El pasado 4 de julio Nueva York (y el mundo por extensión) recuperó su símbolo más grande, tanto o más incluso que el Empire State y los perritos calientes en puestos callejeros o el café en “king size”: la Estatua de la Libertad, que volvió a abrir tras el huracán Sandy.
La gran tormenta, una muestra más de que el cambio climático no es una tontería y está ocurriendo, el primer huracán en mucho tiempo que llega a tocar de lleno a Nueva York, obligó también a cerrar la Estatua de la Libertad, ya achacosa y que había sido sometida a un lavado de cara y a reformas para evitar que sufriera daños o para corregir los que ya tenía. La estatua, a la que se puede subir desde el interior hasta un mirador que está sobre su cabeza, y que es uno de los lugares turísticos que más dinero da a las arcas del ayuntamiento neoyorquino, lleva más de una década abriendo y cerrando sus puertas por múltiples problemas. El primero de todos, el 11-S.
Tras los atentados se cerró a cal y canto. Había miedo de que otro grupo terrorista la atacara, matara gente. La idea de un yihadista inmolándose en el interior y reventando la construcción hasta demolerla era demasiado fuerte para las autoridades como para permitirlo. No sería hasta 2004 cuando se decidió reabrirla parcialmente: sólo el pedestal, donde hay otras estancias. Ya entonces se pensó en hace reformas parciales porque las placas que la conforman y parte de la estructura interior, con más de un siglo de antigüedad, empezaba a mostrar los achaques.
En 2009 la estatua fue reabierta por la presión de Obama, que quería así dar una imagen de normalidad: el terrorismo ya no era tan poderoso, Al Qaeda se diluía en un sin fin de nuevos grupos y el primer presidente negro de la historia de EEUU quería simbología positiva. Fue entonces cuando la madre naturaleza se presentó para aguar la fiesta: el tremendo huracán Sandy, que dejó muertos en las costas de Nueva Jersey y Nueva York, golpeó de nuevo. Ante ya se habían cerrado las puertas para realizar obras que hubo que acometer con más ganas aún tras la tormenta.
No obstante el problema sigue siendo el propio monumento. Olvídense de subir si son disminuidos físicos o tienen alguna lesión en las piernas o la espalda: la escalada de los 377 peldaños del pedestal. Al terminar llegarán a un ascensor que sí les llevará hasta la corona de la estatua. Pero arriba no puede haber mucha gente: no hay espacio de sobra y son frecuentes los ataques de vértigo y la agorafobia por las estreches del mirador. Abajo hay que dejar todo lo que se lleve encima salvo medicinas. Y tienen prohibida la ascensión los niños menores de 4 años.
Cómo comprar entradas y llegar
Los ferrys desde Manhattan y Nueva Jersey son diarios (de 8.30 a 16.30 horas, cada 15 minutos desde la primera, media hora desde la segunda). Hay que ser disciplinado porque se llenan. Antes de eso hay que tener las entradas o el paseo por la isla Liberty será eso, un simple paseo caro (los ferrys no son baratos). Se pueden adquirir por internet o teléfono y hay una por cada nombre que se proporcione. Prepárense para todo tipo de controles de seguridad estilo aeropuerto, con el pasaporte en la boca y rezando para que no se hayan equivocado al escribir el nombre en los tickets.
Historia de Miss Liberty
La Estatua de la Libertad fue un regalo de los franceses a América en 1886 para conmemorar el centenario de la Declaración de Independencia de Inglaterra. Fue un guiño entre dos repúblicas con más puntos en común de lo que la gente cree. como un signo de amistad entre las dos naciones. El 28 de octubre de ese año se inauguró con pompa con la presencia del presidente Grover Cleveland. La estatua es obra del escultor francés Frédéric Auguste Bartholdi y la estructura interna fue diseñada por el ingeniero Gustave Eiffel en paralelo a la que hizo para la torre que lleva su nombre y que se erigió para otro aniversario, el de la Revolución Francesa, en 1889. El arquitecto francés Eugène Viollet-le-Duc se encargó de la elección de los cobres utilizados para la construcción de la estatua.
El 15 de octubre de 1924, la estatua fue declarada como monumento nacional de los Estados Unidos y el 15 de octubre de 1965 se añadió la isla Ellis. Desde 1984 es considerada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Y desde mucho antes, un símbolo de la ciudad, lo primero que veían los inmigrantes que llegaban al país antes de pasar por los controles portuarios. A sus pies, una frase mítica y definitoria de lo que es:
“¡Dadme a vuestros rendidos, a vuestros pobres
Vuestras masas hacinadas anhelando respirar en libertad
El desamparado desecho de vuestras rebosantes playas
Enviadme a estos, los desamparados, sacudidos por las tempestades a mí
¡Yo elevo mi faro detrás de la puerta dorada!”