En menos de un mes ya van dos: primero fue Mauritia, un resto del antiguo supercontinente Gondwana, y ahora el segundo, Zealandia, un continente geológico submarino sobre el que se asientan las dos islas de Nueva Zelanda.
Hay que tener en cuenta que Nueva Zelanda es mucho más joven que ese antiguo continente hundido en la placa submarina. Literalmente sería material nuevo de origen volcánico o por emergencia de materiales que atravesaron ese terreno más antiguo. Denominado Zealandia por los investigadores de GNS Science, este mundo geológico perdido se expande por el Océano Pacífico. Ese mundo hay que buscarlo en la frontera geológica entre Australia y Nueva Zelanda, la Cato Trough, que se sitúa frente a las costas surorientales australianas (Queensland).
Ahí estaría el borde mismo de Zealandia, que tendría como frontera la gigantesca Australia. Y sería más pequeña que la isla-continente, ya que Zealandia tendría 4,9 millones de km2, con un 94% de los mismos sumergidos. La razón de esta posición es que durante el Cretático se hundió lentamente. Sin embargo hace 25 millones de años la compresión del terreno hizo que se elevara parte del suelo; otra parte, sobre todo en la Isla Norte, se debe al vulcanismo asociado a este proceso. La corteza continental en esta región es muy leve, entre 10 y 30 km. El punto más profundo estaría en la Isla Sur de Nueva Zelanda, con 40 km de grosor.
Mauritia: el continente índico perdido
La isla Mauricio, en el océano Índico, es de origen volcánico y se encuentra en un punto estratégico del océano encerrado entre África, Oriente Medio, India, Australia y el océano Antártico. Una de las mayores masas de agua que existen, salpicada de pequeñas islas volcánicas en diversas latitudes. Aparentemente un lugar vacío de masa continental. Pero un grupo de investigadores de la Universidad de Wits y otros centros asociados ha demostrado que bajo el estrato volcánico están los restos de Gondwana, o al menos de una parte del mismo desgajado durante la deriva continental que lo rompió para formar los grandes bloques actuales.
La pista eran las rocas de zircono de 3.000 millones de años de antigüedad, totalmente fuera de lugar en una isla que apenas tiene 9 millones de años, de las más jóvenes que existen en el mundo. Estos restos son en realidad un pedazo de la corteza original de Gondwana cubierta luego por los estratos volcánicos de la formación de Mauricio, que emergió atravesando esa misma corteza desde el manto. Según el grupo de investigadores (Lewis Ashwal, de la Universidad de Wits, autor principal junto con Michael Wiedenbeck, del Centro Alemán de Investigación para las Geociencias (GFZ), y Trond Torsvik de la Universidad de Oslo), esta capa es un “fósil geológico”, un trozo del antiguo continente que aglutinaba una masa de tierra ahora sumergida más Sudamérica, África, India, Australia y la Antártida. Al romperse se formó el océano Índico. La diferencia de edad geológica entre el zirconio, mezclado con las lavas de Mauricio más jóvenes, era algo demasiado distante.
No podía ser que hubiera emergido con la lava, sino que en realidad ya estaba allí. Los zircones son minerales derivados de las masas de granito que forman parte de los continentes, conformados por uranio, torio y plomo (lo que las hace tremendamente resistentes a casi todo, erupciones volcánicas incluidas). Son muy antiguos, mientras que el suelo oceánico es muy joven porque nace continuamente por los bordes de las placas continentales. El estudio se cercioró de que el hallazgo no tenía contaminación externa: fue encontrado incrustado en traquitas (restos volcánicos) de apenas 6 millones de años. Esta mezcla permite pensar que hay muchos más restos profundos. Al conjunto le han dado el nombre de Mauritia en honor a la isla donde se han encontrado los restos minerales.