En apenas tres temporadas esta serie ha logrado cambiar la cara de un subgénero con muchos fans pero que hasta ahora no había sido abordada con cierta dosis de realismo social de fondo.

Reino Unido, o más concretamente Inglaterra, es algo más que tópicos, mal gusto proletario y hooligans. En televisión es el país de los extremos: capaces de montar la versión más chusca imaginable de un reality absurdo como Gran Hermano y al mismo tiempo facturar, empaquetar y vender al resto del mundo. De la isla han salido series como ‘Roma’, ‘Dowton Abbey’ o ‘Sherlock’, por poner tres muy conocidas por el público español. Entonces fue cuando apareció, a finales de 2009, la incursión más rara imaginada por los guionistas británicos en un campo tan americano como el de la ciencia-ficción de superhéroes: ‘Misfits’, creada por Howard Overman e interpretada por Robert Sheehan, Nathan Stewart-Jarrett, Antonia Thomas, Lauren Socha, Iwan Rheon, Alex Reid, Joseph Gilgun, Josef Altin, Michelle Fairley.

 

Los cinco personajes de la primera temporada

‘Misfits’ es como el vuelto del calcetín, una serie de escenarios suburbanos deprimentes, tristes y donde todo tiene un punto cutre y arrabalero en una indeterminada ciudad británica posmoderna que es Londres pero no es Londres, que puede ser cualquiera. Cada personaje es un cliché en sí mismo que luego va desenvolviéndose a partir de una premisa muy ingeniosa: cinco chicos de diferente perfil pero casi la misma extracción social que por culpa de una misteriosa tormenta que los fulmina y les otorga diferentes superpoderes a cada uno de ellos. Los cinco han llegado hasta un particular escenario, un edificio gubernamental para trabajos forzados comunitarios a jóvenes delincuentes donde transcurre casi toda la acción. La tormenta no sólo les ha tocado a ellos, sino a mucha gente más que aparece y desaparece en los guiones de la serie como las espoletas que inician cada capítulo.

El quinteto inicial ha cambiado en las tres temporadas de ‘Misfits’ que se han emitido (la tercera recién terminada en España en MTV), pero el inicial se componía de un exatleta juvenil que puede hacer avanzar y retroceder el tiempo (Curtis, interpretado por Nathan Stewart-Jarret), una chica que lee el pensamiento (Kelly – Lauren Socha), otra que no puede tocar a nadie porque los vuelve locos de deseo hacia ella (y que era una promiscua enfermiza, Alisha – Antonia Thomas), un empollón asocial que se vuelve invisible a voluntad (Simon – Iwan Rheon) y un bocazas salido e inmortal que además puede hablar con los muertos (Nathan – Robert Sheehan).

El equipo al completo cuando ganó el Bafta 

Esos mismos personajes luego abren muchos abanicos argumentales, y en uno de ellos, clave en la serie, conocen a un traficante de poderes que les hace cambiar el suyo por otro: la telépata se convierte en un genio de la ingeniería, el viajero del tiempo adquiere el poder de hacerse mujer y luego lo vuelve a intercambiar por otro más siniestro: resucita a los muertos. El inmortal se convierte en ilusionista y el invisible adquiere la precognición y la capacidad de viajar en el tiempo; finalmente, la hipersexual consigue el don de la clarividencia.

En tres temporadas los guionistas han metido y sacado personajes con una fluidez digna de elogio que hace un verdadero quebradero de cabeza intentar sintetizar la serie: algunos de los personajes clave han salido y otros nuevos han irrumpido en el quinteto protagonista, pero el trasfondo se mantiene. Por un lado los capítulos son autoconclusivos, con lo que cada uno desvela parte de la trama general pero bajo la subordinación de otra menor, lo que ayuda a crear expectativas y al mismo tiempo poder verlos por separado. Los guiones son peonzas donde los giros con continuos, lo que hace a veces complicado seguirla, pero que mantiene vivo el interés.

No es una serie fácil, no se deja ver perezosamente, probablemente sea imprescindible tener menos de 30 años, o estirándolo mucho menos de 40, sigue a pies juntillas muchas de las claves de la juventud británica pero al mismo tiempo es universal. Drama, humor, diálogos sin autocensura alguna y ciencia-ficción se juntan en una espiral que ha tenido un éxito inmenso en Reino Unido, que apunta a versión americana en breve pero que en España ha quedado relegado a los canales por satélite y a MTV, que se arriesga a emitir cada martes por la noche nuevos capítulos y cada madrugada los antiguos. Tarda en enganchar, pero merece la pena.

Personajes en la tercera temporada

Las claves de la serie

‘Misfits’ no deja de ser un producto minoritario, para un público muy concreto, con un gusto televisivo igual de específico: la mezcla de ciencia-ficción, juventud, hormonas y un fondo de cómic no es plato para todos los gustos. Y aún así en internet tiene casi tantos seguidores como audiencia; es una serie de culto que en apenas tres temporadas ha logrado que muchos críticos la hayan encumbrado como la mejor serie de superhéroes, lo cual contrasta (y mucho) con los gustos generales. En el recuerdo quedan las dos primeras temporadas de ‘Héroes’, americana que luego degeneró en un culebrón que diluyó las expectativas.

No es fácil hacer un producto así cuando el género está saturado por completo de adaptaciones de ese subgénero del cómic, y quizás por eso ‘Misfits’ es tan especial: tiene un fondo realista y social, casi con toques de un Ken Loach con 30 años menos y muchas hormonas más que la distancia por completo del resto. El mundo de los suburbios británicos se mezcla con guiones donde lo sobrenatural manda, situaciones fuera de la realidad (viajes en el tiempo, transformaciones, invisibilidad, telepatía, encubrimiento de asesinatos, inmortalidad…) que se incrustan en lo que todos damos por sentado. Esa es la clave de la serie: realismo y fantasía engarzadas con guiones que parecen culebrear sin cesar. Y todo con un aire decadente que no atrapa a todos, pero sí que merece la pena prestarle algo de atención.