Cada vez la geología está más cerca de confirmar algo insólito: en realidad el agua de los océanos, ríos y que forman las nubes son solo una “mínima” parte del agua que atesora nuestro planeta. 

El mismo mecanismo que es bastante recurrente en los planetas rocosos que hay en el Sistema Solar y fuera de él, que encierren océanos subterráneos de agua líquida entre capas de hielo podría ser tan común que hasta el nuestro, el único con agua líquida tal y como es indispensable para la vida (por ahora), podría encerrar cantidades ingentes de agua aprisionada entre las rocas. No hay que pensar en océanos subterráneos al estilo de ‘Viaje al centro de la Tierra’, sino más bien millones de metros cúbicos de agua inyectada dentro de las rocas como si vertiéramos un vaso de agua sobre piedra pómez, por ejemplo.

El pasado mes de marzo se conocía un estudio de la Universidad de Alberta (Canadá), publicado en Nature, que demostraba que existen grandes cantidades de agua atrapadas en minerales a gran profundidad. Ahora grupos de investigadores de la Northwestern University y de Nuevo México consideran que hay “potenciales océanos de agua disuelta en roca a gran profundidad” bajo el suelo de EEUU (y por extensión, del resto del planeta). Podría ser cierto, pero también un estudio interesado para hacer prospecciones cada vez más profundas que pudieran alterar el equilibrio geológico del subsuelo como ocurre con el fracking. Sea o no un estudio interesado, lo cierto es esta teoría está muy cerca de ser comprobada y podría suponer la mayor reserva de agua del planeta.

Rastro de agua a nivel molecular en rocas subterráneas emergidas

El agua es clave en la vida, y sobre todo los océanos de la superficie, el lugar donde se originó la vida que, evolución mediante, llegó hasta ser lo que somos nosotros ahora. La Tierra es el planeta azul por definición, pero tanto fuera como dentro: desde tiempo temprano el ser humano supo que cavar un pozo no era una locura porque los acuíferos naturales en forma de bolsas de agua dulce son muy frecuentes en la Tierra. Basta con excavar o taladrar la corteza lo suficiente, y es algo que se hace desde miles de años. Sin embargo el salto cualitativo que supondría encontrar gigantescas reservas de agua más grandes que el Pacífico y el Atlántico juntos dice mucho de en qué nivel estamos.

El geofísico de Northwestern Steve Jacobsen y el sismólogo Brandon Schmandt de Nuevo México han encontrado bolsas llenas de magma situadas a unos 650 kilómetros por debajo de América del Norte. Este descubrimiento implica que la tectónica de placas que condiciona la superficie y todo lo que somos y nuestra vida (clima, terremotos, geografía…) ha podido aprisionar agua en épocas remotas iniciales y la presión la ha disuelto y fusionado con la roca. El movimiento de las placas, sobre todo en las zonas oceánicas, impulsa el agua hacia el subsuelo y la presión es tan grande que puede incluso terminar a gran profundidad, donde se mezcla con la roca y se fusiona con el manto terrestre. La revista Science es la que ha publicado los resultados, que serán clave para entender hasta qué punto estos movimientos geológicos han podido conformar la evolución terrestre o incluso el propio comportamiento del planeta.

No hay que olvidar que dos componentes clave en la geología terrestre, volcanes y terremotos, íntimamente ligados, son la consecuencia de los movimientos internos del manto y la corteza terrestre. Uno de los elementos que se escapaba era el ciclo del agua, tanto en superficie como subterránea, y sobre todo qué papel podía tener el agua en el dinamismo de la Tierra. La especulación base era que existe una capa de agua global encerrada a no menos de 700 km de profundidad, entre el manto inferior y el manto superior. Esta parte de nuestro planeta es una zona de transición entre el centro y su primera envoltura que puede ser estudiada siguiendo el comportamiento de las ondas sísmicas bajo superficie. En función de cómo son se puede determinar cómo es el subsuelo. El sistema se conoce como USArray y se componen de 2.000 sismógrafos por todo el país.

Resultado: a partir de 600 km de profundidad hay agua disuelta y fusionada con la roca a nivel molecular, sobre todo en un tipo de material rocoso llamado ringwoodita. A partir de ahí llegan los cálculos que desconciertan: con que sólo existiera un mínimo porcentaje de agua en esa zona el equivalente, ya reunida, podría superar incluso todo el agua que cubre la superficie, tanto en formato líquido como en hielo. De ser cierto estaríamos ante un planeta muy peculiar, que alterna zonas de roca sólida con mares de lava (roca fundida) con otras partes rocosas que encierran agua y que condicionan su comportamiento geológico.

El estudio de la Universidad de Alberta y la roca ringwoodita

La ringwoodita (en la imagen superior) mencionada es un mineral descubierto por los investigadores de la Universidad de Alberta y que encierra agua como para ser el 1,5% de su peso total. Este material es una forma del mineral “peridoto” que existe en grandes cantidades en esa zona de transición. Su rastro es peculiar: existe en los meteoritos hallados durante la exploración espacial de la NASA, pero hasta ahora no se había encontrado en la Tierra, a donde habría llegado por el choque de meteoritos en la Tierra durante su formación. Ésa era la teoría sin confirmar. El hallazgo de la ringwoodita en la Tierra aclara el proceso y abre la puerta a otro tipos de teorías. Los restos se encontraron en Brasil por unos mineros artesanales en la zona del Mato Grosso. Eso contradice la teoría de la profundidad de la ringwoodita, hasta que se conoce cómo emergió desde la profundidad: fue a través de piedras volcánicas que la arrastraron desde las zonas de transición entre los mantos.

Las piezas encajan: la ringwoodita llegó durante la formación terrestre, sometidas a gran presión física captaron parte del agua y la encerraron, y tras una erupción volcánica emergieron a la superficie. Otra cosa es saber por qué está esa agua ahí. Las mediciones de agua se realizaron en el Centro Canadiense para Microanálisis Isotópico y que es una institución clave en la investigación geológica. Y tiene que servir para aclarar un poco más todo lo que rodea a la formación de la Tierra, de la que sabemos menos que de Marte o la Luna. Es un tópico pero también es real: conocemos mejor el espacio exterior que los océanos o el interior de nuestro propio planeta, del que tenemos más conjeturas medio confirmadas que certezas.

La posibilidad de que haya agua en el interior explicaría parte del comportamiento del planeta, su dinamismo frente al estatismo de otros como Marte, supuestamente el “gemelo” de la Tierra. Hay una gran diferencia entre una Tierra sin agua en el interior a otra con agua, en parte porque saber que existe agua debajo de la corteza tiene implicaciones para el estudio del vulcanismo y la tectónica de placas, al afectar a la forma en que la roca se derrite, se enfría y cambia por debajo de la corteza. El agua modificaría incluso todo lo demás, hasta su magnetismo.