Ocho telescopios, millones de datos acumulados, mucho tesón, años de trabajo y una foto que parece deslucida, lejana y borrosa, pero que es un éxito rotundo de la astronomía, capaz por fin de “fotografiar” un agujero negro real, que calca la teoría que se tenía sobre ellos.
Einstein tenía razón. Otra vez. Como si de un gran plan maestro se tratara, sus ideas y las de los físicos que le acompañaron en esos primeros 30 años del siglo XX en que cambió todo en la ciencia (y por extensión para el conocimiento humano) son una y otra vez comprobadas y reconocidas como ciertas. Lo que dedujeron y teorizaron sobre el papel con ayuda de las matemáticas se cumple al pie de la letra. El esfuerzo de años concretado en una imagen, resultado del proyecto Event Horizon Telescope (EHT), compuesto por ocho radiotelescopios en diferentes puntos del planeta, que explora el espacio y que ha logrado obtener la primera imagen de un agujero negro masivo en el centro de la galaxia Mesier 87, a 55 millones de años luz de la Tierra.
El método de observación es tan peculiar como lo que estudia: los ochos telescopios (situados en Hawaii, México, Arizona, Sierra Nevada en España, el Desierto de Atacama en Chile, Groenlandia y la Antártida) se combinan en tiempo real entre sí por las computadoras del Instituto Max Planck y del Observatorio del Haystack del MIT para crear una imagen combinada virtual que, literalmente, crea un telescopio virtual del tamaño del propio planeta Tierra. Esto permite ampliar como nunca antes la capacidad de observación del espacio profundo, utilizada para poder encontrar justo lo que hallaron en el corazón de Mesier 87, la primera prueba visual del efecto del agujero negro en la materia que absorbe. Recuerden, no es una imagen en sí del agujero, sino de lo que le rodea, por que en el agujero en sí no puede incidir la luz, sólo queda una “nada” que en realidad es un “todo” de gravedad supermasiva.
Lo más interesante, aparte del hecho en sí de la imagen pionera, es que su forma corresponde con la teoría: un punto de gravedad masiva (6.500 millones de veces más que la gravedad del Sol) tan poderoso que se traga la luz (por lo que es opaco, negro, invisible), rodeado de la materia que acumula a su alrededor para engullirla, tanto la luz (que se curva y produce ese efecto circular alrededor del agujero negro) como el gas o los materiales sólidos. La presentación mundial hoy 10 de abril ha sido un éxito, porque ha mostrado a toda la Humanidad que los dibujos y creaciones imaginarias se parecen (mucho) a la realidad. No andaban tan desencaminados los astrofísicos
Es la evidencia más sólida que se tiene hasta ahora de la existencia de los agujeros negros en el Universo, muchos de ellos en el centro de galaxias, los cuales se convierten en agujeros supermasivos por la enorme fuerza gravitacional que tienen. En la imagen que pueden observar esa corona circular es en realidad el borde del “horizonte de sucesos”, el límite entre la realidad física convencional y el interior del agujero negro, el punto de no retorno donde el espacio-tiempo se deforma. Ese efecto de ruptura con las leyes de la física es el cabo del que tirar para desmadejar la gravedad.
En la imagen se puede observar ese “rosco”, que en realidad es la parte visible de una estructura mucho más grande que genera esa “sombra” interior que en realidad es el lugar por donde la propia luz se curva, la entrada del agujero negro en sí. Un comportamiento ya predicho por la Relatividad General de Einstein cien años antes. El cálculo de la fuerza del agujero negro se hizo a partir de las propias imágenes, un cálculo matemático que permite establecer, por comparación, la fuerza del mismo. Con los datos del EHT no sólo se puede comprender mejor sus características sino traernos esa primera imagen que es en realidad el resultado de lo captado por los ocho centros de observación combinados.