Puede que se acuerden muchos de ella en sus inicios, cuando arrancó el siglo y parecía una niña de ojos enormes, morena, voz tersa pero contundente y con un talento enorme para el piano, el jazz, el blues y el soul. O para lo que quiera mezclar: nueve premios Grammy y más de 40 millones de discos vendidos dan margen para grabar y componer lo que quiera.

Norah Jones, nacida en Nueva York y criada en Texas, acunada entre discos de Ray Charles, Billie Holiday, Etta James y Aretha Franklin, más la tradición paterna hindú del sitar y una abuela especialmente peculiar que le inculcó el country del suroeste. Eso hasta los 20, después regresó a Nueva York y formó parte de la nueva generación de músicos que en los 90 dieron más aire al jazz desde Manhattan y Brooklyn, primero con Wax Poetic y después con su propio grupo. Fue con ellos con los que logró el contrato con el reputado sello de jazz Blue Note, el buque insignia de su carrera: con ellos nació ‘Come away with me’ en 2002, y el resto es historia de la voz sensual e íntima que supo hacer que la caja registradora rechinara.

Seis discos más después, llega lo que se puede considerar “material extra” que no pretendió ser un álbum. En 2016 terminaba la gira ‘Day Breaks’ y decidió crear sesiones libres junto con varios músicos y no tener que meterse otra vez en un estudio de grabación. Eran algo más que jazz sessions, más bien una forma de creatividad libre de la que saldrían canciones que se acumularían para el futuro. Una manera de liberar talento. Muchos de esos temas se convirtieron en singles para más discos, y uno de ellos es este ‘Pick me up off the floor’, cuyo primer single ‘I’m alive’ cuenta con la colaboración de Jeff Tweedy de Wilco.

Jones regresa otra vez al piano como eje central que sostiene a su voz, un tándem habitual en todo lo que hace. Es la segunda vez que cuenta con Tweedy (ya trabajaron en 2019 para ‘Begin again’) y muestra a Norah Jones totalmente liberada de etiquetas, sólo música rápida bien elaborada que busca crear escenarios musicales íntimos (“mood”, para los que amen las categorías) salidos precisamente de esas sesiones sin ataduras en lugar del proceso de creación solitario que luego se pule en el estudio. También ha colaborado con su percusionista habitual, Brian Blade.