Agua bajo la superficie, no acuíferos ni pozos, sino auténticos lagos subterráneos atrapados a presión en el interior de la Tierra en piedras y minerales como la ringwoodita. 

El estudio de la Universidad de Alberta (Canadá), publicado en Nature, ha demostrado que existen grandes cantidades de agua atrapadas en minerales a gran profundidad. Ya no se trata tanto del descubrimiento de lagos atrapados por los movimientos tectónicos o por hundimientos de la superficie, sino de que existen moléculas de agua que, bajo gran presión, quedan encerradas en el interior de materiales como la ringwoodita, un mineral descubierto por los investigadores de Alberta y que encierra agua como para ser el 1,5% de su peso total.

La idea del estudio es confirmar, poco a poco, una teoría geológica que asegura que existe agua en una capa de la corteza terrestre que está entre 410 y 600 km de profundidad, justo entre las dos capas del llamado Manto. Esta zona, a pesar de la profundidad, es una capa de transición que, según aventuran, podría albergar tanta agua como todos los océanos de la Tierra en su conjunto. De ser así habría que “recalcular” muchos aspectos de la geología terrestre y entender que en algún momento de la formación del planeta el agua pudo filtrarse o quedar encerrada al llegar en meteoritos o cometas. No sólo es, implicaría repensar la formación misma de nuestro planeta y aspectos que dábamos por sentados.

La ringwoodita (en la imagen) es una forma del mineral “peridoto” que existe en grandes cantidades en esa zona de transición. Su rastro es peculiar: existe en los meteoritos hallados durante la exploración espacial de la NASA, pero hasta ahora no se había encontrado en la Tierra, a donde habría llegado por el choque de meteoritos en la Tierra durante su formación. Ésa era la teoría sin confirmar. El hallazgo de la ringwoodita en la Tierra aclara el proceso y abre la puerta a otro tipos de teorías. Los restos se encontraron en Brasil por unos mineros artesanales en la zona del Mato Grosso. Eso contradice la teoría de la profundidad de la ringwoodita, hasta que se conoce cómo emergió desde la profundidad: fue a través de piedras volcánicas que la arrastraron desde las zonas de transición entre los mantos.

Las piezas encajan: la ringwoodita llegó durante la formación terrestre, sometidas a gran presión física captaron parte del agua y la encerraron, y tras una erupción volcánica emergieron a la superficie. Otra cosa es saber por qué está esa agua ahí. Las mediciones de agua se realizaron en el Centro Canadiense para Microanálisis Isotópico y que es una institución clave en la investigación geológica. Y tiene que servir para aclarar un poco más todo lo que rodea a la formación de la Tierra, de la que sabemos menos que de Marte o la Luna. Es un tópico pero también es real: conocemos mejor el espacio exterior que los océanos o el interior de nuestro propio planeta, del que tenemos más conjeturas medio confirmadas que certezas.

La posibilidad de que haya agua en el interior explicaría parte del comportamiento del planeta, su dinamismo frente al estatismo de otros como Marte, supuestamente el “gemelo” de la Tierra. Hay una gran diferencia entre una Tierra sin agua en el interior a otra con agua, en parte porque saber que existe agua debajo de la corteza tiene implicaciones para el estudio del vulcanismo y la tectónica de placas, al afectar a la forma en que la roca se derrite, se enfría y cambia por debajo de la corteza. El agua modificaría incluso todo lo demás, hasta su magnetismo.