Salamanca proyecta un nuevo mapa cultural a partir de iniciativas lideradas por colectivos y agentes autónomos, quienes, en contacto con organizaciones de base, implementan acciones mediante un profundo análisis del entorno.
Por Darío Tobes
Su modelo de trabajo se debate entre el uso de las nuevas tecnologías, los procesos colaborativos y las alianzas estratégicas, pero al mismo tiempo mantiene un dilema constante sobre su propia sostenibilidad. Aquellas políticas del pasado basadas en las grandes infraestructuras y el rédito cortoplacista, impuestas a partir de la celebración de Salamanca como Capitalidad Europea, han cedido el protagonismo a una ola de gestores capaces de diseñar un contexto más austero pero también más creativo y abierto, donde se aplican procesos que transitan entre el desarrollo de áreas periféricas y la apertura de nuevos espacios expositivos.
El eje se ha descentralizado y uno de los focos de mayor influencia es la plaza del Oeste, donde la asociación de barrio ZOES aceptó la propuesta del colectivo Lemarte para crear una galería de arte urbano en consenso con los comerciantes de la zona. Lo que comenzó como una convocatoria dirigida a estudiantes de la Universidad hoy atrae a artistas nacionales e internacionales del graffiti, la pintura mural o la fotografía.
Foto: littlenemoskat.blogspot.com
Otra iniciativa que toma las calles en busca de la complicidad de sus vecinos es Urban Knitting, un movimiento global que pone de relieve nuevas estéticas a través de técnicas relacionadas con el tejido artesanal. Sus acciones vienen a ser denominadas como “guerrilla de ganchillo”, y en Salamanca cubren el mobiliario urbano haciendo piezas a medida para cabinas telefónicas, farolas o autobuses. Este colectivo trabaja en diálogo con el entorno, transmitiendo sus prácticas mediante la organización de talleres en espacios no convencionales.
Foto: tiatula.blogspot.com
Todo nuevo movimiento debe tener su punto de encuentro: así fue como surgió la Salchichería. Este edifico racionalista construido en el año 1943 y concebido en sus inicios como carnicería, es ahora un lugar para el diálogo, la crítica y la gestación de nuevos proyectos. Durante su habilitación se puso especial énfasis en la conservación de la estructura original, por lo que hoy sus antiguas cámaras albergan exposiciones y actividades que en ocasiones se proyectan hacia al exterior para convertir a los habitantes del barrio en protagonistas.
En el mismo área y por extensión se ubica el centro colaborativo Ártyco, un coworking que fomenta la profesionalización del sector mediante el establecimiento de relaciones entre sus miembros. Ártyco es un laboratorio donde diseñadores y artistas materializan ideas que inciden en el desarrollo creativo de la ciudad.
La Salchichería (Foto: lasalchicheria.es)
La lista de emprendimientos es extensa: la Malhablada, Espacio Nuca, Un Punto Curioso, Serendipity… propuestas que no compiten sino que dialogan con el objetivo de reconfigurar el ecosistema cultural local.
Sólo queda que las instituciones hagan un acto de reflexión y sepan encontrar su verdadero papel en este escenario. La materia prima existe, por lo que su función deberá centrarse en escuchar las necesidades de estos agentes y fomentar la consolidación de una red sostenible a largo plazo.