Cada día estamos un paso más allá de nuestros propios errores, como la contaminación por dióxido de carbono, un subproducto de nuestro modo de vida más allá de la respiración o la contaminación, y que el MIT puede haber controlado gracias a un nuevo método que lo convierte en combustibles líquidos.
El célebre centro de investigación y desarrollo, a la par que élite académica de ciencias teóricas y aplicadas, el MIT (Massachusetts Institute of Technology, EEUU), ha logrado lo que parecía una quimera: convertir el CO2 en algo más útil, como combustibles fósiles, a partir de una serie de catalizadores basados en nuevos materiales que permiten alterar la composición química de este gas a voluntad. Esto permitiría controlar y explotar este compuesto responsable de la generación del efecto invernadero a partir de las emisiones industriales y domésticas. Es decir: luchar contra el cambio climático de una forma práctica.
El proceso es sencillo, antiguo y a la vez enormemente complejo y nuevo: almacenar el CO2 y reconvertirlo en combustible líquido a través de un catalizador de nuevo diseño con nuevos materiales, los cuales permiten su conversión en monóxido de carbono en estado líquido. El estudio corre a cargo de Yogesh Surendranath, investigador principal en el campo de química del MIT, que asegura que se podría utilizar la infraestructura actual de almacenamiento y distribución de combustibles líquidos para este nuevo sistema. Y de paso reducir la emisión de gases de efecto invernadero.
La investigación y el estudio (que se publicó en la revista Angewandte Chemie esta semana) permiten crear un puente entre un gas claramente nocivo en otro compuesto más útil a nivel industrial. Ya hay métodos para convertir el monóxido de carbono (CO) y el hidrógeno en otros productos, incluyendo combustibles. En realidad el MIT habría puesto sobre la mesa la capacidad para imitar ese proceso pero con el dióxido de carbono, un proceso más complejo por la naturaleza del propio gas, que obliga a hacer una conversión selectiva para evitar transformarlo simplemente en otro gas nocivo.
El método: catalizador y nuevos materiales
El CO2 es un problema químico: el compuesto básico, el monóxido de carbono, puede ser transformado o usado en casi cualquier tipo de compuesto alternativo con base de carbono, pero en su forma binaria es mucho más complejo de manejar y utilizar. El sistema del MIT salva esta complejidad porque crea “una ruta de conversión selectiva y específica”. La clave es un nuevo catalizador químico “sintonizable” basado en un nuevo material de electrodos de plata mucho más poroso, y que puede ser reformulado a nivel básico. Esto implica que el propio catalizador puede ser modificado en su base para adaptarse: en función de cómo sea el compuesto pueden hacerse variaciones que implicarían más usos posibles más allá del trabajo con el CO2.
Lo importante es el material que usa el propio catalizador como plataforma: puede manipularse en laboratorio. Los investigadores descubrieron que pueden ajustar el tamaño de esos poros para conseguir la proporción deseable de monóxido de carbono. Ese material se consigue combinando otros: sobre un sustrato de electro conductor se depositan perlas de poliestireno sobre las cuales se deposita plata; las perlas se disuelven y dejan poros cuyo tamaño se puede definir por el tamaño de esas mismas perlas. El resultado es una superficie con forma de panal que permite la conversión.