La editorial Deusto, del Grupo Planeta, publica este ensayo de Viroli sobre las diferencias entre el patriotismo (presente ya en las polis griegas y perfectamente explicado y desarrollado durante la República Romana) y el nacionalismo identitario de nuevo cuño que ensombrece Europa y el resto del mundo. No son lo mismo, pero al nacionalismo siempre le ha gustado abusar de la palabra patria.

Este libro debería estar en la mesa de noche de todos los ciudadanos, en especial de aquellos que entienden su condición civil como algo más que un derecho heredado por la sangre o las afinidades sentimentales. “Nimiedades” porque la relación visceral entre patria y nación es muy moderna, tanto que no existía antes de la Revolución Francesa, salvo en excepciones muy casuales que tenían más que ver con la religión (como ser católico y español, anglicano e inglés… pero ésa es otra historia). Unos de los lemas del ensayo es “Amar a tu país racionalmente sin caer en el nacionalismo es posible”, y dice mucho del leitmotiv final del texto, un intento de demostrar que aquello que Kant definió como “patriotismo constitucionalista” sí existe y no tiene nada que ver con el movimiento de masas de la modernidad.

Aunque en ocasiones parezcan confundirse, patriotismo y nacionalismo son conceptos distintos. El patriotismo es el culto a la Patria como concepto legal; un buen patriota, como en los primeros ciclos de la Revolución Americana, es aquel que aprecia sus instituciones en cuanto que le definen como miembro cívico de una sociedad basada en el imperio de la ley más allá de las arbitrariedades de un rey caprichoso o los oligarcas que le sustentaban. Nos definimos como ciudadanos porque somos parte de esa comunidad de leyes y valores, no por el color de la piel, la religión, el idioma, las filias y fobias ideológicas o la mitología étnica o racial de turno. Un buen patriota no sólo defiende las instituciones, las leyes y sus libertades (en el sentido ilustrado y moderno, sean cuales sean), mucho más allá de las opciones personales, sino que también defiende las del resto.

El nacionalismo, contrariamente, aboga por la homogeneidad cultural, lingüística y étnica de la sociedad; es el viejo dogma de la reacción al universalismo ilustrado del siglo XVIII, plasmado en la obra de Herder, Fichte y muchos otros teóricos de la nación, que postulaban el “un pueblo, una fe, un idioma” como la salvaguarda definitoria de un ser humano: los detalles secundarios como fuste central de un individuo más allá de lo abstracto. El nacionalismo, como diría un cínico, construiría una nación basada en la reunión de todos los pelirrojos del mundo en una sola patria. Un aspecto muy aleatorio que parece una reducción al absurdo, pero que es el mecanismo básico de la idea nacionalista. El libro de Viroli hace hincapié en esos dos mecanos antagónicos.

Para Viroli el patriotismo pide un amor caritativo y generoso con el propio país, en su diversidad y excepcionalidad; el nacionalismo exige una lealtad ciega e incondicional o una adhesión exclusiva. O todos o ninguno, con el virtual cuchillo ideológico entre los dientes. El pensador italiano hace un extraordinario análisis de los dos conceptos e intenta discernir qué querían decir los antiguos y los modernos ilustrados con ese concepto aparentemente tan tradicionalista como “amor por la patria”, absorbido y manipulado por el nacionalismo hasta hacerlo suyo. En gran medida lo que intenta Viroli es recuperarlo para el republicanismo y el pensamiento democrático, que va más allá de los aspectos definitorios de la identidad.

El italiano recuerda, además, que la deriva del nacionalismo provocó incluso el fascismo, la catástrofe mayúscula. El mismo nacionalismo que también impregnó hasta intoxicarlo por completo el socialismo y el comunismo en la época de Stalin. Los dos grandes movimientos antagónicos del siglo XX (que se parecen entre sí más de lo que les gustaría a unos y otros) se enroscaron alrededor de esa ideología exclusivista que consagró la Patria como uno de sus ejes: está presente tanto en los discursos de los jerarcas nazis como en la dialéctica comunista de la URSS (la Segunda Guerra Mundial es denominada la “Gran Guerra Patria” en Rusia, herencia de esa misma manipulación del término por el estalinismo).

Racionalismo y patria
En el texto de Viroli el patriotismo es un amor racional basado en la virtud cívica, imprescindible para preservar ese orden legal y político; es el requisito mínimo para que la libertad civil permanezca y no sea pasto del arbitrio de unos pocos. Viroli expone que esa fortaleza cívica y legal de la Patria política común permite resistir a los tiranos, el egoísmo y los intereses privados frente al bien público. Por el contrario, entiende que el nacionalismo, por su definición de inicio, concluye siempre en una visión exclusivista, cerrada, intolerante con el diferente y todo aquel que no encaje en la definición de nación, que suele estar siempre sometida a convencionalismos sin argumento, circunstanciales. La obsesión con la unidad uniformada sin fisuras siempre degenera en monstruos.

A fin de cuentas, Viroli recupera el discurso de la polis y de la “Res Publica” (la cosa pública) romana y lo entronca con los teóricos de la Ilustración, que ya utilizaron la Patria como uno de los pilares de esa soberanía popular que derivaría en la democracia. Intenta coordinar ese necesario amor a la patria como cultivo de la virtud cívica y la defensa de la comunidad (con el Estado como garante de ese orden) con la libertad individual y la justicia. Viroli plantea claramente un patriotismo racional sin nacionalismo, el compromiso con el bien común y no en una filiación látigo en mano alrededor de la étnica, la fe y el idioma.

Maurizio Viroli (Forli, 1952) dirige el Centro de Estudios Cívicos de la Universidad de la Suiza italiana (Lugano), donde es profesor de Comunicación Política. También es profesor emérito de Política en la Universidad de Princeton y profesor de Gobierno en la Universidad de Texas (Austin). Sus principales campos de investigación son la teoría política y la historia del pensamiento político, el republicanismo clásico y el neorrepublicanismo, Maquiavelo y Rousseau, la relación entre religión y política, el patriotismo, el constitucionalismo, la retórica clásica, la comunicación política y la ciudadanía. Es autor de numerosos libros sobre dichas temáticas. Entre ellos, están traducidos al castellano ‘La sonrisa de Maquiavelo’ (Tusquets, 2002), ‘De la política a la razón de Estado’ (Akal, 2009), ‘La elección del príncipe’ (Paidós, 2014), ‘Republicanismo’ (Universidad de Cantabria, 2015) y ‘Diálogo en torno a la República’ (Tusquets, 2002), escrito con Norberto Bobbio.