión, no hay nada mejor para atrapar al lector como una garrapata a las páginas que darle una patada al timón del barco y que vire sobre su eje. A fin de cuentas eso es la vida, un barco con el timón girando sin control. Así apuntala las otras dos virtudes, creando un método personalizado que une oscuridad, mezquindad e impredecibles esquinas y giros. Suspense. Que el lector gaste sus nervios y esperanzas. Que merezca la pena leerle. Un novelista profesional atado a un género que borda y con el que ha encontrado la clave para vender más de 28 millones de libros en todo el mundo y tener a las productoras de cine pendientes de que Hole siga arrastrándose como un gusano lleno de defectos por el mundo creado para él, esa Oslo que como más de un crítico ha señalado parece a veces Gotham en un día muy malo.

Hole fue el arranque de su segunda vida (o la tercera si se prefiere, después de ser agente de bolsa y músico, ésta aún activada en paralelo) artística, un antihéroe marca de la casa, alcohólico, ácrata, sin respeto por la autoridad y adicto al trabajo, quizás su droga preferida y la que más problemas le da en el fondo. Con él ha logrado montar un mecano humano que tiene el éxito asegurado, producto de sus inquietudes, su visión y el alimento literario que le ha marcado. Se suele decir que a un escritor se le conoce por sus gustos y libros preferidos. Ejemplos de Jo Nesbø: Jim Thompson, Vladimir Nabokov, Knut Hamsun, Henrik Ibsen, Ernest Hemingway, Charles Bukowski y Frank Miller. No está nada mal, porque va desde la literatura norteamericana contemporánea a la novela gráfica, pasando por dos monstruos nórdicos que también supieron vivir en el filo de la navaja existencial. En esa misma entrevista a RBA en la que encontramos estas preferencias aparecieron libros que son muy reveladores: ‘El asesino dentro de mí’ de Jim Thompson, ‘Lolita’ de Nabokov o ‘La senda del perdedor’ de Bukowski.

Nesbø no es un escritor en el sentido literario, aunque haya experimentado otros géneros (como la literatura juvenil) y en su vida haya creado la Fundación Harry Hole para combatir el analfabetismo en el mundo, especialmente el que padecen los niños. Es un novelista, un creador que sigue el mismo camino que muchos otros: vidas normales llenas de variaciones que un buen día eclosionan en forma de novelas cortadas por el mismo patrón eficiente, una y otra vez. Quizás con el tiempo Nesbø opte por otro tipo de literatura, pruebe suerte, como hizo J. K. Rowling fuera del mundo de Harry Potter. Pero al final siempre vuelven a aquello que dominan. Desde que en 1997 publicó ‘El murciélago’, la primera novela de la serie del policía Harry Hole, ha destacado como el autor noruego de serie negra más importante, todo un símbolo de que la novela negra escandinava, ya sea sueca o no, es una mina que no para de sacar material sin parar. De Finlandia a Islandia, con las particularidades de cada país, pero siempre eficaces y eficientes.

Nacido en Oslo en 1960, antes de dar el salto a la literatura fue cantante, compositor y agente de Bolsa. Graduado en Economía, ha tenido muchas vidas en una: agente de bolsa, compositor, cantante… y escritor. Nesbø ha vendido más de 28 millones de ejemplares en todo el mundo, ha sido traducido a 51 idiomas y ha vendido los derechos de adaptación de la mayoría de sus novelas a la industria del cine. Dos ejemplos: ‘El muñeco de nieve’ y la oscura ‘Head Hunters’. Además es fundador y cantante del grupo musical de rock noruego Di Derre, con los que ha publicado seis álbumes entre 1993 y 2006. Los años 90 fueron su chispazo inicial. Fue un debut más que positivo: Premio Riverton a la mejor novela negra noruega y Premio Glassnøkkelen en la misma categoría pero en los países nórdicos. Ha creado además dos series literarias más, la del Doctor Proctor, de literatura juvenil (cuatro libros, los dos primeros publicados en España con Editorial La Galera), y la más reciente serie Olav Johansen, con dos volúmenes en los últimos años.