Dos europeos, una mujer y un hombre, una eslava y un germánico, muy diferentes entre sí y vinculantes por el despiece literario que han realizado de la naturaleza humana durante su carrera. Los Nobel de Literatura han vuelto después del escándalo de 2018 con dos galardones, por el año pasado y por éste.

Ilustración: Niklas Elmehed

De nuevo Europa. De nuevo las críticas porque sean europeos, como si el resto de la Humanidad no escribiera. Cualquier cosa que hubiera hecho la organización de los Nobel después del escándalo de 2018 (abusos sexuales, tráfico de influencias…) tendría contestación. Por alguna razón los Nobel de Literatura siempre están más abonados a la polémica que los de ciencia. Y por alguna razón son también de los que quedan fijos en la memoria de la gente. Es la primera vez en la historia de los premios que se darán a dos escritores al mismo tiempo por la también peculiar situación administrativa: en 2018 no se concedió por la dimisión en serie de gran parte del comité, así que no hubo quórum necesario. Ahora sí. Dos por uno. Será el 10 de diciembre en Estocolmo.

Han premiado la larga tradición novelística y ensayística germánica, pero también las nuevas voces surgidas del Este de Europa, también la de los rebeldes que no se muerden la lengua. Tokarczuk es la 15ª mujer que recibe el galardón, y la segunda polaca después de W. Szymborska de la larga lista de 116 nombres que acumulan ya los Nobel. También es “joven” para lo que suele ser el premio: nació en 1962. En el caso de la autora polaca la institución reconoce la gran “imaginación narrativa” y el continuo “cruce de fronteras” basado en los opuestos: en la base de toda su obra subyace el enfrentamiento entre cultura humana y naturaleza, razón frente a irracionalidad, hombres contra mujeres. Tokarczuk debutó literariamente a principios de los 90 después de formarse como psicóloga.

En España han publicado sus obras Siruela, Anagrama y Lumen. Sobre sus espaldas combina el éxito de crítica con el de público, o cuando menos proyección. Una de sus novelas, ‘Spoor’, fue adaptada con éxito por Agnieszka Holland al cine y ganó el Oso de Plata del Festival de Berlín. Además atesora el Prix Michalski, el Man Booker International de 2018. Entre sus obras destacan ‘El viaje de los hombres del libro’ (1993), ‘E. E.’ (1995), ‘En un lugar llamado antaño’ (1996), ‘Casa diurna, casa nocturna’ (1998), ‘Concierto de varios tambores’ (2001), ‘Anna Inn en los sepulcros del mundo’ (2006), ‘Los corredores’ (2007), ‘Ara a través de los huesos de los difuntos’ (2009).

Olga Tokarczuk y Peter Handke

Peter Handke, el ganador de este año, es muchas cosas, además de un insigne austríaco: ensayista, novelista, poeta, dramaturgo, cineasta… Autor de libros como ‘Desgracia impeorable’, ‘Carta breve para un largo adiós’ o ‘El miedo del portero al penalty’ ‘Insultos al público’ (teatro) o de los guiones de películas de Wim Wenders como ‘Cielo sobre Berlín’ y ‘Falso movimiento’. Como director dirigió ‘La mujer zurda’ y ‘Falso movimiento’, basadas a su vez en sus libros. Pero sobre todo es un polemista nato, con el espíritu rebelde de los antiguos ilustrados que vivían para cuestionar lo oficial, incluso lo revolucionario. Durante la Guerra de los Balcanes tomó partido por Serbia contra croatas y bosnios, lo que, visto el camino genocida emprendido por los serbios, sólo le trajo problemas. Su elección es la que más críticas puede atraer, pero la institución le define como un autor nato que “ha explorado las periferias y la especificidad de la experiencia humana”.

En España tiene larga bibliografía, con Alianza, Alfaguara, Península y Nórdica entre muchas otras. Y con nuestro país tiene una fuerte relación, con vínculos emocionales y múltiples visitas y colaboraciones. Existe un libro, ‘Handke y España’, de Cecilia Dreymuller (Alianza Editorial) y tiene su propia colección con este sello. Es Doctor “honoris causa” por la Universidad de Alcalá de Henares desde 2017 y habla español. Ese amor se transforma en tiro al plato cuando se trata de los convencionalismos y las hipocresías de su país de origen, Austria, diana predilecta de sus diatribas incendiarias en cualquier tipo de formato. Arremete siempre contra lo oficial, contra lo aceptado, fue víctima de una infancia de trinchera (nació en 1942 en Carintia, en plena guerra) y con una juventud marcada por la vergüenza del nazismo culpable de Austria.

Siempre a la contra, Handke cultivó amistades muy peligrosas, como la de Slobodan Milosevic, hasta el punto de leer un panegírico en su entierro. Y como no se amilana, tenga o no razón (nadie es infalible, los autores marcados en la infancia menos todavía), ha resuelto muchas polémicas renunciado a grandes premios, como el Heine en 2006 o el Ibsen en 2015. Con el Nobel pasará más de lo mismo, si bien ya está aceptado como parte del ecosistema literario europeo. Y su opción siempre ha sido la misma: callarse y escribir, sin parar.